Sólo Déjame Amarte

Capítulo 50. Alcatraz.

Nessie

— ¿Dónde está Vicente Alcatraz? — pregunté en francés, Nicolai me miraba sorprendido, yo también lo miraba fijamente esperando su respuesta, pero él empezó a reír

— Así que tengo frente a mí a una agente de Lux — comento entre diente, aun riendo — pensé que eran más selectivos con su gente

— Vuelvo a preguntar, ¿Dónde está Vicente Alcatraz? — el ruso me estaba empezando a irritar, y en una fracción de segundo me pregunté, como alguien como él pudo ser el líder de alguien como Sergey, ambos son tan distintos

— No diré nada — dijo y le vi la intención de gritar así que me lancé y le tapé la boca, empecé a gemir para que los tipos de la sala que está afuera de la nuestra, no pensaran que pasaba algo extraño, veía confusión en sus ojos y sonreí

— ¿Nessie, todo bien? — preguntó el rubio al otro lado del audífono

— Sí, pero Nicolai está apunto de gritar, no sé si alcance — escuché unos ruidos que estaban cercanos a Theo — ¿qué es eso?

— Yan, Wang o como se llame el chino, pidió refuerzos, deben ser ellos, te cortaré y apenas pueda, entraré para ayudarte con el ruso y sacamos las computadoras, ¿pudiste averiguar algo de Alcatraz?

— Okay. No, no ha dicho nada

— Ya — dejó de hablar y escuche que se abría una puerta

 

Theo

Estaba preocupado por Venecia, si Nicolai le hacía algo, lo mataría sin pensarlo, la enana era sagrada para mí. Escuché al chino hablarnos a Van der Veen y a mí por el micrófono en inglés

— Los refuerzos llegaran muy pronto, hagan que Venecia retenga un poco más a Nicolai en el lugar, para que no salga con ningún elemento sorpresa

— Okay — fue la respuesta de Sneijder. Estábamos quietos los dos, por mi parte estaba calculando absolutamente todo lo que sucedía en el lugar, había 15 personas en la sala, 14 eran hombres y una mujer, la mujer estaba en vestido y al cruzar las piernas, note un arma entre sus muslos, me reí, era obvio que los tipos también tenían armas, yo tenía cuchillos, eran más prácticos a la hora de pelear combate a fuerza, ellos demorarían en sacar sus armas, mientras que en cualquier momento yo podía sacar 4 cuchillos de ambas manos y lanzarlos, cuestión de estrategia.

Me quedé helado al escuchar los gemidos en el otro lado de la habitación y sentí un impulso de correr al lugar y matar a ese hijo de puta; esperé un momento y hablé cuando ninguna de las personas me estaba mirando

— ¿Nessie, todo bien? — susurré para que solo ella me escuchara

— Sí, pero Nicolai está apunto de gritar, no sé si alcance — habló rápidamente, suspiré con alivio. Se calló por un segundo — ¿qué es eso?

— Yan, Wang o como se llame el chino, pidió refuerzos, deben ser ellos, te cortaré y apenas pueda, entraré para ayudarte con el ruso y sacamos las computadoras, ¿pudiste averiguar algo de alcatraz?

— Okay. No, no ha dicho nada

— Ya — dejé de hablar y abrieron la puerta 3 hombres, no sabía si eran los refuerzos o más traficantes, de igual forma baje mis brazos y pose los cuchillos en la palma de mis manos

— Lánzalos — escuché que me decía Sneijder, yo mire todo en cuestión de segundos, sonreí y los lancé.

Los tipos se levantaron rápidamente, dos de ellos se me lanzaron, así que saque los dos cuchillos largos que tenía en la parte trasera de mis pantalones, los acuchillé en la cadera, ellos vinieron y aproveché para clavarlos en la espalda, gimieron y volví a sonreír. Vi a otros dos que también se me lanzaban e hice lo mismo, solo que esta vez los lancé, cuando clavaron en los hombros de ambos, los saqué y golpeé con mi rodilla el estómago de uno mientras al otro le rajaba la cara con un cuchillo en mano, visualicé a Sneijder que tenía a otros dos y había otra gente en el piso, sangrando, dos de ellos eran con los que acababa de pelear, terminé con los otros dos, los cuales también cayeron al piso gimiendo y a uno le fracture la rodilla, al otro le clave el cuchillo al hombro, la mujer de vestido rosado, intentó irse por la puerta a la que fueron Nessie y Nicolai, la detuve

— ¿Vas a alguna parte? — pregunté en francés

— No, ninguna — vi la intención que tenía de sacar el arma de sus muslos, le sonreí fríamente




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