Solo enamorate de mí

Prólogo

Prólogo

La brisa golpeaba la ventana de un departamento italiano, se encontraban una pareja besándose con mucha pasión.

Él la besaba con tanto deseo, desde que la había visto en la fiesta, le gustó mucho. Lo que más le gustaba de ella, para estar en el siglo XXI aún era “Virgen” eso lo excitaba aún más, con maestría cargo a la doncella y la acostó en la cama, estaba consciente que Fiorella Di Rossi podría detenerlo, él sabía cómo seducir a una mujer y más a una inexperta que no conocía nada del tema <<sonriendo con malicia>>

Con destreza bajo sus besos hacia su cuello, la besaba con deseo, la desea desde hace tanto tiempo, que su cuerpo pedía poseerla como sea.    

Fiorella lo amaba tanto, tenía que detenerse, no quería perder su virginidad de esa manera, se imaginaba todo romántico y no así, como pudo, se lo quitó de encima, haciendo que Máximo la miró con seriedad.  

—Lo siento —soltó avergonzada y mirándolo a los ojos—. Así no puedo.

Máximo la miró con seriedad y respondió con furia: 

—¿Qué crees qué estás haciendo? —preguntó con frustración, su cuerpo se encontraba encendido y tenía que apagarlo.

—Detener esta locura —aclaró con sensatez, se levantó de la cama y arreglándose la ropa—. Yo no quiero perder mi virginidad en esta condición. 

Él arqueó la ceja y sonrió con malicia.

—Fiore, debes sentirte alagada —soltó con orgullo—, que yo sea tu primer hombre.

Fiorella lo miró con furia, que se creía este idiota en tratarla así. Creía que era una estúpida. 

—Gracias, pero no —dijo intentando estar calmada, caminando hacia la puerta—. Puedes ser el hombre más guapo de Italia o del mundo, jamás me acostaría contigo sin estar casada —confesó sin mirarlo.

Máximo quedó tan sorprendido, se fue hacia ella y la tomó del brazo jalándola con brusquedad, y así mirarla a los ojos.

—¡¿QUIÉN TE CREES?! —grito furioso—. ¡Ninguna mujer me desprecia!

Fiore mirándolo fijamente y sin pestañear.

—¡Yo soy la primera! —exclamó enojada, quitándole la mano de su brazo—. ¡BÁÑATE CON AGUA FRÍA! —grito, burlona.

Ella se fue, dejándolo completamente sorprendido. Que se creía él, que podría tenerla en su cama sin estar casados, nunca, era la mayor de las mujeres, Di Rossi no podría defraudar a su familia y menos por un hombre que nunca la quiso, solo la había mirado porque era “virgen”

Llegaría su hombre ideal y lo esperaría.

Máximo se encontraba excitado, tendría qué tomar una ducha muy fría para bajar su calentura, ¿quién se creía Fiorella? La odia, como podía negarse a su encanto, aún la deseaba y la quería en su cama como fuera lugar, sin importar perder su soltería.

.

.

Tres meses después.  

En la empresa Greco.

En la oficina de Maximiliano.

—¡Qué! —exclamó sorprendido Máximo—. ¿Cómo que me tengo que casar? —preguntó sin poderlo creer.

Su progenitor frunzo el ceño y lo miró con seriedad.

—Tu abuelo, pidió que si quieres la nueva empresa que haremos en Venezuela, tienes que casarte antes de irte para allá y eso sí, nada de casarte con una de tus amantes. Tiene qué ser de la sociedad —le aclaró con rudeza—. Tu abuelo sabe lo qué haces con tu vida —dijo serio—, ya eres un hombre de treinta y tres años, y no te has casado. Tu hermano pequeño está casado y tiene una bebé de dos años de vida.

Máximo quedó atónito hace tres meses, Fiorella lo había humillado en no quererse acostar con él, y ahora que por fin podría tener una empresa en sus manos y crecer él solo sin ayuda de su padre y menos de su abuelo. Le pondría obstáculos, eso era despedirse de su soltería y dejar de ver a Aida, que era su amante desde hace casi tres años. Que estaba pasando en su vida, que todos querían cambiársela.     

—Pero…

—No hay, pero —habló con autoridad—. ¿Aceptas o no?

—Claro que sí —respondió muy serio.

—Tienes que casarte, antes de dos o tres semanas —le comunicó.

—¡Qué! —exclamó sorprendido.

—Que creías —dijo furioso—. No vamos a dejar que tengas tiempo de hacer algo.

Máximo maldijo en su mente.

—Sabes —habló mirándolo—. Fiorella Di Rossi, sería una buena esposa para ti. Es una mujer muy elegante y bella, tendrían muy lindos niños juntos.

De nuevo Fiorella pensó él, desde que Fiorella lo dejo en su departamento encendido, la había visto más de una vez… Siempre estaba cruzándose en su camino.  

—No lo sé —soltó dudoso—. No terminamos muy bien la última vez que nos vimos.

Maximiliano no pudo evitar sonreír, se había enterado, hace dos meses, sobre la pelea de su hijo y Fiorella. Admiraba a Fiorella Di Rossi por no ser el nuevo juguete de su hijo, la chica valía como un diamante.   

—¿Y esa sonrisa? —preguntó intrigado, solo pedía a Dios que su padre no supiera nada entre Fiorella y él. 

—Nada —soltó divertido—. Me iré a ver a tu madre, está un poco molesta por qué piensa que le soy infiel.

—¿Será que ya te descubrió? —preguntó, escuchó que su padre siempre había tenido aventuras con varias mujeres de la mala vida, descubrió que su padre, nunca había sido infiel a su madre, solo que había tenido tantas amigas que ellos salían a cenar y platicar. Todo esto lo sabía porque lo investigo hace unos años.  

—Sabes muy bien, que nunca le sería infiel a tu madre —confesó con serio—, nos vemos.

—Adiós —dijo despidiéndose de su padre.

Su padre salió de la oficina, dejándolo completamente solo pensando cómo podría enamorar a Fiorella Di Rossi, en solo dos y tres semanas sería un reto para él, pero un reto jamás imposible.




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