Solo enamorate de mí

Capítulo # 2

Capítulo # 2

Dos días después del incidente con Máximo, no había recibido regalos y menos sabía nada de él, era mejor para ella, no quería ni pensar en él. Aunque lo amaba con todas sus fuerzas, tenía que olvidarlo como sea.

Esta noche comenzaría su nueva vida.

En la mansión Di Rossi.

Fiorella se colocó un vestido despampanante, se puso un collar con un zafiro en el medio de su pecho, se maquilló suavemente. Colocó las sandalias, tomó su bolso y salió de su habitación.       

—¡Estás preciosa! —exclamó asombrado su hermano—. ¿Para dónde vas?

Fiore sonrió triunfante y respondió con elegancia: 

—Me iré a una fiesta, que me invito Antonieta. 

—Me parece que vas a buscar novio o un amante —habló con rudeza.

Ella suspiró largamente y respondió tranquilidad: 

—No, solo me iré a divertirme un poco.

—¡Suerte! —exclamó alejándose de ella.

Fiorella no dijo nada y salió de su hogar.

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En un club famoso de Italia se encontraban los hombres más importantes de todo el mundo, para recaudar fondos para ayudar las personas con cáncer, esta fundación se abrió con el propósito de ayudar aquellos niños, adolescentes o adultos en del mundo que no tuvieran como pagar su tratamiento y que consigan esta ayuda sin ningún interés.

En una de las mesas que se encontraba en el lugar.

La familia Greco se encontraba reunida, acompañando de una amiga de su abuelo Nicolás Greco.   

—Entonces, tienes años viviendo a España —habló Nicolás Greco, un hombre de casi ochenta años a pesar de tener una edad avanzada, aún se conservaba y no aparentaba su edad.

—Sí, hace unos cuantos años —comentó sonriente Fiona Reyes, una mujer de cuarenta y cinco años, que no aparentaba tenerlo… A pesar de que fue una modelo muy reconocida. Actualmente, se encontraba casada, pero no tenía hijos en su actual matrimonio.    

—¿Y qué pasó con tu pequeña? —preguntó curioso, sabía que su amiga Fiona no era una buena madre, aunque nunca le quiso contar con quién se había casado, él estaba seguro de que había sido con un hombre poderoso.

—Sé la dejé a su padre —confesó seria—. No soy una buena madre para ella y menos soy un ejemplo a seguir. Aunque me envía fotos a mi correo, es bellísima y heredo de mí. Mi figura se parece un poco a mí cuando era joven, aunque su cabello es un poco extraño porque tiene partes rojas con amarillo, tiene los ojos azules, zafiro como los de su padre. Estudio en la mejor universidad de Italia, sabe hablar muy bien el español, inglés, francés e italiano.     

—Wow —murmuró sonriendo—. Preséntamela a ver si me casó con ella —soltó bromeando.

—¡Abuelo! —exclamaron sus nietos asombrados.

Nicolás soltó una carcajada. 

—Me encantaría que se casara con unos de mis nietos. Mmm puede ser… Máximo o Mario —comentó con firmeza.  

—Pues no sé —soltó sonriendo—, eso es cuestión de ella.

Fiorella entró al club, los hombres solteros, casados o acompañados no podían evitar de mirarla. Era una mujer muy hermosa.

—Mira lo hermosa que es esa joven —habló Nicolás asombrado—. Es muy hermosa.

Sus nietos voltearon, su abuelo era de muy poco asombrarse.

Máximo quedó sorprendido, al verla así vestida, tan hermosa y espectacular. 

—Es muy hermosa —habló en voz baja Mario.

—Es una mujer hermosa —comentó Rosalie sin dejar de mirarla.   

—Es que tiene a quien salir —sonrió Fiona—. Ahora vengo —dijo levantándose de su silla, camino adonde se encontraba su hija Fiorella—. Hola, cariño.

Fiore quedó muy quieta, sus sentimientos se mezclaron, sentía deseos de llorar y abrazarla, decirle que la amaba y que volvieran a estar juntas, y comenzar de nuevo. Pero, sabía que jamás pasaría.   

—Hola, Fiona —habló seria.

—Hola, cariño —dijo alegre—. Ven, quiero presentarte a alguien —anunció agarrándola del brazo y jalándola. Su madre se la llevó hacia la mesa de la familia Greco—. Hola de nuevo, aquí la traje.

Fiore sintió muy tensa al ver a Máximo allí sentado y mirándola con una pasión enorme, sintió como su cuerpo se estremecía por dentro. Tendrá que sonreír y actuar como si no pasará nada.

—Buenas noches —dijo educadamente.

—Buenas noches, preciosa —habló sonriendo Nicolás, notó lo seria que estaba Fiorella—. Perdón, pensé, que era un poco alegre como tu madre.

—No —afirmó seria—. No soy igual a Fiona Reyes —dijo soltándose de su madre—. Madre, mi amiga me llama —informó como Antonieta le hacía señas.  

—Ve cariño —dijo sentándose de nuevo.

Fiorella se retiró y sentó en la mesa de su amiga Antonieta.

—Discúlpala —comentó Fiona apenada—. Es que la crío su padre. Yo no tengo nada que ver con ella —confesó con seriedad—, es muy seria a su edad y eso que solo tiene veinticinco años.  

—Tranquila —dijo él sonriendo—. Es igualita a su padre de seria y respetuosa, nada a ti —soltando una carcajada.  

—¡Odioso! —exclamó entre risas—. En parte, siento que es mi culpa porque no la críe —confesó con una leve sonrisa—. Aunque Pedro me contó, que nunca fue una niña problemática, dejo de sonreír como lo hacía antes —suspirando—, soy un fracaso, lo sé, espero que ella llegue a ser una buena madre. 

—¿Está embarazada? —preguntó incrédulo Nicolás.

—No. Ella es especial —afirmó orgullosa—. Nada a mí, será madre cuando se case —aseguró vanidosa—, como debe de ser. 

—No como tú, eh —dijo arqueado la ceja—. Fuiste una traviesa.

—¡Ya! —exclamó con rudeza—. Es mi tesoro, no digan nada —les pidió guiñándole el ojo a los presentes.

Él sonrió.

—Tu secreto está a salvo.

Fiorella no regreso a la mesa después de una hora, platico un poco con el abuelo Nicolás Greco que la hizo reír como nunca con sus ocurrencias, Máximo les contó que, gracias a la ayuda de ella, pudieron encontrar a la pequeña Selena.




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