Capítulo # 3
En la mansión Di Rossi.
Fiore se despertó con un fuerte dolor de cabeza, por a haber llorado tanto toda la madrugada, se levantó, se dio un baño, se colocó un pantalón hasta las rodillas de color negro, una blusa rosada con unas sandalias bajita se maquilló un poco más de lo normal para que nadie notará las ojeras.
Al estar lista salió de la habitación, bajo para el comedor, pero solo su padre se encontraba.
—Buenos días, padre —dijo sentándose.
—Buenos días, hija —habló sonriendo—. ¿Y cómo te fue anoche?
—Muy bien —respondió con una leve sonrisa—. Sabes, tengo que darte una noticia.
En ese instante apareció Mariela, con su hermana y hermano, y se sentaron.
—¿Y qué es lo que me vas a decir cariño? —preguntó él mirándola.
—Pues bueno —dijo sonriendo—. ¡Me voy a casar, dentro de unos días!
Pedro quedó atónito, su esposa y su otra hija también.
—¿Es una broma? —preguntó serio, su hija todavía estaba muy joven para el matrimonio.
—No lo es —afirmó con seriedad—. Me casó con Máximo Greco.
—Sí. Ayer los vi besándose —habló su hermano—. Viene hoy a pedir su mano.
—¡No y no! ¡Mi hija está muy pequeña para el matrimonio! —exclamó furioso.
—Amor —intervino su esposa mirándolo—. Está en buena edad para casarse, es mejor que se casen…. Que hagan cosas indebidas.
—Yo también estoy de acuerdo —anexó su hijo.
—Felicidades, hermanita —sonrío Blanca.
—Gracias.
—¿Y cuándo será la boda? —preguntó su madrastra.
—Unos días —informó con suavidad—. Creo que este viernes.
—Es demasiado rápido —soltó su progenitor—. ¿Cuál es la prisa?
Fiore se hacía la misma pregunta, lo descubriría hoy cuando llegara su futuro esposo. ¿Por qué se quería casar tan pronto con ella?
—Nos amamos tanto —mintió sonriendo—, no queremos esperar.
—¡Felicidades, hija! —habló nuevamente Mariela alegre.
—Gracias.
Desayunaron tranquilamente, no tocaron el tema del matrimonio.
Fiorella se quedó en su habitación el resto del día, esperando a que llegue la noche para platicar seriamente con Máximo.
Pasaron las horas y Fiore se sintió nerviosa como si ese día en realidad fuera el día más importante de su vida.
—Son las ocho —comentó desde la puerta Blanca.
Ella se sobresaltó un poco, pero sonrío.
—Sí.
—Tienes que ponerte, hermosa —dijo seria—. Hoy pedirán tu mano, estás como si nada.
—No sé, que ponerme —confesó con sinceridad, se encontraba tan nerviosa que no podía pensar nada bien.
—Déjame ayudarte —se ofreció entrando a la habitación, se acercó al closet y tomó un vestido negro corto—. Este te quedará perfecto, con un collar de diamantes.
—Está perfecto —dijo tomándolo—. Eres buena, tienes un buen gusto.
—Claro, soy modelo… Niña —le recordó riéndose—. Déjame buscarte los zapatos.
—Gracias por la ayuda —murmuró feliz, Blanca jamás se había comportado tan amable con ella, desde que se convirtió en una adolescente.
Blanca fue de gran ayuda, termino de arreglar a su hermana mayor dejándola preciosa.
—Estoy preciosa —comentó emocionada.
—Ya lo eres —afirmó alegre—. Yo también me daré un baño rápido, para conocer a mi cuñadito —dijo saliendo de la habitación con rapidez.
El timbre sonó.
Fiore se estremeció, tenía que ser él… Nadie más podría ser, salió de su habitación y bajo las escaleras con cuidado por los tacones.
Abrió la puerta y quedó enamorada al verlo de esmoquin, su pelo hacia atrás y una sonrisa demasiado embriagadora.
—Buenas noches, preciosa —dijo él sensualmente—. ¿Cómo estás?
—Buenas noches, Máximo —contestó con tranquilidad—, pasa.
—Y, ¿cómo estás? —volvió a preguntar.
—Muy bien.
Caminando hacia ella y tomándola por la cintura.
—Me gusta, que me reciban con un beso en los labios —explicó mirándola a los ojos, se inclinó y la beso con una fuerza… Fiore sintió que moriría por dentro, colocó sus brazos alrededor de su cuello para profundizar más el beso. Él separó de ella—, eres tan deliciosa.
Ella abrió los ojos lentamente y se sintió frustrada, quería seguir besándolo más y más.
—Por favor —dijo sonrojada.
Sonrió con malicia.
—Me encanta, verte sonrojada. Te da un toque de inocencia —dijo tocándole los labios con sus dedos—. Eres tan hermosa.
—Basta —susurró.
—Buenas noches —habló Pedro Di Rossi con seriedad.
—Buenas noches —habló Máximo, agarrando por la cintura a su prometida—. Me imagino que sabe la nueva noticia.
—Sí —afirmó con firmeza—, según mi hija. Usted se quiere casar con ella.
Máximo no pudo evitar reflejar una sonrisa en sus labios, no debía de ser fácil para un padre dejar casar a una hija con un hombre como él, que tiene una reputación de mujeriego.
—Señor Pedro, vengo a pedir la mano de su hija Fiorella Di Rossi —anunció con formalidad.
—¿Y para cuándo será la boda?
Fiore miró a su padre extrañada, en la mañana se encontraba muy furioso por su matrimonio, ahora se encontraba de acuerdo con todo aquello y lo peor que se sentía como una mercancía que estuviera comprando Máximo Greco.
—Será este viernes. Por la noche.
Pedro lo miró con seriedad y sonrío.
—Les doy mi bendición —anunció orgullo—. Mi hija es una joya muy preciada para mí, espero que sepas cuidármela.
—Por supuesto —dijo con honestidad—. Confié en mí, no lo defraudaré.
—Eso espero —dijo dándole un abrazo—. ¡Bienvenido hijo a la familia Di Rossi!
—Gracias.
—Papá. Gracias por aceptar nuestro matrimonio, sé que es un poco precipitado, pero…. Lo hacemos por amor —habló muy convencida.
—No tengo dudas de eso, hija —afirmó sonriendo, su esposa lo había convencido de que dejara a su hija casara porque estaba segura, ella estaba embarazada y por eso las prisas. Y como siempre, él había hecho lo correcto dejarlos unirse en matrimonio.