Capítulo # 4
En la mansión Di Rossi.
En el jardín.
—Sí —afirmó sonriendo—, por su altura pensé que solo tenía unos veintidós o veintitrés años, cuando fui a pedir la mano de Fiore me enteré, de todas las edades de ellos, por mi suegro. Me contó un poco de su historia.
Mario se sintió confundido y con ganas de gritar con mucha ira, esa niña se burló de él de la peor forma, le dijo que tenía veintidós años se convirtió en su amante en menos de una semana. En el sexo se llevaban de maravilla, no se perdonaba no darse de cuenta que era una adolescente.
—Ahora vengo —dijo él retirándose.
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En la habitación de Fiorella.
—Gracias por estar a mi lado todo este tiempo —dijo Fiore mirando su madrastra—. Has sido con una verdadera madre para mí, siempre estaré eternamente agradecida por todo lo qué has hecho. Te quiero mucho Mariela —dijo agradecida y abrazándola con cariño.
Mariela se separó bruscamente de ella.
—De nada —habló seria—. Jamás te quise con una hija, más bien siempre te he odiado. Fuiste una pesadilla en mi camino, Gerardo no me dio tantas trabas como fuiste tú.
Fiore observó el rostro de su madrastra y esa no parecía la madrastra que estuvo con ella en los momentos más importantes, cuando la consolaba a la hora de necesitar a una madre. ¿Por qué la odiaba? Sí, ella la quería tanto.
—¿Por qué? —preguntó desolada.
—Por la sencilla razón, que tu padre nunca mira a Blanca como lo hacía contigo, para él su único amor eres tú. Por eso te odio, estos años hice todo lo posible para que su padre se decepcionara de ti, te di los peores consejos. Nunca lo hiciste…. Pero esta vez, me siento feliz, le sembré a tu padre una duda.
—¿Qué le dijiste? —preguntó furiosa.
—Descúbrelo tú sola —dijo ella saliendo de la habitación.
Fiorella quería llorar, porque fue tan cruel en decirle eso el día de su boda. ¿Por qué? No espero otro día para decírselo, se sentó en la cama con cuidado para no dañar su vestido de boda, respiro tranquilamente y contó hasta diez para contener las lágrimas, no quería llorar y menos un día tan especial.
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Cinco minutos después.
Fiorella entró del brazo de su padre, al jardín lleno de flores y adornos por todas partes, dándole una decoración exquisita.
La novia, ni siquiera miró los adornos, ni las personas que se encontraban ahí, solamente miró con amor a Máximo, que se encontraba esperándola de pie y comenzar su matrimonio civil.
Pedro le entrego a su pequeño tesoro a Máximo.
—Cuídamela —le pidió con seriedad.
—Claro que sí —dijo él agarrándola del brazo con cariño.
Ella lo miró con ojos de enamorada.
El juez habló por un rato hasta que les pidió sus firmas para sellar su unión en vía legal, al darle permiso de besar a la novia.
Máximo beso a Fiorella con tanta pasión que ella no pudo evitar sonrojarse.
—¡Felicidades a los novios! —gritaron de emoción los familiares.
Todos se acercaron con cariño y los abrazaron deseándoles lo mejor.
Máximo tomó a su esposa por la cintura y la beso con tanta ternura que la lleno de esperanza.
—Estás hermosa —dijo Máximo mirándola con lujuria.
—Gracias —dijo con timidez—. Tú también estás muy guapo —expresó dándole un beso en los labios.
—Eso me encantó, esposa mía —confesó sonriendo—, bailamos —pidió al escuchar el sonido de la música.
—Claro.
Los esposos se dirigieron a la pista de baile, comenzaron a bailar, los invitados aplaudieron con mucha emoción, haciendo que los novios sonrieran.
—Míralos están felices —comentó Máximo pegándola más a su cuerpo—, parecen ellos los novios —susurrándole al oído.
Fiore se estremeció y le respondió:
—Lo estoy notando —afirmó alegre.
Máximo le dio una vuelta, con movimiento suave y la pego más a su cuerpo para después hablarle al oído.
—Estoy loco que llegue el momento que estemos solos —dijo el seductor.
Ella no puede evitar sentirse nerviosa.
—Yo también —dijo, sintió miedo, sabía que en cualquier momento llegaría. Tenía que poner de su parte para que su primera vez no fuera tan difícil.
Máximo sonrío con satisfacción, estaba loco de consumar su matrimonio y besarle todo su cuerpo.
—¿Puedo bailar, con mi cuñada? —preguntó su hermano Mariano.
—Claro que sí —afirmó el orgulloso.
Fiorella bailó con todos los Grecos, primero había sido su cuñado, después llego Mario y la pidió, luego su suegro y el abuelo de su esposo también se unieron, estuvo muy entretenida con su nueva familia, no paraba de reírse de las ocurrencias de su cuñado Mario, le recordaba un poco a su esposo en ciertas cosas.
—Estás muy feliz —comentó acercándose su hermana.
—Obvio —contestó sonriendo—. Así te presento a mi nueva familia.
—Lo siento —dijo sonriendo a los presentes—. Me llamaron para irme a Francia. Nos veremos después —anunció dándole un beso en la mejilla.
Blanca se fue.
—Es muy bella tu hermana —habló Mariano.
—Gracias, solo tiene diecisiete años, pero su altura hizo llamar la atención de una compañía de modelaje. Mi madrastra decidió meterla —contó con suavidad.
—No los aparenta —habló Mario—. Aparenta más edad.
—Sí, por eso la hemos protegido —explicó con seriedad y sentándose—. Se han enamorado hombres mayores y ella es una niña para tener ese tipo de relación.
Mario tomó un poco más de vino, si las dos familias descubrieran que Blanca era su amante, no podría imaginar que problema se armarían, tan solo pensarlo lo hizo sudar frío.
—Vengo por mi esposa —habló Máximo y sonriendo—. Es hora de que nos vayamos.
Ella se le quedó mirándolo, sus nervios volvieron a florecer.
—¿Tan pronto? —protesto.
—Sí —afirmó él sentándose a su lado.