Capítulo # 11
Fiorella despertó en una habitación muy extraña, al lado de ella se encontraba Máximo mirándola con preocupación. Intento levantarse, pero de nuevo tuvo que apoyar la cabeza en la almohada.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó su esposo, preocupado aún seguía muy pálida.
—Mejor —contestó más tranquila—. ¿Qué me pasó?
—Te desmayaste, gracias a Dios que Josué venía a buscarlas, cuando te encontró desmayada. Ahora te encuentras en la enfermería del club —explicó acariciándole el cabello.
—Quiero irme —pidió, quería alejarse de todos y estar en su casa.
—Claro. Antes de irnos para la casa, nos iremos a una clínica, ya está bueno de que estés así de enferma —comentó con voz firme—, hoy sabremos que tienes.
Ella solo asintió, solo esperaba que no tuviera nada malo.
Al sentirse mejor se fue con su esposo, caminando con tranquilidad sin ninguna ayuda de los demás presentes.
Platicaron y decidieron irse con ellos para la clínica y así saber qué estaba pasando realmente con ella, no podían creer que estuviera sintiéndose mal cada momento peor, aunque ella no decía nada, en esa parte era muy terca.
—Buenos días —habló un médico acercándose a ellos.
—Buenos días —respondió Máximo—. Doctor, venimos que le haga, unos exámenes a mi esposa.
—¿Se encuentra en ayuna? —preguntó mirándola.
—Sí.
—Venga conmigo —ordenó caminando, mientras ella lo seguía.
—Pensé que Fiore había desayunado —comentó Dana.
—Yo también lo creí —afirmó Máximo furioso.
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En el laboratorio.
—Señora, le haré una prueba de embarazo —anunció mirándola y notando su asombro—, me parece que usted está embarazada.
—¿Por qué lo cree? —preguntó incrédula.
—Así le paso a mi esposa. Me la recordó por lo delgada que es usted —confesó sonriendo.
—Su esposa, esta…—dudando en decirle, estaba muerta.
—No, está viva, pero se puso gordita después de tener a nuestros hijos —expresó con amor—, se puso más buena —guiñándole el ojo.
Ella soltó una carcajada.
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Dos horas después.
En la cafetería.
—Ya estoy bien —dijo Fiorella quejándose como su esposo, la obligaba a comer un pan tostado.
—Come —ordenó.
—Amor, por favor —pidió, seria.
—Come prima —habló Josué, preocupado, siempre había sabido la salud de ella y tenía miedo de que recayera.
—Está bien —insistió resignada.
—Buenas —habló el médico llegando—. Ya están listo los resultados.
—¿Y qué tiene? —preguntó Dana.
—Es mejor que venga, la pareja —aclaró serio.
—Vamos, amor —habló Máximo preocupado.
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En el consultorio del doctor.
—Dígame, ¿qué tengo? —preguntó asustada Fiorella.
—Sí, ¿qué tiene mi esposa? —preguntó, angustiado.
—Bueno, en unos meses todo pasará —aclaró serio—, lo único que puedo decirles que… ¡Felicidades, están embarazados! Bueno, la señora Fiorella —dijo sonriendo.
—¡Embarazada! —repitió Máximo, sin poderlo creer.
—Voy a tener un bebé —dijo ella tocándose el vientre—. ¿Estamos bien? —preguntó inquietada.
—Bueno, todo normal. Un poquito de anemia —explicó con tranquilidad—. Tomando vitaminas, todo perfecto. Ya tienen su primera cita con la ginecóloga.
—Gracias —dijo agradecido él y muy feliz.
—Mil gracias —dijo Fiorella emocionada.
—Vayan con Dios.
—Embarazados —dijo Máximo eufórico, al salir del consultorio.
—Vamos —dijo ella jalándolo y se dirigieron a ginecología.
Al llegar la doctora, lo estaba esperando y la reviso. Descubrieron que tiene dos meses de embarazo, todo marchaba perfectamente, le explicó que todo lo que había sentido era normal y que tratara de descansar un poco más y no estresarse, que eso le hacía daño al feto.
Máximo no perdió la oportunidad y llamo a toda la familia para darle la buena noticia.
—¿Qué dijeron? —preguntó Dana.
—En siete meses seremos padre —anunció orgulloso Máximo.
—¡Felicidades! —gritaron de emoción los demás.
—Gracias —dijeron futuros padres.
—Ojalá que sea una nena —comentó sonriendo Josué.
—Más niñas —miró su esposa—, que sea un nene.
—Lo que venga es bueno —aseguró sonriendo Fiorella—, lo importante que será nuestro primer bebé.
—Tienes razón —afirmó Daniel—, deberíamos irnos.
—Vámonos amor —habló Dana sosteniendo a su hija—. Danne tiene hambre.
—Sí.
Todos se fueron juntos… Daniel dejó a la pareja en su casa, se despidieron y siguieron.
—¿Y cómo te sientes amor? —preguntó feliz.
—Bien —respondió alegre—, me iré a dormir un rato.
—¿Estás segura?, ¿estás bien? —preguntó, alarmado.
—Cariño, no he tenido un buen día —aclaró subiendo las escaleras.
—Espérame —pidió siguiéndola.
Ella se metió directo a su habitación y se acostó, sin importarle que aún llevara zapatos, no podía creer que estuviera embarazada. Sí, lo sospecho, pero Máximo la hizo dudar y para completar lo de Aida, fue lo último. Ahora entendía por qué Máximo estaba obsesionado con tener un hijo, porque su bebé sería el reemplazo que “según el que perdió”
—¿Qué piensas? —preguntó él acostándose a su lado.
—En lo desgraciado que eres —soltó mirándolo con furia a los ojos.
Máximo quedó estático y mirándola con confusión.
—¿Por qué me hablas así? —preguntó, serio.
—Ya entiendo, la obsesión de tener un hijo, querías reemplazar el bebé que perdió tu amante.
—¡Qué locuras dices!
—Lo sé todo Máximo. Te odio por esto —confesó airada—, quiero el divorcio y me importa un pepino, tu maldita opinión —levantándose de la cama y saliendo de ahí, dejando a él sin palabras.
Fiorella se encerró en la habitación de huéspedes, lloro largamente, lo odiaba como podía haberla engañado y no contarle la verdad, acaso no le tenía confianza y para completar. Aún no creía en su supuesto “Amor”