Capítulo # 12
En la empresa Greco.
—Sí, madre —habló él por vía telefónica, explicándole a su madre del embarazo de Fiorella, su madre aún no lo creía.
—Dile que se cuide mucho —pidió emocionada y muy feliz—, dile que la quiero muchísimo.
—Sí, madre —afirmó sonriendo—, le diré todo lo que dices, adiós —cortando—. ¿En qué estábamos? —preguntó mirando a la abogada de la empresa de Gabriela de Palmer, mujer alta y esbelta, piel blanca, ojos negros de color café y con cabellera roja.
—Estamos, sobre los documentos de legalidad de la empresa —comunicó ella.
—Gracias, señorita Amelia. Se lo agradezco —agradecido que Gabriela, que le hubiera enviado a su mejor abogada, para ayudarlo con un problema que se estaba presentado en la empresa.
—Es un placer —afirmó alegremente—. Lo importante, todo está en regla y solo hay que esperar.
—Está bien.
—Nos vemos —dijo levantándose de su asiento—. Nos veremos en otra oportunidad —comunicó con cordialidad.
—Te acompaño, hasta la salida —se ofreció.
—No —dijo con normalidad—, sería mucha molestia.
—Vamos, señorita Amelia, camine —ordenándole.
Ella no le agradó mucho, siempre sabia lidiar con hombres autoritarios.
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Horas después.
En la mansión Greco Di Rossi.
—Deja —dijo Fiorella seria como su esposo le acariciaba el vientre, eso le molestaba porque no solo le acariciaba el vientre, también las piernas
—Yo no estoy, haciendo nada malo —aclaró sonriente y malicioso a la vez.
—No estoy de humor —dijo seria—, déjame.
—Sí, señora —dejándola tranquila y levantándose de la cama—. Me voy a dormir —haciendo un falso bostezo, aun su esposa no quería volver con él a su habitación—. Si te sientes mal, avísame.
Ella solo asintió y Máximo se fue.
Máximo al entrar a la habitación se quitó la ropa, quedó en ropa interior, se acostó enorme cama y aún podía oler el perfume de su esposa en la almohada, apenas llevaba dos días sin ella y la extrañaba horrores, la amaba, se arrepentía en no decirle la verdad, tenía que recuperarla.
Fiorella quería dormir en su cama y con su esposo al lado, su orgullo se lo impedía, tenía que admitirlo, era muy orgullosa; se cambió de ropa y se fue acostar.
Aunque no tenía sueño, necesitaba hacerlo, se movía mucho y no podía dormir, así fueron pasando las horas, miró el reloj y tres de la mañana, se levantó y salió a caminar, en eso sintió que algo le mordió el pie y grito con mucha fuerza.
Máximo despertó por el grito y salió corriendo, al llegar al pasillo, encontró a su esposa asustada y llorando, al lado de ella Tony el perro de ella.
—¿Qué pasó? —preguntó acercándose a ella.
—Me asusto —confesó abrazándolo de miedo—, me mordió —sollozando.
Él le entró una ira, quería matar al perro y notó que Tony estaba intentado acercase a su dueña, observó lo asustado que estaba también.
—Ven —dijo cargándola—, vamos a revisarte.
—Sí —colocando sus manos alrededor de su cuello.
Entró a la habitación con su esposa en brazos y la sentó en la cama, la reviso, solo vio un pequeño apretón.
—Solo fue un susto —afirmó mirándola y percibió que aún seguía pálida—. ¿Qué pasa?
—Tengo miedo —confesó poniéndose las manos en el vientre—. Y sí, le pasa algo al bebé.
—No cariño —dijo sentándose al lado de ella—. Ven, vamos para tu habitación, así descansa.
—No quiero —abrazándolo—, déjame dormir contigo, tengo miedo.
—Cariño, claro que sí —dijo dándole un beso en la frente, la ayudo a acostarse en la cama y la miró—. Duerme, eso te hará bien.
Ella solo dio un suspiro y cerró los ojos lentamente, él la abrazó, quedaron dormidos profundamente, el despertador sonó, señalando que era la siete de la mañana, Máximo lo apago y observó que su esposa ni lo sintió. Se levantó y se dirigió al baño.
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Dos minutos después.
Máximo se vistió con cuidado para no despertar a su esposa, para que la luz no la molestara encendió una pequeña lámpara que no alumbraba mucho, al terminar le dio un beso en los labios y se fue.
Fiorella movió su mano para encontrar a su esposo, tocó que nadie estaba ahí, abrió los ojos y se levantó un poco quedando sentada en la cama, miró la hora ya eran las nueve de la mañana, notó que el sol aún no había salido y se levantó al hacerlo, vio unas nubes negras que iluminaban en el cielo, sintió un miedo enorme, camino hasta la cama y agarró su celular, llamaría a Máximo para que viniera a casa, tenía un mal presentimiento.
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En la empresa Greco.
Máximo no podía creer su mala suerte, el tráfico terrible en la mañana y para completar, algunos trabajadores no habían podido llegar porque una parte de la ciudad estaba lloviendo con mucha fuerza, escuchó en la radio que entró una pequeña parte de un huracán. Muchos le aseguraron casi nunca pasaba, algunos le comentaron de lo sucedido en Vargas que fue una catástrofe, sintió que su celular sonaba y contesto:
—Bueno —respondió.
—Ven —pidió Fiore asustada, sentía como las ventanas sonaban de lo fuerte del viento—, estoy asustada.
—Tranquilízate. Me iré para allá —dijo cortando y tomando las llaves de su auto, en el camino se encontró con algunos empleados y le pidió que cerrarán la empresa, todos se fueran para su casa.
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En la mansión Greco Di Rossi.
Fiorella estaba aún en la habitación, entro su sirvienta Olivia para asegurar las ventanas y Juliana se apareció con el desayuno.
—Señora no se preocupe —comentó la joven—. Es mejor que desayune, eso es bueno en su estado.
—Gracias —dijo levantándose y dirigiéndose al baño, al tener alguien en la habitación, se sintió muy seguro. Al terminar de acercarse se fue a desayunar y se comió todo.