Claire
Después de decírselo, su reacción fue exactamente la que temía.
Grayson Locke era el tipo de hombre que pensaba que podía arreglar cualquier situación con dinero, control y órdenes.
—Vas a necesitar un abogado —dijo al día siguiente, tras aparecer sin avisar en la salida del hospital—. Para establecer responsabilidades, custodia. Yo me haré cargo.
—¿Responsabilidades? ¿Custodia? ¿Estás planeando comprar acciones de mi útero también?
—Claire…
—No me hables como si yo fuera una inversión más.
Él me fulminó con la mirada.
—No estoy jugando, Claire. Ese bebé es mío también. No voy a quedarme al margen como si fuera un desconocido.
—¿Y qué sabes tú de estar presente, Grayson? —Mi voz tembló—. ¿Sabes lo que es tener miedo de criar sola a un hijo? ¿Tener que levantarte con náuseas a las cinco, ir a salvar vidas y volver a casa sin nadie que te espere?
—¿Y tú crees que yo tuve una infancia ideal? ¿Una familia funcional? —espetó, dando un paso hacia mí—. No sabes nada de lo que me cuesta… confiar en alguien.
Nos quedamos mirándonos, ambos heridos y a la defensiva. Yo respiraba rápido. Él apretaba los puños como si contuviera el impulso de gritar o abrazarme. No supe cuál de las dos opciones me aterraba más.
—No quiero tu dinero. Ni tu control. Quiero tranquilidad —dije, finalmente—. Este bebé va a crecer conmigo. Y si quieres estar, tendrás que ganarte ese lugar. No imponerlo.
Y me fui. Dejándolo solo en medio del pasillo.
Con la misma intensidad con la que me había dejado él aquella noche.
Esta vez, era yo quien cerraba la puerta.