Claire
El consultorio estaba en silencio.
Pintura recién aplicada. Ventanas amplias. Luz natural entrando a raudales. Era perfecto.
Mi jefa me lo mostró sin mucha ceremonia, diciendo que había sido una donación privada. Un impulso inesperado. Una sala nueva de atención interna para pacientes vulnerables, completamente equipada. Con mi nombre en la placa.
Dra. Claire Whitmore – Medicina Interna.
Sentí un nudo en la garganta.
—¿Quién…?
—No quiso decírmelo —respondió con una sonrisa enigmática—. Solo insistió en que tú lo merecías.
No hizo falta más.
Lo supe.
***
Esa noche, caminé hasta su edificio.
No tenía claro qué le diría. Solo sabía que algo en mí cambió. Que ya no podía seguir fingiendo que lo odiaba cuando una parte de mí lo buscaba incluso dormida.
La asistente me dejó pasar. Subí al ático, y lo encontré en su oficina, sin chaqueta, revisando papeles con una expresión concentrada.
Cuando me vio, se puso de pie de inmediato.
—Claire…
—¿Por qué?
—Porque fue lo correcto —dijo—. No quería comprarte. Solo quería que siguieras ayudando como sabes hacerlo. Porque incluso enojada… sigues siendo la mujer más brillante que he conocido.
Me acerqué. Respiré hondo. Sentí al bebé moverse, como si también supiera que algo importante estaba por suceder.
—Te fuiste de mi vida cuando más miedo tenía. Y en lugar de buscarte, firmé un contrato para protegerme.
—Lo sé —murmuró—. Y lo lamento todos los días.
—Pero volviste. Y cambiaste. Sin esperar nada. Eso… eso sí lo vi.
Sus ojos brillaron.
—¿Eso significa que me perdonas?
—Eso significa —dije, con una sonrisa que tardó semanas en formarse— que podemos volver a intentarlo.
Me abrazó como si tuviera miedo de que desapareciera.
Y por primera vez, me dejé sostener.