Grayson
Cuando vi el número en la pantalla, sentí una descarga helada por la espalda.
Sienna.
No había hablado con ella en más de un año. Lo nuestro había sido físico, fugaz. Sin sentido. Como casi todo en mi vida antes de Claire.
No respondí. Pero el mensaje llegó igual:
Tenemos que hablar. Es importante.
La borré. No iba a dejar que el pasado interfiriera con el presente.
***
Claire tenía un turno largo en el hospital, así que fui por ella con algo de comida para cenar. El plan era simple: verla sonreír, abrazarla y dormir abrazados mientras el bebé pateaba en medio de los dos.
Pero cuando entré en la sala de urgencias, todo cambió.
Uno de los residentes me reconoció. Me llevó a una esquina.
—Está con dolor abdominal leve. La están monitoreando.
No escuché más. Solo caminé hasta su cubículo como si el aire se hubiera evaporado.
Claire estaba sentada, pálida, con una vía en el brazo.
—Estoy bien —dijo en cuanto me vio—. Fue solo un susto. El bebé está bien.
Me acerqué. Le tomé la mano. Fría. Frágil.
—¿Por qué no me llamaste?
—Porque no quería que entraras en pánico.
Demasiado tarde. Ya lo estaba.
***
Esa noche no dormimos. Ella en cama. Yo en una silla a su lado. El monitor de latidos nos recordaba que el bebé seguía ahí. Firme. Valiente.
Y mientras escuchaba ese sonido constante, supe que ya no podía seguir huyendo del pasado. Ni del futuro.
Había cosas que necesitaba arreglar. Primero con Claire. Luego conmigo.
Editado: 01.07.2025