Solo eres tú, Estrellita.

Capítulo 2

Mientras los demás disfrutaban de la velada, su prometida permanecía alejada, como sumida en sus propios pensamientos. Él no podía dejar de sospechar que su madre era la causa de su desdicha. Lentamente se acercó a ella; notó que su mejilla estaba húmeda por las lágrimas recientes.

—Mi estrellita, es tu fiesta… no deberías dejar que nada ni nadie te haga sentir mal —dijo con suavidad. Clarisa levantó la cabeza, tratando de mostrar una sonrisa.

—Tienes razón… no debería dejar que nada me afecte, y menos ahora que pronto me iré de su lado. Pero es inevitable. Aún me duele su rechazo. Es mi madre, y me siento muy parecida a ella. Nunca supo darme cariño. Todo eso lo recibía de papá o de mi nana —su voz sonaba débil, mientras se limpiaba las lágrimas y abrazaba su propio cuerpo en busca de consuelo.

Él se acercó y la abrazó con cuidado.

—Espero que algún día ella pueda valorar la gran hija que eres —dijo con ternura. Clarisa asintió, suspirando, y juntos observaron cómo las estrellas iluminaban la noche. La luna llena bañaba el jardín, haciendo brillar cada flor. Él tomó su mano y caminaron juntos por el sendero del jardín.

—La estrella que está junto a la luna siempre ha sido mi favorita. Cada vez que la veo, pienso en mi madre. Ella fue una luz en nuestras vidas. Papá solía decir que apareció en sus momentos más oscuros y que fue su motor para seguir adelante. Cuando falleció junto a mi hermana, pensé que él no podría continuar. Sin embargo, siguió adelante, trabajando día y noche, y aunque parecía fuerte, siempre encontraba un momento para observar el cielo con nostalgia. Una noche, me acerqué a él y me dijo con voz cargada de emoción:

—'Tu madre siempre nos cuidará desde el cielo, es la estrella más brillante junto a la luna.'

Vi una lágrima rodar por su mejilla y entendí que lloraba en silencio cada noche, mientras contemplaba las estrellas.

—Es doloroso perder a una madre —comentó Alessandro, respirando profundamente el aroma de las flores.

—Pero siempre permanece en nuestro corazón —dijo Clarisa, acercándose para darle un dulce y suave beso—. Te amo, estrellita.

De repente, un fuerte estruendo proveniente de la mansión interrumpió el momento. El ruido retumbó en sus oídos, y un frío miedo los recorrió.

—¡Dios mío! ¿Qué fue eso? —preguntó Clarisa, con la voz temblorosa.

—No lo sé… esto no parece estar bien —respondió Alessandro.

Corrieron hacia la mansión y la encontraron envuelta en llamas. Personas corrían asustadas y gritando. El corazón de Clarisa latía con fuerza; Alessandro la sostuvo con firmeza. Entre el caos, un grito familiar lo sacó de su aturdimiento.

—¡Alessandro, corre! ¡Llévate a Clarisa! —era su padre, con dificultad para moverse, pero con una expresión llena de preocupación.

—¡Papá! —gritó, incapaz de reaccionar ante la escena.

—No te detengas… protéjanse —fueron las últimas palabras que pudo escuchar.

Alessandro, con el corazón acelerado, tomó la mano de Clarisa y corrió con todas sus fuerzas. La mansión parecía un laberinto de fuego y humo, y la confusión lo embargaba. Recordó las palabras de su padre:

"Ponte a salvo."

Se refugiaron en una cueva rocosa cercana. Clarisa apenas podía respirar, su cuerpo temblaba y sus manos estaban sudorosas.

—¿Qué está pasando? ¿Mis padres, todos…? —preguntó entre sollozos.

—Debemos mantenernos juntos y alejarnos antes de que nos encuentren —dijo Alessandro, con voz firme, aunque el miedo lo invadía.

En la oscuridad, escucharon pasos y voces acercándose.

—¡Allí están! —gritaron los perseguidores.

—No pueden atraparnos —susurró Alessandro, apretando la mano de Clarisa.

—Entréganos a la chica.

—Nos quieren por mi… — susurro ella con temor.

—No importa quién sea, no permitiré que te hagan daño —respondió él, decidido.

Alessandro comenzó a correr, guiando a Clarisa por caminos irregulares entre rocas y vegetación. Los perseguidores los alcanzaban rápidamente, y el sonido de pasos y voces llenaba la noche. Cada instante era una prueba de resistencia y valentía.

—¡Corre! —gritó Alessandro, al ver a los hombres acercándose.

Clarisa, confiando en él, se levantó y corrió a su lado. Cada movimiento era un desafío, pero sabía que juntos podrían sobrevivir. La adrenalina les permitió avanzar a toda prisa, sin mirar atrás, hasta encontrar un lugar temporalmente seguro.

—¿Estás bien? —preguntó Alessandro, preocupándose por ella.

—Sí… gracias a ti —respondió Clarisa, todavía temblando, mientras se apoyaba en su brazo.

Alessandro respiró hondo. Nunca había enfrentado algo así, pero estaba dispuesto a proteger a su estrella a toda costa. Más allá de quién estuviera detrás de ellos o del peligro que corrieran, sabía que no podía separarse de ella. La noche avanzaba, y con ella la incertidumbre, pero también la certeza de que juntos podrían superar cualquier adversidad. Sin embargo sin verlo venir aquellos ya estaban cerca y los habían encontrado.

—¡Deténganse!.

—Déjenla en paz —rogó al ver que Clarisa estaba agotada.

—Ríndete o habrá consecuencias. Marcos, ve por la chica, yo me encargo de este —dijo el hombre, con determinación.— Reúnete con los demás, apresúrate —le indicó a su compañero.

—No, eso no lo permitiré —respondió Alessandro.

Esperó a que el hombre se acercara un poco mas y, al notar que estaba cerca, se defendió con rapidez. Marcos intentó tomar a Clarisa del brazo, y Alessandro lo detuvo con fuerza. Clarisa gritó asustada, y Alessandro la protegió inmediatamente.

—¿Estás bien, lucecita? No te hicieron daño —le preguntó, preocupado. Ella negó con la cabeza, aún en shock.

Alessandro la levantó con cuidado; jamás había estado en una situación así, pero haría todo lo posible por cuidarla. Corrió con ella, sin saber exactamente a dónde dirigirse, consciente de que podían estar siendo seguidos. Observó la mano de su novia; estaba lastimada. Sacó el celular de su saco y vio la hora: más de las 12 de la madrugada. No había señal.




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