Solo eres tú, Estrellita.

Capítulo 10

Clarisa sentía que su mundo se desmoronó al presenciar a su novio intimidando con esa mujer. La escena le resultó espantosa y asquerosa. Sobre todo repugnante. Corrió hacia el cuarto y se refugió debajo de la cama, su corazón dolía tanto que sentía que podría arrojarse por un precipicio. No sabía qué hacer, se preguntaba por qué él había hecho eso. ¿Acaso no había sido suficiente para él?

La puerta se abrió y supo que era él.

—Clarisa, mi amor, por favor...— Intentó taparse los oídos para no escucharlo, pero era inevitable.

—¿Por qué me has engañado?— preguntó entre sollozos.

—Te juro que tengo una explicación, pero primero necesito entrar al baño. Perdóname, nunca te engañaría intencionalmente. Solo tienes que saber— No le permitió terminar. Le golpeó varias veces en el rostro, gritando entre lágrimas desgarradoras. ¿Cómo podía intentar justificar lo que acababa de ver?

—¡Porque, yo te amo y te entregué mi virginidad! ¡Dime qué hice mal! ¡Te odio! Maldito, ¿cuántas veces me has engañado con ella y con otras? Me das asco.

Cayó de rodillas y lloró. Él se acercó y la abrazó. Forcejeó para liberarse de su abrazo, le daba asco su tacto. Intentó zafarse, pero él no se lo permitió. Sujetó su cabeza y la acurrucó en su pecho duro. Podía sentir cómo sus lágrimas mojaban su rostro, mientras él le pedía perdón una y otra vez. Negó con la cabeza, no quería perdonar lo que le había hecho. Al parecer, no había sido suficiente mujer para él.

—Estrellita, te juro que todo lo que hice fue sin querer...— No podía creer hasta dónde llegaba a mentir. ¿Quién haría algo así sin querer, cuando ella lo había visto todo?

—Suéltame, me das asco...— murmuró cerca de su rostro.

—Todo tiene una explicación, tú eres la única.—le explico pero ella se negó

—Eres un maldito mentiroso. No te creo nada, Alessandro— su cuerpo se tensa, y puedo sentir sus lágrimas. ¿Por qué actúa así si me engañó? Se dijo así misma.

—Ella me amenazó, dijo que si no me convertía en gigoló, te entregaría a esas personas— no puedo creer que sea cierto. Clarisa estaba cegada por los celos.

—¿Por qué les harías caso?— preguntó temblorosa. Quiza solo te lo dijo para que te vendieras a ella.

—Te juro por nuestros padres que ella me amenazó con entregarte a quienes nos persiguen. Todo fue una maldita trampa, Lucecita. Jamás haría esto con nadie que no seas tú, pero tenía que hacerlo por ti, por mí. Créeme, jamás te engañaría por ningún motivo, pero las circunstancias se dieron y debía hacerlo, con tal de que estés bien, mi amor.— Llora mientras la abraza con fuerza, hasta que su cuerpo tiemble. Alessandro se levanta junto con ella, la deposita con cuidado sobre la cama y se dirige rápidamente al baño. Puedo escuchar el sonido de sus arcadas. Mientras tanto, Clarisa abraza la almohada, dejando escapar lágrimas de sus ojos. Siente que su corazón duele intensamente, sin saber cómo procesar lo que acaba de escuchar. Aunque algo en su interior le dice que él está diciendo la verdad, no está segura de si podrá soportar que continúe teniendo intimidad con otra persona, incluso si es para protegerla.

Clarisa finge estar dormida cuando Alessandro se recuesta a su lado, sintiendo cómo la cama se hunde ligeramente bajo su peso. Él acaricia su cabello, mientras ella lucha por contener las lágrimas. Debe ser fuerte y, desafortunadamente, apoyarlo, aunque todo esto sea culpa suya.

—Mi estrellita, no te apagues. Te necesito fuerte para que seas la que alumbre mi camino hasta el final—susurró besando la sien de Clarisa. Se pegó más a su cuerpo y le susurró palabras de amor. Y aún no sabía qué hacer. Lo amaba tanto que le dolía verlo de esa manera.

—No se que decirte — murmuro asustada.

—Conocí a una persona que nos ayudará a salir de este infierno. Solo debemos ser fuertes y esperar. Ella es agente secreto de la D.A.— dijo con un poco de esperanza.

—Aless, ¿de verdad no me estás mintiendo?— susurró, girando su rostro hacia él.

—Te juro que todo es por protegerte. No podría estar con otra disfrutando, solo es para que ellas disfruten. Además, me causan asco, repulsión. Jamás podría gozar lo que disfruto contigo. Te amo a ti y me duele estar haciendo todo esto— su voz sonaba apagada, lágrimas rodaban por su mejilla. Besó sus labios y ella asintió.

—Te amo, Aless, y me duele todo esto, pero ¿qué más podríamos hacer?

Él puso su mano en su mejilla y la miró con sus ojos apagados. Lo había juzgado sin saber realmente lo que él había sufrido al tener sexo sin ser su voluntad. Ahora se sentía culpable. Pero un día no muy lejano, esas personas pagarían muy caro toda esa mierda... en la vida todo se paga.

Ella se levanta de la cama con cuidado, tratando de no hacer ruido que pueda despertar a su pareja. Las manos de él sujetan su diminuta cintura mientras ella se dirige al baño. Al quitarse la ropa, un fuerte dolor se apodera de su vientre, haciéndola retorcerse instantáneamente. Una línea de sangre comienza a descender por su pierna, provocando pánico en ella.

—¿Qué me está pasando?— se pregunta a sí misma, mientras el dolor aumenta y la sangre fluye con más intensidad. Incapaz de moverse, siente crecer su preocupación. —¡Alessandro!—exclama, llamando a su pareja con urgencia. —Aless, ¡ayúdame!

En segundos, Alessandro entra en el baño, aparta la cortina de la ducha y se acerca a ella con expresión preocupada. —¿Qué te pasa? ¿Por qué estás sangrando así?—pregunta con temor, mientras ella niega con la cabeza, sintiendo que el dolor amenaza con hacerla desmayar.

El dolor en su vientre se vuelve insoportable. Alessandro se agacha, lava sus piernas, la envuelve en una toalla y con cuidado la lleva de vuelta a la cama.

—Voy a hablar con esa mujer para que llame a un médico o le diré que te llevaré a un hospital. Esto no está bien— murmura entre dientes, con una mezcla de frustración y determinación. Maldita mujer penso.




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