El día de la fiesta…
El día había llegado, estaba extrañamente nerviosa por una fiesta y eso me resultaba extraño porque tenía tiempo que yo no me ponía nerviosa sobre algún evento o fiesta al cual asistiría. Papá dijo que no quería que manejáramos de noche y que preferiría que no llegáramos al día siguiente.
Yo no dije nada como solía hacerlo, solo asentí en aprobación y me despedí de mamá cuando fue la hora de marcharnos.
Supongo que Cecilie le dijo algo a papá que lo tranquilizó, en el camino le preguntaría.
—Diviértete cariño —me pidió mamá y me besó en la frente —, y por favor sonríe quieres me duele verte tan apagadas.
—Claro, mamá —le prometí y ella asintió con resignación a mis pocas palabras.
—Quiero que se lleven mi auto, irán más cómodas y me siento más tranquila sabiendo que se irán en un carro seguro.
—Está bien mamá —respondí y me alejé de ella para tomar las llaves de mi escarabajo y de su coche para pasar las cosas a la cajuela de su auto.
En algo tenía razón mamá, su auto era muy seguro y considerablemente más amplio así que no me molestaba usar su coche de vez en cuando y si ella me lo permitía. Mi amiga y mi hermana se quedaron adentro platicando con papá, no escuché, pero tampoco me interesaba mucho de lo que estuvieran hablando.
Seguía molesta con papá.
No tardé en pasar las maletas de todas al otro coche y justo cuando terminé cerré ambas cajuelas y les puse alarma y seguro para entrar de nuevo a dejar las llaves de mi escarabajo e ir por mi bolso que llevaba mi celular, cargador, cosas de chicas y mi cartera con dinero suficiente para combustible y algún chuche. Pero aún más importante mi licencia e identificación.
Cuando tuve todo en mis manos, volteé a ver a mi amiga y herma.
—¿Ya están listas? —les pregunté —No quiero ir a medio camino y saber que les falta algo.
—Todo listo —dijo Cecilie y yo asentí —, ¿luzco digna de una fiesta en la playa? —preguntó.
—Serás la más bella de ahí —le contesté y volteé a ver a mamá para entregarle las llaves—. Aquí tienes mamá, el tanque está lleno por si quieres usarlo, solo cuida de mi escarabajo, por favor.
—Lo mismo digo de mi auto —me advirtió y después rio—, diviértete mucho. Ahora váyanse ya, quieren.
—Muy bien mamá —dijo Clarisa —, te quiero nos vemos.
—No te desmidas, Clarisa.
—Nunca mamá —prometió con una gran sonrisa en su cara y yo caminé a la entrada.
Al menos había algo más que probable, Clarisa hoy bebería mucho y disfrutaría de la fiesta. Sería última travesura de niña grande.
—Adiós, papá —dije y salí de la casa para prender y calentar el motor.
No entiendo por qué tardaron tanto, pero cuando se subieron y se pusieron el cinturón de seguridad pude sentir por fin libertad.
Clarifea no tardó en conectar su celular al carro y pronto el interior se llenó de música alegre y digna del verano. Mis ánimos claro que aumentaron y aceleré un poco para llegar con Spencer por algo de comida; y después por fin salir a carretera.
Era una fortuna que mamá nos haya dado el carro para el viaje pues ahora no tenía que estar cambiando de velocidad cada tanto porque este es automático. Comodidad pura.
No tardamos tanto en llegar con Spencer, los semáforos estaban a nuestro favor y es por eso qué luego de 5 minutos al volante, frenando de vez en cuando por culpa de malos conductores me encontraba entrando al estacionamiento de Piccolo. Aparqué el coche justo en el espacio que se encontraba en frente de la puerta y simplemente apagué el motor y quité las llaves del contacto cortando así la música.
Una fortuna que esta no estuviera tan alta.
Tomé mi bolso de en medio y abrí la puerta del coche para bajar; había mucho sol, así me apresuré a cubrir mis ojos con unos lindos y perfectos lentes del sol. Seguramente lucía despampanante, no esperaba menos de mí, de mi atuendo para la fiesta y de mi cabello con ondas sueltas y sin recoger.
Cerré la puerta del carro y comencé a caminar hacia la acera del local y luego volteé hacia atrás para verificar que ya hubieran bajado del coche mi amiga y Clarifea para activar la alarma de este. Una vez cerrado y asegurado caminé hacia la puerta y entré al local; alcancé a escuchar el grito de gloria de Spencer.
—¡Por fin un cliente! —dijo y cuando me vio desapareció su sonrisa —Espero que vengas a comprarme mucho.
—No te entusiasmes tanto al verme —le dije sonriendo —, pero para tu tranquilidad y tus pobres nervios; sí Spencer, venimos a comprar para llevar, no sé si vaya a ser mucho, pero te compraré.
—Mmm —dijo haciendo un mohín —, algo es algo.
—Si quieres nos vamos —bromeé y vi sus ojos abrirse mucho, eso lo hacía lucir raro —, ¡Iuhg! No hagas eso, te hace ver horrible, Spencer.
—¡Ro!
—Solo digo la verdad —me defendí y eso hizo reír a mis acompañantes.
—Mejor dime que ordenaran —respondió cambiando de tema.