El deseo existe y yo lo deseo a él…
Sin embargo, dentro de algo tan primitivo como lo es el deseo se encuentran las fases de este y al ser adolescentes cada una de ellas se sienten como una bomba de hormonas que nos nublan la mente. Y es que cada vez que estábamos juntos algo dentro de mí se encendía, como la mecha que lleva a un puñado de dinamita.
Eso era lo que él causaba en mí la mayoría de las veces, algunas buenas otras eran malas y muchas de esas veces no las comprendía porque de un momento a otro sentía como me ahogaba la sola idea de estar contigo y otras veces me ahogaba por las formas equivocadas en las que mis pensamientos se dirigían.
Claro que pensaba en ti de muchas maneras, así que no puedo sentirme culpable de solo ser nosotros cuando obtengo lo que deseo de ti. Me complaces sin yo pedirlo que con esos hechos se esfumaban aquellos pensamientos negativos que me abrumaban sobre nosotros porque en el momento en que me besabas todo a mi alrededor dejaba de existir y te convertías en el centro de mi atención.
Así que una pregunta me asechaba la mente justo cuando tus carnosos y muy sabrosos labios estaban sobre los míos guiando cada movimiento, y es que ¿así se siente el deseo por alguien más allá de lo ordinario?
Estábamos solos, en aquella casa de playa en la que hace tanto no habíamos estado. Era como la primera vez, solo que ahora estábamos juntos y llevábamos semanas sin estar juntos y con este vacío que comenzaba a sentirse enorme entre nosotros.
No quería admitirlo, pero algo me decía que las cosas entre ambos cambiaban, que la relación estaba en un punto de pique podría ocasionar colisión en los cimientos que no tenía claro cuáles eran hasta este momento porque de una manera muy extraña nos manteníamos en el limbo respecto a esta relación que comenzó siendo una constante de coqueteos.
—¿En qué piensas, amor?
Me dice al odio y los siento abrazar desde atrás por la cintura, el sentir sus brazos alrededor mío me hace bien y se siente bien. Y aunque sabía que no todo se encontraba bien entre nosotros y que no platicábamos me reconfortaba el estar con él de esta manera, sentirlo pese a que estuviera la tela de nuestras ropas interponiéndose con nuestras pieles.
—En la primera vez que estuvimos aquí —respondí poniendo mis manos sobre las suyas y mirando a la playa —, parece que llevamos mucho tiempo sin estar aquí.
—Sí parece que hemos evitado esta casa desde que comenzó el verano —responde y se aleja de mí rompiendo el agarre y el momento que nos unía —, pero también es porque…
Porque yo recibí un castigo a causa tuya al defender una relación con alguien a quien a penas conocía, quiero decir, pero niego con la cabeza mientras en mi cara se instala una sonrisa y me giro a verlo rodeando su cuello con mis brazos antes de acercarme a besarlo.
—No hables —ordené separándome levemente de él —y bésame, novio.
Pude notar la sonrisa que se formaba en su rostro, pero entonces no vi más porque su rostro volvió a acercarse a mí y su boca a besarme de nuevo.
Quería decir tanto que no podía porque entonces llegaba el miedo que nunca había sentido y comenzaba a sentir cobarde por algo tan simple como era expresar como me sentía.
Sabía que eso era malo, también sabía que nada bueno podía resultar de algo que no me dejaba ser yo. Aunque se tratara del chico que hace unos meses me haya dado el mayor de mis retos, pero nada se compara con el sentimiento de no estar en la misma página.
Me separé de él y lo miré por unos segundos antes de preguntarle:
—¿A qué clasificación perteneces, chico Brown? —mi voz sonaba juguetona, parecía que nada podía sacar de mí lo que mi novato corazón sentía —Pareces indescifrable, aún no logro encontrar a dónde perteneces, chico Brown.
—¿Y eso es malo?
Niego, pero decido que es momento de decir un poco de verdad.
—No necesariamente —respondo luego de unos segundos y él me observa con una de sus preciosas cejas, arqueada —, lo que quiero decir es que, no saber a qué clasificación perteneces me hace sentir frustrada hasta cierto punto.
—Ya veo —dice envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura. Deja un beso en mi frente y yo no puedo evitar cerrar los ojos —, ¿por qué no me llamas Mezcla Rara?
Yo niego abriendo mis ojos para observarlo.
—No es tan fácil, chico Brown.
—Claro que lo es —insiste y yo me alejo de él.
—No, porque entonces me estaría mintiendo.
—El no saber a qué clasificación pertenezco, Ro no debería afectarte tanto —Esa es su respuesta y cada una de las palabras que salen de su boca causan enojo en mí —; de hecho, amor, pienso que deberías olvidar esa absurda idea de clasificarme en tu jerarquía.
No lo habrá dicho en verdad ¿o sí?
—¿Qué acabas de decir? —pregunto con cautela esperando que se redima, pero es cuando habré su boca para hablar de nuevo que entiendo que esperar a que cambie su opinión respecto a lo que acaba de decir no hace más que dejarme las cosas aún más claras — Yo...
—Ro, espera no quise...
Salto de página
—No, sí quisiste decir eso —lo interrumpo con la intención de pensar mejor mis palabras, pero no le doy tanto tiempo para que piense algo con qué responderme —. No entiendo cómo me pides que rompa nuestra promesa de buscar en dónde encajas, quién eres.
>>De hecho, también me parece increíble ahora que lo pienso que no hayamos podido avanzar en esto porque estuve creyendo la mayor parte del verano que estaba castigada gracias a ti —finalmente lo he dicho.
—¿Qué has dicho? —parece incrédulo y eso me hace sentirme más molesta —¿Qué ha sido mi culpa el que estuvieras castigada?
Ya está, lo ha dicho, lo he dicho, lo hemos dicho y oficialmente estoy teniendo mi primera discusión con este sexy chico que es mi novio o ¿era mi novio?