Viernes, 16 de junio, 2017.
Una muy linda mañana se estaba apoderando del día. Colores cálidos aparecieron en el cielo, el olor a bosque se hacía presente en todas partes, el canto de los pájaros era hermoso, la tierra húmeda manchaba las patitas de los pequeños animales del bosque, no había ni una sola nube en el cielo, la niebla de la noche se levantaba hasta desaparecer, simplemente una linda mañana. En alguna parte de Oregon se encontraba una cabaña en medio del bosque, era grande y moderna, sus paredes eran de troncos cafés oscuro, sillones acolchonados, cuadros decoraban las paredes crema de la casa, la cocina estaba al fondo y daba en dirección al extenso patio- que en realidad era el bosque-, en el primer piso se notaba que por un pasillo pequeño había una puerta que de seguro daba a la habitación matrimonial, una escalera caracol llevaba al segundo piso de ésta donde un largo pasillo dejaba ver las 6 puertas de las habitaciones y una del baño, en una de esas puertas se encontraba una elegante pieza color arena, tenía muebles negros, una baño privado enorme, había otra puerta dentro de la habitación que llevaba al armario el cual conecta con el baño. En la enorme cama de 2 plazas negra se encontraba una chica, hermosa y pequeña, delicada y dulce.
— ¡Gabriela! ¡Ya es hora de levantarse!— la voz de su madre se escuchó detrás de su puerta la cual fue abierta por una madre enojada— Por dios hija ¿Cómo puedes dormir de ese modo?— su cara hizo una mueca. La chica en la cama tenía las sábanas en el
suelo, un pie afuera de la cama, su cabello le tapaba la cara y le entraba a su boca abierta, la baba seca estaba en la almohada, estaba boca abajo con el brazo derecho sobre su cabeza y el izquierdo debajo de la almohada. Un pequeño ronquido salió desde la garganta de la chica provocando que la mueca de su madre creciera— ¿Qué clase de hija di a luz?— llevó su mano derecha a su frente y negó con la cabeza— Ya levántate Gabriela si no quieres que te tire un balde de agua en la cara— dicho esto se fue de la habitación dejando a su hija aún en la cama— ¡Hija!— gritó desde el primer piso.
— ¡Ya voy!— gruñó Gabriela— puaj, pelo— sacó el cabello de su boca y se sentó en la cama— tengo sueño— bostezó, estiró sus brazos hacía el techo y estiró su espalda— tanto alboroto ¿Por qué no me dejan dormir?— se tiró a la cama nuevamente rebotando un poco al chocar su espalda contra el colchón, tomó la almohada y se tapó la cara con ella.
—Te lo advertí— escuchó la voz de su madre acercándose a ella, rápidamente lanzó la almohada en dirección a su madre y corrió hasta el baño, una vez resguardada en el baño escuchó a su madre maldecir— ¡Mierda, Gabriela! ¡Me has tirado el agua encima!— la señora aún parada en medio de la habitación golpeaba el suelo con sus pies enojada, su vestido rosa pálido tenía una gran mancha de agua en medio. Aun pataleando por su vestido arruinado salió de la habitación de su hija y se dirigió a la suya para cambiarse.
— ¡Lo siento mamá!— gritó Gabriela mientras se quitaba el pijama y se metía a la ducha.
— ¡Maldita niña! ¡Te quedaras sin agua caliente por mi vestido!— gritó su madre cortando el agua caliente.
—Mierda— susurró Gabriela mientras se metía con temor en el agua— frío, frío, frío— dijo mientras el agua helada caía sobre su cabeza y recorría su espalda.
Después de una corta ducha helada, Gabriela salió del baño tiritado, caminó hasta su armario y tomó lo primero que vio, un conjunto de ropa interior que no combinaba, unos jeans negros y una remera ajustada de tirantes blanca, se puso unas zapatillas Nike negras con blanco y luego bajó aún con el pelo húmedo.
—Eso no se vale— dijo al entrar a la cocina y ver a su madre preparando el desayuno.
—Tampoco el haber arruinado mi vestido— dijo dejando un plato de panqueques en frente a Gabriela— ojo por ojo.
—Aun así no se vale— dijo tomando una cuchara y derramando un poco de miel encima de los panqueques para después sacar un gran pedazo de uno de ellos y meterlo a su boca.
—Hija por dios, compórtate como una señorita— reclamó su madre.
—Hiji pir dis, cimpirtiti cimi ini siñiriti— se burló Gabriela aún con comida en su boca provocando una mueca de asco en su madre.
— ¿Por qué Dios?— dramatizó la señora mirando el techo. Gabriela rio.
—Dramática— dijo una vez que ya había comido lo que estaba dentro de su boca.