La noche había caído sobre la ciudad, y con ella, un silencio profundo que parecía envolver todo a su alrededor. Me senté en la ventana, mirando hacia la oscuridad, y sentí que el poema que había escrito horas antes cobraba vida.
"En el vacío de tu ausencia, resuenan ecos de silencio". Las palabras resonaban en mi mente, y me di cuenta de que el silencio no era solo una ausencia de sonido, sino una presencia que me rodeaba por todas partes.
Pensé en todas las noches que había pasado buscando estrellas en el cielo, pero solo veía oscuridad. En todas las veces que había escuchado el viento, esperando escuchar tu voz, pero solo había silencio.
Me levanté y me acerqué a la estantería donde guardaba tus recuerdos. Saqué una foto tuya, y la miré durante un rato. Tu sonrisa, tus ojos, tu cabello... todo parecía tan real, tan vivo.
Pero la realidad era que ya no estabas aquí. Que el silencio había ocupado tu lugar. Y que, aunque el tiempo pasara, aunque las heridas sanaran, el dolor de tu ausencia permanecería.
Me senté de nuevo en la ventana, y miré hacia la oscuridad. El silencio era como un manto que me envolvía, un recordatorio constante de lo que había perdido.
Pero en medio de ese silencio, sentí algo. Algo que no podía explicar, algo que no podía entender. Era como si, en el silencio, te estuviera escuchando. Como si, en la oscuridad, te estuviera viendo.
Y en ese momento, supe que, aunque el silencio permaneciera, aunque la oscuridad me rodeara, tú siempre estarías conmigo. En mi corazón, en mi alma, en mi memoria. Y que, aunque el tiempo pasara, aunque las heridas sanaran, el amor que compartimos nunca se iría.
#3052 en Otros
#778 en Relatos cortos
soledad tristeza, soledad dolor recuerdo, soledad tranquilidad
Editado: 22.03.2025