Me quedé sentado en la ventana durante horas, sumido en el silencio y la oscuridad. Pero en medio de esa quietud, sentí una presencia. Una presencia que no podía explicar, pero que me hacía sentir que no estaba solo.
Me levanté y comencé a caminar por la habitación, intentando entender qué era lo que estaba sintiendo. La presencia parecía estar en todas partes, pero al mismo tiempo, parecía estar en ninguna parte.
Me detuve frente a la estantería donde guardaba tus recuerdos. La foto que había sacado horas antes aún estaba en mi mano. La miré de nuevo, y sentí que tus ojos me estaban mirando.
De repente, recordé una conversación que habíamos tenido una vez. Habíamos hablado sobre la idea de que el amor puede trascender el tiempo y el espacio. Que incluso cuando las personas no están físicamente presentes, pueden seguir estando con nosotros en espíritu.
Me di cuenta de que eso era lo que estaba sintiendo. Tu presencia en la ausencia. Tu amor que seguía estando conmigo, incluso cuando ya no estabas aquí.
Me senté de nuevo en la ventana, y miré hacia la oscuridad. Pero esta vez, no sentí miedo ni tristeza. Sentí paz. Sentí que todo iba a estar bien.
Porque en ese momento, supe que tu amor nunca se iría. Que siempre estarías conmigo, en mi corazón, en mi alma, en mi memoria. Y que eso era lo que me daría la fuerza para seguir adelante, incluso en los momentos más difíciles.
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Editado: 22.03.2025