La oscuridad había sido mi compañera durante tanto tiempo que ya no recordaba cómo era vivir sin ella. Pero hoy, algo era diferente. Hoy, sentía que la oscuridad estaba a punto de desvanecerse.
Me levanté de la cama, y caminé hacia la ventana. La luz del sol entraba a través de los cristales, y iluminaba la habitación. Me senté en el alféizar, y dejé que la luz me envolviera.
De repente, vi tu rostro. Tu sonrisa, tus ojos. Estabas allí, frente a mí. Me sentí como si estuviera soñando, pero sabía que no era un sueño.
"¿Por qué te fuiste?", le pregunté, con lágrimas en los ojos.
"Tuve que irme", respondiste, con una sonrisa triste. "Pero siempre estaré contigo. En tu corazón, en tus recuerdos."
Me sentí un calor en el pecho, y supe que era verdad. Supe que siempre estarías conmigo.
La luz del sol se hizo más intensa, y la habitación se llenó de una luz cálida y suave. Me sentí como si estuviera en paz, como si finalmente hubiera encontrado lo que había estado buscando.
Y en ese momento, supe que la oscuridad había desaparecido. La luz había regresado, y nunca más se iría.
"Gracias", te dije, con una sonrisa. "Gracias por siempre estar conmigo."
Y con eso, la luz se hizo más intensa, y todo desapareció. La oscuridad, el dolor, la tristeza. Todo se fue, y solo quedó la luz. La luz de tu amor, que siempre estaría conmigo.
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Editado: 22.03.2025