Solo mírame

9-Flores

Narrador omnisciente

Milena Smirnova amaba las flores, no sabía muy bien a que se debía, ya que su infancia no fue nada memorable, sus padres siempre estaban ocupados y cuando apenas entraba a la adolescencia estos murieron trágicamente.

No tenian jardines o invernaderos, asi que no supo de donde nacio ese amor, pero no se quejaba en absoluto.

Su hermano mayor y su hermanita eran lo unico que tenia en la vida hasta que su hija nacio, el padre de su pequeña no está en la foto y para ella es mucho mejor de esa manera.

Amaba lo que hacía y disfrutaba arreglar los pedidos y darle felicidad a las personas que los recibían, saber que fue cómplice de una declaración o pedida de mano era maravilloso.

—Rodof por favor lleva este encargo ya estamos tarde era para las 7:00 —Milena le entrego el pedido y siguió preparando los del día siguiente ya eran casi las seis y pronto cerraría su negocio para ir a casa.

Miro hacia su oficina que tenia la puerta abierta y vio a su pequeña princesa, su hija estaba coloreando, muy feliz y alegre.

Había estado a punto de perderla gracias a unos enemigos de su familia asi que agradecía a Dios que no fuera asi, se había alejado debido a eso, aunque aún vivía con sus hermanos por protección y tenian dos guardias, no obstante no asistía a ningún evento relacionado con sus negocios, ya que no queria estar en el foco del huracán.

Su unica vida social era su hija, sus compañeros de la floristería y sus hermanos cuando estos tenian tiempo, la pareja de su hermano Lisa no le caía para nada bien, pero se respetaban mutuamente aunque no tuvieran una amistad cercana Milena no entendía por qué la despreciaba más no le daba mayor relevancia.

Pensar en el pasado donde casi su hija muere y también cuando a ella la abusaron unos hombres holandeses dejándola marcada de por vida, agradecía el apoyo de sus seres queridos, pero los hombres no los miraba de la misma manera desde ese suceso, no creía poder enamorarse y tener una pareja después de lo que le hicieron.

—Hermanita, me alegro, estés aquí dentro de unos dias celebraremos mi cumpleaños y necesito que estés presente, sé que no te gustan esas actividades pero te pido que lo hagas por mí—dijo Andrei y ella aceptó no muy emocionada.

—Estaré solo unos minutos y mi hija se queda dormida en su habitacion—Andrei acepto y le beso la mejilla antes de marcharse.

No le gustaba estar con los amigos de su hermano, ya que sabía que no hacían nada legal, pero negarse no era bueno, pues cuando se enojaba era peligroso nunca le hizo daño, pero tampoco queria averiguarlo.

—Mamá, tengo hambre—grito la nena y ella sonriendo, le llevo su merienda, volvió a sus cosas y cuando hubo terminado se preparó para ir de regreso a su casa.

Tenia una rutina que seguía al pie de la letra, lo primero es que le daba clase en casa a su hija, pues aún no confiaba del todo en los colegios, maestros y los mismos padres de los demás niños.

Un día, cuando salía del cuarto especial donde guardaban un tipo exótico de flor, se percató de que su hija no estaba en su oficina frunciendo el ceño, fue en su búsqueda.

—¿Rodolfo, Maga, han visto a mi hija?—sus amigos negaron y siguió buscando.

Mientras Milena se angustiaba buscando a su hija por toda la florería, esta había cruzado la calle sin ser vista y se encontraba en una cafetería cercana comprando algunos dulces y postres.

—El dinero no es suficiente—musito la cajera hacia ella, la pequeña se molestó, pero justo cuando se iba triste y decepcionada, un fuerte y atractivo hombre apareció para salvarle el día.

—Yo pago lo de la señorita, toma dos más pequeñas—expuso sonriéndole, su acento hizo que ella lo mirara extrañada, pero al mismo tiempo llena de felicidad.

Owen hizo su acto de buena fe sin imaginar o siquiera sospechar el giro que daría su vida luego de ese suceso que sin planificarlo sería catatónico no solo para el sí no para toda su familia…

—Gracias, señor, es usted muy guapo—la pequeña sale corriendo y Owen no puede evitar reír.

—Aquí está su pedido—le dijo el chico y Mason se acercó desde el baño, tomaron sus vasos con café y subieron al auto.

Owen le contó sobre la niña a su mejor amigo y este le sonrió recordando la suya, ya su pequeña tenia cinco años y era la nena más dulce y cariñosa que existía, era la niña consentida de papá y al ser la unica niña de la familia por su parte era doblemente mimada.

—Esa es la floristería, debemos entrar y saber un poco más de la hermana del medio—Mason y Owen salen del auto con sus portes elegantes y caminan decididos hasta la entrada.

—Buenos dias, en que podemos serviles—les recibe una mujer de unos 30 años con una bonita sonrisa.

—Buenos dias busco unas flores para mi esposa—dice Mason mientras Owen observa todo detenidamente.

Alcanza a ver una mujer con cabellos castaño arrodillada hablando con alguien, pero no se apreciaba desde donde estaba, no queria ser indiscreto, asi que alejo su mirada.

—Nuestra jefa está ocupada ahora mismo, pero podemos ir mostrándole lo que tenemos disponible...

Owen empezó a caminar mirando todo, por alguna razón ese lugar le generaba una sensación de paz, suponía que debían ser las flores y su exquisito aroma.

Estar en ese lugar, a pesar de ser la primera vez, le generaba una agradable nostalgia y familiaridad que no le molesto.

El lugar era pequeño, apenas tenia tres pasillos en los cuales estaban llenos de varios animales, de peluches, golosinas, chocolates, globos con diferentes temáticas e incluso tenian un pequeño muestrario de tarjetas con dibujos muy bonitos y únicos.

—Mira mamá, el es el chico guapo—Milena miro a hombre y se sorprendió, era muy atractivo, su hija tenia razón.

—¿En qué puedo ayudarlo?—lo cuestiono pero Owen estaba gélido mirándola.

—Te pareces mucho a… —trago grueso, respiro profundo y trato de controlarse…—bueno no importa, mi amigo quiere un detalle para su esposa—le dijo aun viendo su precioso cabello y su nariz y ni que decir de esa mirada tan… se sacudió la cabeza negando ante su estupidez, de Holanda a Nueva York y desde la ciudad que nunca duerme a Rusia, imposible.




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