Solo puede haber un ganador

¿Jugamos?

¿Alguna vez les han preguntado si creen en las casualidades? ¿o tal vez en el destino? Existen dos tipos de personas, quienes creen que la vida es un simple juego de azar y se resignan a lo que el futuro pueda depararles, y quienes barajan sus propias cartas para crear sus designios...

Elisa, una astuta muchacha de ojos pardos, caminaba con decisión sobre los adoquines de la plaza del mercado. En otra ocasión, el repiqueteo de sus tacones hubiese hecho levantar las miradas de quienes la rodeaban, pero la vivacidad y el ajetreo de la ciudad impedían que resaltaran pequeños detalles como esos. No obstante, la chica no se dejaba embriagar por el bullicio, su tortuosa profesión le había enseñado a vivir en un estado de alerta constante. Su elegante vestimenta y su aspecto cuidado no encajaban con el perfil de una espía secreta, y esa era una carta que jugaba a su favor.

Nadie jamás pensaría que era una analista con un talento especial para descifrar códigos y patrones. Ese era el motivo por el cual su agencia la había enviado hasta allí, infiltrarse en una red de blanqueo de capitales y desarmar la organización. Sin embargo, un nuevo elemento se había añadido a su misión, detectar a un espía encubierto como el posible informante de la trama. Pero, a pesar de estar allí por trabajo, nada le impediría disfrutar de los rincones más preciados del lugar...

La joven divisó un puesto de especias al fondo, y ella, que se consideraba una fanática de lo exótico, no pudo evitar acercarse para deleitarse con semejantes aromas. El olor de la especias entremezclado con el de la bruma marina constituía un cómputo de sensaciones difíciles de expresar. Cerró los ojos y se dejó transportar a un mundo que poco se parecía al que sus pies pisaban. En momentos como ese su olfato se agudizaba, pero fueron otros sentidos los que acabaron por sacarla de ese trance que tanto la evadía de la realidad.

—¿Piensa quedarse todo el día oliendo la cúrcuma? Sería mejor que degustase algún plato... Eso sí que es un verdadero placer para las papilas gustativas —la interrumpió un osado desconocido que parecía disfrutar de la vista.

—¿Quién le ha dicho a usted que no piense hacerlo más tarde? —repuso Elisa ante la enigmática mirada del hombre.

—Me ha leído el pensamiento, jovencita... –rió ante su elocuencia. Su rostro denotaba diversión, algo que contrastaba con la seriedad de su trajeado atuendo.

—Elisa, ese es mi nombre... ¿Y el suyo, señor? —prosiguió perdiéndose en la inmensidad de su vidriosa mirada. Lo de señor le quedaba demasiado grande para la edad que tenía... Qué podrían llevarse, unos seis u ocho años... No era tanta la diferencia.

—Roberto... Encantado de conocerla —le tendió la mano tratando de ocultar su sonrisa—. ¿Podemos dejarnos ya de formalidades, Elisa? Ya es demasiado aburrido hacerlo en el trabajo —al fin sacó a relucir su perfecta dentadura.

—Está bien, Roberto —aceptó el trato la joven tomándole la mano—. El traje te hace parecer demasiado serio, es un horror que tengas que llevarlo en tu trabajo...

—Llevas razón... Esto de ser banquero es agotador —bromeó entre risas, acción que acabó contagiando a la chica.

—Bueno, ¿entonces conoces algún lugar donde cocinen el mejor plato aderezado con cúrcuma? —tomó la iniciativa con un destello de ilusión en sus ojos.

—¿Acaso lo dudas, Elisa? —se mofó de su propuesta—. Déjame mostrarte el mejor de los lugares...

Roberto guió a Elisa hasta uno de los restaurantes que más apreciaba de la ciudad. Su ubicación lo hacía único, una azotea con vistas al mar donde los paladares más extravagantes disfrutaban de sabores que despertaban más de un sentido. ¿Sería una casualidad o un juego del destino? La perspicacia de la chica parecía estar en horas bajas, pues jamás imaginaría que el inesperado encuentro la envolvería en un sorprendente juego de ajedrez donde Roberto no era más que otro peón que buscaba derrocar al mismo rey.

Debajo de su estricta fachada se escondía uno de los agentes secretos más codiciados del mercado, que no conocido. Siempre había sido un tipo que disfrutaba de su poder bajo la sombra, y eso lo había convertido en una figura clave para su agencia. Tenía la habilidad innata para seguir los pasos de cualquier maleante sin ser visto.

No obstante, la duda se cernía sobre él. A su agencia habían llegado rumores que lo acusaban de ser el soplón de la conocida empresa a la que pertenecía su mejor amigo, dedicada a la compraventa de viviendas cuando en realidad se trataba de una tapadera de blanqueo de dinero. Por ello, pretendían desenmascararlo en su nueva misión: detectar a un espía encubierto que buscaba asociarse a dicha organización y desbaratar así la actividad ilícita.

Si bien su profesión lo había llevado hasta aquella ciudad costera, los recuerdos de su niñez hacían que el tiempo no pareciese pasar por las adoquinadas calles del lugar. Aquella, su tierra natal y conocida como la ciudad de los mil aromas, no le impediría disfrutar de la compañía de una mujer tan atractiva.

La proposición de Elisa guardaba una intención oculta, una atracción inexplicable que la había empujado a adentrarse en una experiencia donde la comida era un simple pretexto para compartir tiempo con Roberto. El hombre insistió en que probase el champán, la poción mágica que sirvió para olvidar su misión y abrirse a lo desconocido. La meticulosidad y la rectitud dieron paso a la diversión y la cercanía. La cena en la azotea se tradujo en una velada llena de confesiones, risas y, por qué no, miradas seductoras. Una cosa llevó a la otra, y la noche avanzó al igual que Elisa caminaba tras los pasos de su nuevo amigo. Roberto se había propuesto sorprenderla llevándola a ese lugar que tanto le gustaba surcar...

—¡Así que una inversora en busca de labrar su futuro en el mundillo de la cúrcuma! —se jactó él sin detener sus pasos—. Me parece que estás mintiendo...

—¿Yo? ¿mintiendo? Soy tan profesional que si quisiera hacerlo no podrías reconocer una mentira mía —respondió haciéndose la ofendida.



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En el texto hay: amor, suspense, romance y espionaje

Editado: 02.05.2025

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