La lluvia con cada minuto que pasa se hace más fuerte, y mis manos tiemblan del coraje al no tener alguna señal de mi compañera, aferro mis uñas al volante, no puedo dejarla aquí, el plan tiene que ser culminado, y que mejor que en sea ahora. Que mejor momento para verte retorciéndote del dolor. Claudia baja desesperadamente de la mansión Harrison y sé que es el momento de ponernos en marcha. Quito el seguro del auto y abro lo más deprisa la puerta copiloto para no perder ni un solo segundo.
—Arranca —ordena desesperadamente y lo hago.
Veo al bebé envuelto en sabanas color crema con manchas de sangre. No me interesa saber si está bien o no, lo importante es salir de aquí, y que no vuelvan a saber nada de nosotros ni su bebé.
—¿Salió todo bien? —pregunto sin bajar la velocidad en la que conduzco.
—Mejor de lo planeado, se desmayó a los pocos minutos de nacer —dijo mirando al bebé que sigue tranquilamente entre sus brazos. Su rostro mostraba mucha satisfacción en lo cual me contagia —. ¿Todo lo demás ya está listo?
—Es cuestión de tiempo y desaparecerán como moneda en el mar.
La noche no se hizo larga lo que me sorprende, la lluvia seguía como si el cielo mismo advirtiera de lo que acabamos de hacer, nada de eso impedirá lo que ya está hecho y lo que está por venir, que triste que este bebé tenga que pagar de la peor manera pero ellos mismos se lo buscaron y no me arrepiento lo nada.
—Después de esto, ni tu ni yo nos conocemos ¿Queda claro? —dice como si escupiera veneno.
—Lo tengo entendido mejor que tú —sonríe.
Bajamos del auto y cada quien emprendió su camino, llevando en los brazos la felicidad de aquellos que nos robaron la nuestra y nos despojaron de todo. Sobre todo de mí.
—Lo siento pequeña, tú pagaras lo que hizo tu familia…
Diecinueve años después.
—Lauren, llévale esto a la mesa tres, el señor ya tiene mucho tiempo esperando —dice mi mamá al entregarme una bandeja con un desayuno ideal ¿Quién toma sopa como desayuno?
Trabajo con mi mamá desde los doce años, es el negocio de la familia por decirlo así.
—Deja de vivir en las nubes, Lauren —escucho la voz de mi prima pasando rápidamente a lado mío —. Ten —me entrega otra bandeja más después de la que ya tenía en mi mano.
—¿Qué? ¿Por qué? —frunzo el ceño quejándome, la orden es de ella.
—Porque ya acabé y tú recién empiezas —responde sacándose el delantal por encima de la cabeza.
—No me lo recuerdes, no fue mi culpa —trato de justificarme —. En serio, quiero entrar a Sheffield.
—Y, esa señora de allá en serio quiere su desayuno —ruedo los ojos. Y dejé su orden en la mesa tal y como me lo indicó.
—¿Aun no llega la solicitud de Sheffield? —pregunta mi tía Ximena. Quien ha estado viviendo con nosotros desde hace cinco meses, después de su esposo la despojara de todo lo que habían construido por tantos años, no tenía a dónde acudir, y como hermana mayor que es mi mamá decidió que era mejor quedarse con nosotros.
Una familia numerosa somos ahora.
—No —respondo con toda la decepción del momento.
Sheffield es la universidad más prestigiosa de del condado de South y, entrar no es fácil que digamos. Sigo esperando los últimos resultados de los exámenes de rendí, esta es la segunda vez y quedarme cuatro meses sin estudiar de nuevo, no está en mis planes.
—No te preocupes, mientras esperas, johnny’s coffee está para ti —otra bandeja más.
—Eso es lo que temo —digo alejándome con una sonrisa hacia la mesa de la bandeja procediente.
Me gusta estar aquí, no lo dudo, paso con mi familia, no me aburro de ella. Hacemos tanta bulla como podemos, tanto silencio cuando es una travesura y tantas risas cuando estamos juntos en la mesa o viendo alguna película.
—¡Buh! —me sobresalto del susto y giro rápidamente.
—¿Acaso quieres matarme de taquicardia? —dije golpeando el pecho de Austin, mientras trata de reprimir una carcajada y, no lo consigue.
—No te enojes —rie —. Vengo a ver a Rosmery.
—Espero la traigas temprano —interviene mi tía. Y ahora yo soy la que no puede evitar reírse y ver como poco a poco sus mejillas comienzan a tener color durazno. Si este chico es raro.
—Claro que sí, señora —lo mira entre cerrando sus ojos en desconfianza.
—Aw, el pobre Austin tiene que traer a la bebé temprano, aw —alargo —. Casi muero de ternura —suelto una carcajada, y me retiro lento para seguir en mi trabajo.
—Por eso nadie se fija en ti —finge una tos. Me detengo a verlo y siento como la sangre comienza a hervirse en mi sistema.
—¿Que dijiste? —pregunto acercándome sin quitarle la mirada de encima.
—Niños, no van a comenzar —se interpone mi mamá —. Tenemos clientela.