Solo sangre

Capitulo VII — Prometido

La fiesta ya había terminado, mi indisciplinado hermano se había marchado con dos jóvenes agraciadas; recordé a la damisela de la fiesta, era una oportunidad para tener sexo, pero tendría que matarla y prefiero esperar a Scarlett, así las cosas serían más placentera y mucho más excitante para mi gusto, tengo tiempo que no estoy con una virgen, y no tengo esa tacto suave al estar con una mujer, por lo que tendré que controlarme y no ser tan violento a la hora de hacerla mía, no quiero lastimarla mientras la poseo…al menos no por el momento.

Estaba sentado en el suelo del jardín, al frente de las rosas donde estaba el olor del aquel liquido carmesí tan estimulante para mí, ese aroma era increíblemente fascinante, no podía pasar más días sin tenerla conmigo, quiero que sea una Denndorfer, sé que nunca la voy amar pero es fuerte y eso hace que tenga una ventaja de ser mi favorita, entre todas mis damas que están en Francia... aunque Victoria también es muy fuerte.

Escuche unos ligeros y silenciosos pasos que se dirigían hacia donde yo estaba, Ruxandra se sentó a mi lado y me vio con lascivia mientras se formaba una pequeña sonrisa en su finos labios.

 

— ¿Qué quiere? —le pregunte sin vacilación.

— Nada —dijo sonriendo y se acercó más a mí—. Solo quería tomar aire fresco y claro siempre es buena una grata compañía. ¿No lo crees?

— Define grata —hable con frialdad.

 

Ella rio suavemente de una manera provocadora, estiro su mano y arranco la rosa que tenía en una de sus espinas la sangre seca de la noche anterior. Olio fuertemente donde estaba esa mancha y se a recostó en mi hombro, como si yo quisiera eso.

 

— Ya veo, así que ella es la que ocupa tus pensamientos en estos momentos. No la culpo, ese olor es realmente exquisito, no sé cómo puedes contenerte con un olor así —gimió con ambición—. Hasta yo quiero hacerla mía y eso que no me atraen las mujeres.

— No vuelvas a decir algo así, y por favor no te a recuestes a mí —moví mi hombro y ella se apartó de mala gana.

— Sabes, a mí nunca me intereso tu hermano, pero era el único dispuesto a convertirme —parecía pesarosa porque fue él que la convirtió.

— Querrás decir el único idiota que se deja llevar por simples mujerzuelas —le corregí.

 

Dio un suspiro amargo y pesado.

 

— Tampoco estoy interesada en Octavian —declaro—, pero entre él y tu hermano, obviamente Octavian era el mejor partido, ya que tú nunca estuviste interesado en mí, y eso siempre me ha entristecido —hablo con una niña pequeña. Tenía suficiente con el niño de mi hermano, como para ahora soportarla.

— ¿Interesado en ti? Ruxandra en tu vida humana fuiste una mujerzuela estando en los peores prostíbulos y en tu nueva vida como vampiresa no has cambiado nada —entrecerré los ojos—. Dejaste a mi inmaduro hermano después de que juraste amor por él, y a la final resultó ser falso como todo en ti.

— Pensé que tú me querrías si yo también era una de ustedes.

 

Mujerzuela y patética, no podía caer más bajo.

 

— Pensaste mal, acabaste con tu humanidad por nada —espete.

 

Gimió suave y se volvió acercar a mí rosando sus labios sobre mi oído.

 

— Aún tengo la vaga esperanza que te puedas interesar en mí.

 

Sonreí de medio lado por lo que acaba de articular la pelirroja.

 

— Ruxandra, deja de molestarme. Ya vete —ordene.

— Vamos, sé que quieres sentir el placer que te puedo dar, nadie lo sabrá —dijo y me beso mientras su mano viajaba a mi entrepierna.

 

Octavian tiene unas cortas horas que se marchó y ella ya está buscando su próxima diversión. Me deshice de ese beso y la aparte bruscamente de mí, ella me vio molesta y tiro la rosa lejos de nosotros; cerré los ojos y respire profundamente, al abrirlo me abalance con agresividad sobre ella, apresando con una mano las suyas por encima de su cabeza, con mi otra mano le apretaba fuertemente su fino y pálido cuello, si fuera un humano ya estaría muerta; no tengo la suficiente paciencia para soportar a otra criatura inmadura, ya tenía suficiente con Vladislav.

Mi mano que tenía a las suyas, la apreté lo suficiente como para partirle los huesos de sus muñecas, su rostro mostro temor de inmediato.

 

— ¿Me vas a matar? —pregunto cómo pudo con un hilo de voz, tenía miedo que acabara con su existencia.

— No. Aun no; así que no tientes a tu suerte —gruñí y la solté.

 

Me quite de encima de ella, acomode mi saco y mi cabello que se habían desordenado por la brusquedad del movimiento. La mire con superioridad y frialdad, ella bajo su mirada de hielo y puso sus manos una arriba de la otra, le dolían, pero era lo suficiente inteligente para no decirme nada; sabía que a la próxima no solo le iba a romper más huesos.




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