Solo sangre

Capitulo II — Florece la juventud

La salida fue un tanto lucrativa, pude observar como estaban y pensaban las mujeres de aquí, todas ellas evidentemente fáciles, mientras estamos de regreso más de una me mostraba su interés con una radiante sonrisa, acto que solo le mostraban a los que estaban bien vestidos, y a los que no, simplemente lo ignoraban; esas mujeres son del tipo de mi hermano. Por desgracia ninguna era fuerte.

No entiendo como Vladislav podría ser tan caprichoso, no puede ver una mujer porque ya la quiere clavar sus colmillos, y lo peor es que son rameras, ninguna es fuerte, ninguna es digna de ser una de nosotros, mi hermano no puede caer más bajo.

 

— ¿En qué piensa Sr.? —Dimitrie me saco de mis pensamientos.

— En lo caprichoso que es mi hermano —le respondí casi para mí mismo.

— ¿Sr. le puedo hacer una pregunta? —pregunto con suma cautela.

— Hazla Dimitrie —me voltee y lo mire de reojo, atento a lo que iba a decir.

— ¿Por qué el joven Vladislav sigue con nosotros? —detuvo su paso y se escuchó el viento pasando entre nosotros.

— ¿Te refieres por qué no lo he matado o desterrado del clan? —detuve también mi paso y mire al cielo prácticamente oscuro.

— Sr. yo…

— Dimitrie no gastes palabras, la única razón de que Vladislav siga con nosotros es porque es mi hermano, no puedo traicionar a mi propia sangre de nuevo, y no creas que no lo he pensado pero si lo hago que clase de ser seria yo —mostré una media sonrisa. Ya había perdido una hermana, no quería perderlo a él también, por muchas ganas que a veces me provoque matarlo.

— Pero Sr…

— Dimitrie no quiero más preguntas con respecto a eso —empecé a caminar—. No pierdas el tiempo ahí parado y camina.

— Si Sr.

 

Sibiu era un lugar con olores realmente exquisitos, con tantos olores me daba sed, pero un desagradable olor inundo mi cerebro… tierra húmeda, empezó a caer pequeñas gotas de agua para luego convertirse en fuertes gotas. Las personas corrían y se ocultaban como si fueran  hormigas que corren por temor de ser aplastados por ellas. Vi a Dimitrie y le hice un breve movimiento con la mano para movernos rápidos, no voy a perder mi tiempo viendo a las personas actuando como insectos. Llegamos a la mansión, Dimitrie dijo que se iba a dar un baño; subí a la habitación donde estaban las damas de Ion, mi hermano no estaba ahí y tampoco las damas, parece que hubo una pelea, la cama estaba desordenada con los sabanas rasgadas, había arañazos en la pared y salpicaduras de sangre prácticamente en todo el lugar, me asome por la ventana y pude observar no muy lejos del jardín trasero dos cuerpos, uno montado arriba del otro, eran las damas; parece que a mi hermano le costó enterrarlas. Mañana el sol hará su trabajo.

Fui a mi habitación, necesitaba un baño para quitarme el olor de la lluvia, mientras me bañaba pensaba en una mujer, una mujer con sangre fuerte y además hermosa, pero es difícil encontrar a una mujer así, estoy harto que mi clan no tenga mujeres valientes, parece que el único clan con mujeres así es el Suzuki.

Después de bañarme salí  y me puse un traje oscuro; entre al salón y me senté en un sillón que estaba de frente de un ventanal, paso toda la noche lloviendo y yo toda la noche viendo caer la lluvia, al llegar el amanecer Dimitrie entro al salón.

 

— Sr. tiene una carta de los Hasbùn.

— No tengo interés por leer, léela y dime que quieren los Abdelkader —escuche como abría el sobre. Me pareció curioso que los Abdelkader escribiera una carta hacia nosotros, ya que no somos aliados.

— Parece que piden una ayuda.

— ¿Ayuda? —gire mi cabeza para poder verlo perplejo.

— Sí, quieren que los ayudemos a acabar con los lobos de América.

— No vamos a ayudarlo —no tenía afecto en ayudar a esos turcos que desconocen de las palabra—.  Pero siempre es bueno acabar con esos asquerosos salvajes.

— ¿Va a mandar a su hermano? —puso el sobre en la mesa.

— Él es muy niño, no controlaría un ejército y no quiero que por su culpa mi clan descienda —entrecerré los ojos un poco frustrado.

— Si me permite yo puedo ir Sr. —parecía ansioso por la idea de matar a esas bestias.

— Te necesito aquí Dimitrie, eres el único en que puedo confiar —mi tono se volvió más serio ante eso—.  Ve al sur de Francia y dile a Octavian que necesito que venga.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.