Solo soy Bruno

S I E T E - Almohadas y victoreos

CAPÍTULO 7

            -Una almohada. Una. Almohada.

Mateo se lleva las manos a la cabeza con una expresión incrédula. Maritza suelta un bufido y voltea a verlo.

            - ¿Te estás quejando? Yo no tengo quejas, tengo billetes tatuados en los ojos. Hemos descubierto una mina para explotar. – luego me mira a mí-. Bruno, esto es lo haremos, primero una semana de tours exclusivos por el cuarto de tu hermana, cobraremos algo extra por incluir el baño, luego tomaremos todo y lo pondremos en una exhibición y finalmente haremos una subasta. ¡Luego abrimos nuestra propia disquera! ¡Hagámoslo! ¡Sí!

            -Eso… no pasara. -Le respondo dramáticamente.

Sí, probablemente si lo hacemos llenaríamos nuestros bolsillos por un buen tiempo. Pero uno, mi hermana me mataría. Dos, mis padres me matarían. Y tres, los fans de Tefi me matarían.

Además, Tefi es mi hermana. Puedo vender su almohada y un par de cosas más, pero nada más. Y definitivamente nada que la exhiba demasiado.

Amor de hermanos, ya saben.

            -No puedo creer que acabamos de ganar más dinero por una almohada que por la fiesta de ayer. ¡Vendí mucho wiski! – Comenta Bianca con una exhalación asombrada.

Luca la mira con una gran sonrisa burlona.

            -Sí, y fuiste la primera compradora también. ¿Sabes que hay un video tuyo bailando una canción de Shakira con la coreo de la macarena?

Bianca se sonroja mientras los demás se ríen fuerte. Yo también me río un poco, sobre todo por la forma en que abre la boca indignada. Tengo el impulso, prácticamente involuntario, de salir en su defensa. 

Pero no lo hago. No puedo mirarla a los ojos. O ella no puede. No sé quién empezó. Ni en qué momento. Pero hay algo entre nosotros desde la mañana… algo raro, que roza lo incómodo y que va de la mano con una gran fuente de dudas.

Lo detesto.

Nuestro beso sigue deambulando en mi cabeza. Recé para que en la de ella no, para que no lo recordara. Nunca. Jamás.

Pero esto interfiriendo entre nosotros me dice que lo recuerda. 

            -Entonces, ¿cuánto dinero falta? – pregunta Mateo

Estamos todos sentados en una banca del parque. Alonso se fue hace un rato, más feliz que una novia dando el sí. Compro la almohada de Tefi.

Compro una jodida almohada ¡Por Dios!

Con mis amigos nos reímos mucho en la mañana. Esto era un juego, casi una broma. Maritza llevo la almohada tirándola al aire todo el camino. Llegamos al parque listos para conversar largo y tendido por un par de horas.

Pero Alonso sí llego. Sí trajo el dinero que había ofrecido. Contó los billetes frente a mí y me los dio. Sin ninguna muestra de duda. Me sentí un estafador. Pero se me paso cuando lo vimos ponerse un par de guantes de látex antes de coger la almohada con tanta solemnidad, que tuve que mirarla un par de veces asegurarme de que no llevaba una funda de oro o algo así.

Se fue y por unos instantes nadie dijo nada. Luego nos miramos preguntándonos sin palabras si se trataba de una broma.

En menos de cinco minutos y sin ningún esfuerzo acabábamos de conseguir más de la mitad del dinero que habíamos tratado de juntar durante más de dos semanas.

Otra venta como esa o dos más pequeñas y lo lograría. ¡Lo lograría!

De pronto me revolcó una gran ola de renovada esperanza. De fe pura. Tan grande que volcó a todos mis amigos conmigo. Fue Mateo el primero en reírse, Maritza la que empezó a saltar. Hasta que todos estábamos haciendo lo mismo. Abrazándonos en un victoreo grupal completamente extraño a cualquiera fuera de él, pero completamente natural entre nosotros.

Alonso nos pasó un par de contactos.

Un cepillo de cabello y una uña de guitarra.

Brasil allá voy.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.