N U E V E - Columpio y coletas

CAPITULO 9

Ocho años atrás, una tarde en el parque.

Bruno se mece ligeramente en el columpio, su padre lo observa desde la banca. Lo ha traído para que conozca el parque de la urbanización a la que se han mudado. La nueva casa es más grande, incluso tiene un cuarto exclusivo de música. Hace un par de meses grabo una canción con Tefi, es un villancico para un especial de navidad de una serie de niños.

Tefi se está volviendo famosa. Como muy famosa. Bruno la extraña en las noches de películas y en las mañanas de panqueques. Pero sobre todo la extraña ahora que ha sido insertado en un lugar nuevo y extraño. Extraña su casa y a sus amigos. Pero extraña más a su abuela.

Se llamaba Nina. Murió hace solo un mes, por paro cardíaco. Habían llamado al abuelo a la clínica por un paciente que pedía ser atendido por él. Bruno es muy pequeño ahora para ver la ironía en eso. Sus padres habían llevado a Tefi a una reunión con unos representantes. Y en la antigua casa, solo estaba él y su abuela cuidándolo. Habían preparado galletas y estaban viendo televisión. Su abuela se sabía de memoria las canciones de sus dibujos.

Algo llamó la atención de Bruno. Tal vez la falta de ánimo en la voz cantarina de su abuela. Cuando volteo a verla ya no estaba cantando. Nina estaba pálida y sudorosa. Sus ojos cerrados, sus cejas fruncidas, su brazo derecho masajeando el izquierdo.

            - ¿Abuela?

Se acerco a ella dudoso. El pánico azotando todo su cuerpo cuando noto su pecho subiendo y bajando rápidamente.

            - ¿Abuelita?

La irresolución lo dominó por unos segundos, mismos en los que vio a su abuela abrir la boca intentando decir algo. Entonces corrió a por el teléfono. Necesitaba contactar con su abuelo, el sabría qué hacer. Contestó después de dos timbres.

Sentada en el mueble, Nina había llevado sus manos a su pecho. El dolor se reflejaba en su expresión.

Bruno le dijo a su abuelo lo que pasaba, él pidió que lo pusiera en altavoz. Dijo el nombre de su esposa un par de veces preguntándole que le dolía exactamente, en el altavoz se escuchó como daba indicaciones para que una ambulancia llegue a la casa.

            -Mi corazón. - susurraba Nina entrecortadamente

Bruno siguió las indicaciones de su abuelo de ir a buscar una pastilla azul en el cajón de su escritorio. Dejo el celular junto a su abuela, la miro un par de segundos tocándole el hombro, diciéndole que regresaría pronto y salió corriendo hacia el estudio de su abuelo. Busco en los cajones hasta que encontró una caja de pastillas de diferentes colores y tamaños. Busco la que el abuelo le dijo lo más rápido que pudo.

Pero no la podía encontrar.

Sus dedos temblaban, su corazón martillaba en su pecho.

Pero no podía encontrar la pastilla.

Deprisa, pasaron los minutos más largos de su joven vida. Cuando al fin las encontró salió corriendo nuevamente, dejando caer la caja y tirando la puerta con fuerza.

Pero cuando llego su abuela estaba quieta. Demasiado quieta. La voz de su abuelo fue la única que respondió a su llamado. Le dijo que espere en la puerta por la ambulancia. Que todo estaría bien. Pero Bruno nunca dejo de ver el rostro de Nina, ni siquiera cuando la enterraron.

            -Así no se hace.

Una niña lo miraba con la cabeza daleada. Sus rulos iban amarrados en dos coletas de colores diferentes y las pastas de sus lentes tenían dibujos de colores también. Parecían mariposas. O quizá eran flores. Llevaba un polo gris con un estampado de los Jonas brothers y un short de cuadrados rosados y lilas. Sus zapatillas eran blancas con un gran pompón en el centro cada una. Y claro, eran de colores también.

            -Debes levantar y bajar las piernas, así tomarás velocidad. Pero si quieres te puedo empujar, soy muy fuerte.

Y sin haber escuchado respuesta alguna procedió a empujarlo con una sonrisa que fue creciendo mientras Bruno llegaba más y más alto.