Soy una muñeca de porcelana; Soy hermosa y delicada.
Cumplo una función, adornar el lugar en el que me pongan.
Mi dueño me ama, el día en que me consiguió me tomó en sus manos, peinaba mi cabello y me vestía con vestidos de seda.
Constantemente me traía con él. Podía sentir su amor cuando hablaba conmigo y se reía. Miraba sus ojos llenos de luz cuando me miraba; me hacía sentir importante. Yo era su todo y yo para él era real.
Un día mi dueño cambió, su rostro reflejaba tristeza y soledad. Mi belleza no le iluminaba, mi compañía no le bastaba. Con su última sonrisa me tomó en sus cálidas manos y me colocó en una repisa.
Había de todo, tenía todo lo que yo necesitaba; él comenzó a ser más frío, muy pocas veces iba a verme, la repisa se llenaba de polvo y yo misma también.
Intenté romper las reglas y quise levantarme a abrazarlo una vez que lo ví pasar, pero me caí. Él me vió en el piso y preocupado me tomó en sus manos, me dio una pequeña sonrisita y me volvió a poner en la repisa.
Él no se dio cuenta que mi pecho se fisuro. La grieta dolía mucho pero no importaba mientras intentaba hacerlo feliz.
La repisa daba hacia una ventana, comencé a entretenerme viendo a las personas pasar, viendo el paisaje.
Me llamó la atención una persona, su sonrisa era cálida, su mirada era alegre y armoniosa y lo poco que lograba escuchar de su voz a través de la ventana era melodiosa.
Un día notó mi existencia y a veces se paraba fuera de la ventana a admirarme. Las reglas no se podían romper pero inmóvil le hacía entender que sabía de su existencia.
Sacudí mi vestido, limpié mi rostro del polvo. Limpié la repisa, acomodaba la escenografía por las noches y posaba distinto cada vez que él se acercaba a verme.
Mi fisura aún existía, más ya no me importaba el dolor, con recordar a mi espectador la fisura era olvidada.
Un día mi dueño notó a mi espectador y cerró la cortina. Mi espectador retrocedió. Abrí un poco la cortina para poder verlo y él ya no estaba.
Un día lo ví de lejos volteando hacia acá, su semblante era de tristeza. La grieta comenzó a doler más de lo acostumbrado.
Aún seguía pensando en mi espectador y miraba a mi dueño con esperanza de que volviera a amarme.
Observaba cómo intentaba limpiar la repisa, lavar mis vestidos y limpiarme del polvo.
Un día vio mi grieta y la resano, pero aún estaba ahí la mancha y la figura.
Una tarde mi dueño no estaba. Era la misma hora en que mi espectador me veía, así que decidí asomarme a la ventana, cuando abrí la cortina lo ví pasar.
Él estaba bien, caminaba sin detenerse, sin voltear a la ventana. Para él el show se terminó. Y para mí también.
Creo que así es mejor; mi espectador no podía tenerme y yo no podía tocarlo. Era un deseo que jamás iba a pasar hasta que me pusieran en venta.
Aún y así no sé si me iba a querer estando rota.
Por eso dejaré de abrir la ventana y buscarlo.
Me sentaré de nuevo en la repisa donde mi dueño me dejó y esperaré nuevamente a que llegue su amor.
Al final de cuentas, sólo soy un objeto, sólo soy un adorno; sólo soy su muñeca.
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Editado: 26.04.2024