“Disculpas no deseadas”
La madrugada gris había dado paso a una bella tarde, decenas de personas continuaban transitando por las calles y la mayoría de ellas miraban de reojo a la elegante mujer que caminaba tranquila por ahí, hermosa y con paso firme caminaba portando un vestido hecho a medida color rosa, amplio, con bastantes encajes en el mismo y un escote redondo que llegaba hasta su cuello, la delicadeza que expresaba eran fácilmente transmitidas por sus manos entrelazadas sobre su vestido, éstas siendo cubiertas por un par de guantes blancos.
Marianne Hazel Loughty caminaba sola, llamando la atención de quienes pasaran por ahí y ella misma mostrando una pequeña sonrisa a las personas que le daban el paso amablemente, por supuesto que todos la miraban más por el hecho de que estuviera caminando sola que por su belleza de por sí notoria.
Cuando por fin llegó a su destino, no tardaron mucho en abrirle la puerta, y la sirvienta de la casa la había recibido afable, la mejor amiga de la señorita Catherine había llegado de visita. La misma mujer que la recibió la guío hasta la habitación de su amiga diciéndole que estaba un poco ocupada, pues su prometido había llegado y no podía esperar por verla.
Justo cuando Marianne iba a dar la vuelta por el pasillo chocó con alguien, antes de que pudiera disculparse alzó la mirada y su corazón se detuvo.
—Oh, disculpe, no la vi, ¿está bien? —preguntó amable el hombre, éste de inmediato quedándose serio.
La joven por supuesto que no respondió al instante, sabía que Theodore se encontraba en la misma casa pero no esperó encontrárselo, o al menos no tan pronto, y su ruego por que no la reconociera se hizo presente.
—Sí…no se preocupe, señor… —inquirió fingiendo demencia.
—Theodore Edevane, un placer conocerla —dijo, después de tomar la mano derecha de Marianne y darle un pequeño beso a la misma, cosa que sorprendió a la joven—. ¿Y usted es…?
Algo en la joven le resultaba conocido a Theodore, sentía que la había visto antes y un aire familiar inundaba el lugar pero por más que intentaba no podía recordarla, quizá sólo eran ideas suyas pero ese pequeño misterio hizo que su curiosidad apareciera. En ningún momento se le cruzó por la cabeza el hecho de que tal vez pudiese ser el mismo joven que lo guió en la mañana.
Antes de que pudiera responder la pregunta, vio como se acercaba a ambos una mujer mayor, Marianne hizo una pequeña reverencia a Theodore antes de ir a saludar a la madre de su amiga, la señora Isabella Berrycloth.
—Buenas tardes, señora.
—Marianne —la mujer extendió sus brazos para recibir a la joven en un rápido abrazo—, veo que ya conociste al joven Theodore, prometido de Catherine.
—Así es, nos acabamos de presentar —respondió Theodore, un poco molesto en sus adentros pero que no admitiría en voz alta, se aclaró la garganta y tuvo la sensación del porqué la conocía—. Por supuesto que debe ser la señorita Loughty, Catherine me ha hablado mucho sobre usted, me dijo que vendría de visita pero no creí conocerla tan pronto.
—También me ha hablado sobre usted, señor, un gusto conocerlo al fin —respondió con una sonrisa fingida, bajando la mirada.
—Mi hija me había comentado que vendrías para comer con nosotros, sería muy grato que nos acompañaras a Theodore y a mí, Catherine desgraciadamente no podrá estar con nosotros debido a su salud, espero la disculpes —comentó la mujer mayor entrometiéndose en la conversación de los más jóvenes con toda la intención.
—No se preocupe, claro que estaré presente pero antes me gustaría ver a Catherine, si no es molestia.
—Oh, claro, sabe que ella siempre está lista para recibirla. Le pediré a alguien que la acompañe.
—No es necesario, sé el camino a la perfección.
Marianne se despidió de la señora Berrycloth y Theodore con una corta pero lo suficientemente cortés reverencia para no parecer grosera, caminó por la misma dirección en la que la madre de su amiga había llegado y alcanzó a dar un gran suspiro silencioso cuando los había perdido de vista. Su corazón latía demasiado rápido, esa misma mañana había conocido al prometido de su mejor amiga como Merritt Dankworth, un hombre, y justo después se presentaba como Marianne, no había pasado mucho tiempo como para que no la reconociera, era imposible que no lo hiciera, así que esperaba que Merritt haya sido tan insignificante como para que Theodore no se esforzara en recordarlo.
Esperaba que no lo haya hecho, y si tenía la suficiente suerte, él y Merritt jamás se volverían a ver y no tendría oportunidad para pensar si era la misma persona. Sí. Mientras no se vuelvan a encontrar todo iba a estar bien.
Respiró hondo, se acercó a la habitación de Catherine y la abrió, no tuvo necesidad de tocar pues la cantidad de confianza que se tenían ambas era tal que no necesitaba pedir permiso para entrar a saludarla.
—¡Catherine! —gritó/susurró mientras corría hasta su mejor amiga que se encontraba leyendo un libro en su cama y que volteó de prisa al escuchar a su amiga acercarse—. Te extrañé mucho —dijo al mismo tiempo que se lanzaba para abrazarla.
—No hace mucho que nos vimos —murmuró en voz baja pero animada por la visita de su mejor amiga correspondiendo al abrazo de la mayor sin pensarlo—, yo también te extrañé.
A pesar de que Catherine era la menor ella nunca perdía esa clase que la caracterizaba, ni siquiera por su estado delicado de salud que se esforzaba por ocultar.
Pero claro, desde que tenía memoria ella había sido moldeada al gusto de sus padres sin poner resistencia, ¿por qué? Ni siquiera ella misma lo sabía, lo único que recordaba era a ella misma queriendo ser el gusto de sus padres. Era hija única y tenía que hacerlo bien; "se obediente" le ordenaban y ella lo hacía, "quedate quieta", lo hacía, "cuida tu postura" y terminaba con dolor de espalda por permanecer derecha por varias horas, "cásate" y tan pronto como sus padres le presentaron a Theodore se comprometieron sin más, a pesar de que ella quisiera a otra persona.