Dudé bastante si debía tocar o no el timbre de la casa de Sebastián. De hecho una parte de mí ni siquiera sabía porque había decidido venir, después de lo que pasó la última vez entre nosotros dudaba mucho que él quisiera verme. Ni siquiera me ha escrito y ya no me ha llamado por la noche, no sé cómo se siente, solo sé que le rompí el corazón. Alejé mi dedo del timbre, ¿en verdad era una buena idea después de lo de ayer? Se fue muy triste y enojado al mismo tiempo, me dejó ahí sola.
Me giré sobre mis talones dispuesta a caminar hacia mi auto. Yo quería verlo, siento que le debo una explicación, una disculpa. Así que me volví a regresar hacia la puerta, cerré los ojos después de tomar aire y finalmente presioné el botón del timbre, esperando a verlo pronto frente a mí.
—Hola, ¿qué estás haciendo aquí?
—Andaba cerca y ¿por qué no? Traje helado. —Le enseñé el bote de helado napolitano, su favorito—. Espero que con el calor no se haya derretido tanto. ¿Quieres ver una película?
Con una sonrisa a medias me cedió el paso, caminé con el bote de helado hasta la cocina en dónde abrí el congelador para meterlo un rato. Él se quedó estático, mirándome desde el desayunador, con esos ojos color café que no habían perdido su brillo por completo.
—¿Sigues enojado conmigo?
—Nunca lo he estado.
Me acerqué a él para alborotar sus negros cabellos y tiré un poco de su camisa, jugando de alguna forma con él para sacarle una sonrisa.
—¿Qué película vamos a ver entonces? Te toca elegir.
—Hmm realmente no estaba preparado para ver una película, ni siquiera sabía que ibas a venir, pero… Podemos ver En nombre del amor, sale Tom Welling, seguro que te va a gustar.
—Bueno, vayamos a la sala entonces.
Sebastián me cedió el paso y caminamos hasta la sala. Él puso sus barreras ahora, se sentó en el sofá de una sola plaza y tomó el control remoto para prender el televisor. Sabía lo mucho que me gustaban las películas románticas y por eso ha decidido elegir una que probablemente me va a gustar, si, el inicio pintaba bien.
Sin embargo, a pesar de que ha elegido una película romántica como las que sabe que me gustan, no me sentía del todo cómoda. El ambiente se sentía raro, muy tenso en realidad, como si él en verdad no quisiera tenerme aquí y yo —a medida que pasaban los minutos— me arrepentía cada vez más de haber venido. Ni siquiera he sido capaz de abrir la boca para pedirle perdón, ni siquiera he sido capaz de tocar el tema de lo que pasó ayer, simplemente estoy aquí en el sofá mirando la pantalla y fingiendo que no ha sucedido nada entre nosotros.
—Voy a ir por helado, ya vengo.
Se puso de pie y se encaminó hacia la cocina. Respiré profundamente al verlo desaparecer detrás de la puerta de madera, ¿será que llegó la hora de pedir perdón o dejo todo por la paz? ¡No puedo con mi ansiedad! Ni siquiera sé cuánto tiempo ha pasado. Así que saqué mi celular de mi pequeño bolso para mirar la hora, fue entonces que vi que tenía un mensaje de Daniel.
Daniel Morán: ¿Qué planes tienes para mañana? ¿Eres de las chicas que salen los viernes a divertirse?
Anette Ibarra: No realmente, planeo estudiar. ¿Por qué?
Daniel Morán: Vamos por una pizza. ¿Te veo a las cuatro en el metro viveros?
Dudé demasiado mi respuesta. Apenas hemos empezado a hablar y ya quiere que salgamos a solas, ¿será buena idea? Para mí él solo es el chico del macchiato cuya elección de ropa particularmente se me hace demasiado curiosa. No lo conozco en realidad. Y eso solo me hizo mirar la pantalla sin realmente saber cómo contestar el mensaje. Una parte de mí me decía que fuera, total, Daniel me ha caído bien y puede que sea mejor conversar en persona como lo hicimos aquella vez en la cafetería. Pero la otra parte de mí, la desconfiada, me decía que debía irme más lento con este chico, apenas si lo conocía.
—Ten, ¿quieres que te traiga agua también?
—No gracias. Realmente no sé porque esta película no sale en las primeras recomendadas en Netflix.
—¿Si te está gustando? —Cuestiona.
—Sí, ¿por qué?
—Nada más.
Tomé un poco de helado de chocolate con la pequeña cuchara, Sebastián lo ha recordado, no me gusta el helado de fresa y ha tratado de servir el mínimo en mi pequeño bowl. ¡Dios mío! Ahora me siento aún peor que en la mañana, Sebastián es tan dulce, ¿por qué me atreví a romper su corazón? Porque de todos los hombres que existen en el planeta tierra, ¿por qué justo a él tuve que rompérselo?
Pero justo fue mi celular el que me sacó de mis pensamientos, sonó una vez más, de nuevo era él.