La escena que estaba viendo me parecía abrumadora. Los cuatro reunidos en la sala en la oscuridad, con un par de velas encendidas, con los celulares bloqueados porque necesitamos ahorrar batería, todavía no sabemos en qué momento va a regresar la luz. Fue muy raro en verdad ver a Frida y a mi papá sin sus teléfonos como de costumbre, o escucharlo a él haciendo bromas como suele hacerlo, pero ya hemos hablado de todo y ahora el silencio se ha apoderado de mi familia.
Y de repente, por fin vimos los focos iluminarse, poco después de las ocho de la noche. Mi papá inmediatamente tomó el control del televisor para prenderla y poner las noticias, mi mamá empezó a soplar vela por vela, Frida corrió hacia la toma de corriente más cercana con su cargador y se sentó en el piso para dedicarse a indagar en redes sociales. Yo volví a prender mi celular para hacer lo mismo que mi hermana, tenía aproximadamente veinte mensajes de Ingrid preguntando cómo estaba, las noticias en San Francisco han cubierto todo y al no estar aquí se ha quedado bastante preocupada, por mí y por su madre.
Ingrid Vivanco: Mi mamá está bien pero se cayó la casa de un tío en Xochimilco. Anette, ¿tú cómo estás? ¿Por qué no contestas?
Anette Ibarra: Apenas pude hacerlo, estoy bien. Tranquila, estoy bien.
—¿No te ha llamado Julieta? ¿Ya habrán llegado a su casa?
—No mamá, no he recibido nada. Acabo de hablar con Tristán y dice que es un caos allá afuera, todo está paralizado.
—Está bien, pobre chica. Estaba tan angustiada y su mamá… ¡Ay Dios mío! Entiendo la desesperación que debió sentir al tener que venir hasta acá a recogerla.
La pantalla de mi celular se iluminó, Daniel Morán me estaba llamado. Me alejé un poco de mi familia y contesté la llamada, su voz, ¡por fin pude escuchar su voz!
—¿Cómo estás? ¿Estás bien?
—Sí Anette, estoy bien. Estuve intentando comunicarme pero no podía porque no tenía señal y andamos buscando a Melisa, no aparece.
—¿Cómo?
—Sí, no contesta el teléfono, Héctor la fue a buscar a su facultad y no ha llegado al departamento. Yo estoy aquí por si llega, Héctor está buscándola afuera.
Un largo suspiro salió de mí, su roomie no aparecía y no quería pensar en que algo pudo sucederle. Sacudí la cabeza en un intento bobo por deshacerme de malos pensamientos, porque en verdad deseaba con todo mi corazón que Melisa estuviera bien, que pronto volviera a casa con Héctor.
—¿Tú cómo estás? ¿Ya estás en tu casa?
—Sí, afortunadamente salí rápido, fui por Frida y nos venimos a casa rápido, antes de que nos tocara el tráfico.
—Sí, es un caos. Yo… —Hizo una pausa corta—. Lo siento pensé que iban a abrir la puerta, yo, bueno Héctor, Liz y yo pensamos en ir a ayudar a remover escombros, muchos edificios se cayeron y vi que la escuela que está cerca de la de Frida también se cayó. ¿Vienes?
—Me gustaría pero, no creo que mis padres me dejen salir en este momento.
Otra pausa más, escuché a través del teléfono que Héctor ha llegado… ¡con Melisa! ¡Melisa está bien! ¡Dios, qué alivio!
—¿En dónde estaba?
—En casa de una de sus compañeras.
—Qué alivio, en serio.
—Ann, te hablo más tarde. Cuídate mucho, por favor.
Terminamos la llamada telefónica, no sabía qué seguía después. Miré a mi familia, ellos están igual de desconcertados que yo, no sabíamos qué hacer. Sabía lo mucho que estas situaciones le afectan a mi mamá, ella vivió el sismo del 85 muy de cerca y esto solo le ha traído esos amargos recuerdos de aquel entonces cuando era solo una niña. Y mi papá, él que siempre ha sido tan noble, ya está buscando formas de ayudar a la gente que lo ha perdido todo.
Y yo, yo lo único que hice fue conectar de nuevo mi teléfono a la corriente de luz. No sabía si iba a volver a temblar, casi siempre vienen las réplicas y tenemos que estar preparados, o por lo menos eso han dicho en el noticiero, aconsejando que guardemos documentos importantes y lo más indispensable en una mochila que tengamos a la mano en caso de que sea necesario evacuar. Escuchar todo eso solo me alteraba los nervios, pero tenía que disimular, no podía dejar que mi mamá viera que no es la única muriendo de ansiedad aquí.
La pantalla de mi celular se iluminó llamando mi atención, inmediatamente lo tomé y al leer el mensaje que me dejó Tristán de alguna u otra forma pude calmar un poco mi ansiedad también.
Tristán Ayala: Matías está bien, tranquila.
Anette Ibarra: Bien, gracias por avisarme. Estamos en contacto, voy a dejar cargando mi celular.
Conforme fueron pasando los días, se notó que en este país cuando es necesario, la unión se hace presente. La gente salía a ayudar, a remover escombros, a montar campamentos para las personas que se han quedado sin hogar, a recolectar víveres y medicinas y a llevar todos esos productos a quienes más lo necesitaban. Realmente si todos los días nos uniéramos como lo hemos estado haciendo, este país sería diferente. Si no tuviéramos esa filosofía del cangrejo tan presente siempre y si nos comportáramos como lo estamos haciendo, sé que la sociedad en la que vivimos actualmente sería completamente distinta.