¿Por qué le dije? Toda la semana lo estuve pensando, no iba a decirle ni una sola palabra acerca de ese viaje express a Puebla. Ni siquiera pude concentrarme en clases y tampoco le presté atención a Frida en todas las conversaciones que tuvimos cuando fui por ella a la secundaria por pensar en una historia para contarle a Dan acerca de lo que hice en mi fin de semana. Y todo eso se fue al carajo en el momento en el que decidí contarle lo que hice con Oliver apenas salió la oportunidad.
Ahora ni siquiera quería mirarlo. Agradecía bastante que justo hayamos decidido parar en el espacio dedicado a los perritos en Parque México, me recargué en el barandal y evadí su mirada, mirando hacia todos esos perritos que jugaban libres en ese espacio frente al reloj.
—Es que si tan sólo hubiera sabido que irías a Puebla, hubiera estado atento al celular. Sabes que cuando salgo con mis amigos no me gusta usarlo, mucho menos en el congreso, lo siento.
—De hecho nunca te gusta usarlo. —Musito—. Pero bueno, no importa ya. En serio, fue todo idea de Oliver... Así que no importa.
—Algún día nos escaparemos tú y yo, ya lo verás.
Dan me obligó a dejar de continuar mirando a los perritos para poder mirarlo a él. Ahora ya no sabía si sentirme avergonzada por haber ido hasta Puebla y haber fallado en la misión de verlo o si debía olvidarme de una vez por todas de esa aventura express y dedicarme a pasar el resto de mi día con él caminando por el parque de la mano, platicando de todo lo que hizo sin mí ese fin de semana.
Él tomó mi mano para que pudiéramos cruzar juntos a la otra acera, balancéandola una vez que estuvimos afuera del Moro. Tomó mi rostro con su mano izquierda y decidió besar mis labios, proclamando que era una de las tantas cosas que echó de menos a pesar de que realmente el tiempo que permanecimos separados fue bastante corto.
—Es algo loca la vida. —Comenta, tomando mi mano una vez más—. Como todo cambia, ¿te imaginaste alguna vez esto? Hace un año, hace seis meses, ¿te imaginaste que estarías conmigo? Hace un año estábamos en una relación con otras personas, hace seis meses estábamos atravesando por la ruptura y hoy, tan sólo míranos.
No pude decir nada, incluso aparté mi mirada de la suya y miré fijamente al churro que estaba por partir a la mitad. No. Obviamente no me lo imaginaba, él era un total desconocido para mí y yo lo era para él. Hace un año estaba con Matías planeando un montón de cosas para el futuro y prometiendo que apenas consiguiéramos un empleo bien pagado nos iríamos a vivir juntos. Y Dan, hace un año estaba con Paula, seguramente también haciendo promesas que se rompieron en el momento en el que terminó su relación.
Y es que todo está en constante cambio, como lo que hoy conozco, lo que estoy viviendo, puede desaparecer por completo mañana.
—¿Eres feliz?
—Supongo que sí. —Respondo.
—Me alegra bastante haberte conocido Anette, en serio.
Sonreí ante ese comentario, sin decir nada más por fin le di una mordida al churro, limpiando inmediatamente el azúcar que quedó en la comisura de mis labios.
—Por cierto, Liz me dijo que si quieres venir con nosotros a La Puri hoy.
—¿En serio?
—Sí, digo, siempre has tenido curiosidad por ir y nunca se ha dado.
—¿Por qué no?
No sabía que me esperaría en ese antro en el que suelen pasar la mayoría de sus fines de semana. De la Condesa nos fuimos al Centro Histórico, perdí la cuenta de cuánto tiempo estuvimos caminando, pero el camino realmente se hizo más ameno con Dan contándome más de lo que hizo en Puebla.
De repente se detuvo, entendí entonces que hemos llegado a la fila en la que seguramente ya esperaban Liz y los demás en La Purísima. Dan tomó mi mano y me hizo caminar detrás de él, siguiéndolo, buscando a sus amigos.
—¿Traes tu INE?
—Sí.
—¿Traes ganas de hacer fila por media hora?
—¡¿Media hora?!
—Así es. —Responde—. Si corremos con suerte, puede ser más.
El antro que quedaba en República de Cuba realmente reunía a muchas personas y no fui hasta que conocí a Daniel que escuché de su existencia —y eso que tengo a varios conocidos de la comunidad—, pero aquí estaba, buscando todavía a Liz y a sus amigos, hasta que ella nos vio y alzó la mano agitándola para que pudiéramos unirnos.
—¡Hey! ¡Por fin llegaron!
Liz nos recibió con un abrazo rápido, procurando ser discreta a la hora de incorporarnos a la fila para no causar molestias con las demás personas que esperaban entrar al igual que nosotros. A pesar de que la fila era larga, los amigos de Daniel intentaron hacer todo mucho más ameno.
—Definitivamente prefiero los jueves de chacal.
—¿De qué?
—¡Ay Fernando! —Liz golpea su hombro—. ¿Ya vas a empezar?
—¿Qué es eso? —Vuelvo a preguntarle a Fernando.
—Nada, nada. Digamos que vas a entretenerte bastante hoy. —Fernando pellizca mi mejilla—. En La Puri, después de la media noche, comienza la diversión. La gente se sube a la barra y se quita la ropa, los jueves es más divertido pero no le quito el mérito a los sábados.
Me entretuve bastante platicando con Liz y Fernando, mientras tanto, Daniel continuaba conversando con Melisa y Andrea, hablando de lo bien que la pasó en Puebla y de lo que hicimos hoy previo a nuestro encuentro en este lugar. La fila avanzó, los de seguridad se encargaron de revisarnos, bolsos abiertos, identificaciones, todo listo para pagar y así poder entrar.