Domingo 10 de diciembre, por fin llegó el tan esperado día, sí, ese que Dan y yo esperábamos con ansias desde hace semanas. Hoy es el concierto de KMF en el Plaza Condesa y yo no puedo estar más emocionada. De hecho apenas si pude prestar atención hoy al almuerzo, sin importar que es el cumpleaños de mi papá, me la pasé mirando historias en Instagram en los perfiles de los noruegos. ¡Qué emoción! Hace tanto que no voy a un concierto y hacerlo con él es algo que realmente me tiene contenta.
Quedamos de vernos directamente en el recinto a las cinco. Habíamos planeado este día desde la semana pasada, esperaríamos en la fila con los demás en el Plaza Condesa comiendo unos churros del Moro. Pero aquí estaba, sola, con mis churros y el celular en la mano derecha, esperando un mensaje de Dan, quien seguía sin contestar el último que le mandé. La ansiedad me está comiendo, ¿en dónde está? Por primera vez en estos meses que llevamos saliendo, Dan está siendo impuntual.
Ingrid Vivanco: A lo mejor hay tráfico.
Anette Ibarra: No trae auto, por eso se me hace raro.
Ingrid Vivanco: ¿Y por qué no se fueron juntos?
Anette Ibarra: Porque es cumpleaños de mi papá y fuimos a desayunar en familia.
Ingrid Vivanco: Espero que llegue pronto, te dejo, mi madre me está dando tremendo sermón que ni te imaginaaas.
Bloqueé mi celular y lo guardé en mi bolso, algo desesperada. Los churros se han enfriado en la bolsa de papel y ya no quiero seguir mirando más el celular o se me va a seguir bajando la batería. ¿Por qué no ha llegado aún? Oh... Aquí viene, pero viene con Liz, Héctor y Karina, ¿acaso este no iba a ser nuestro concierto? Él me prometió que iba a ser un momento especial para nosotros dos, ¿en qué momento los incluyó a ellos? Y sobre todo, ¿por qué no me dijo nada al respecto?
—¿Me perdonas? —Me cuestiona Dan, tomando mi mano—. Estábamos consiguiendo boletos para ellos.
—Me hubieras avisado, dejé a mi familia con tal de llegar a tiempo.
—Perdónanos Anette. —Suplica Liz—. Ya sabemos, arruinamos tu concierto con Dan, pero nos acordamos de la vez que los vimos en el José Cuervo y quisimos venir, ¿nos perd... —a Liz le dio un poco de hipo, lo que le impidió terminar la oración—, ¿nos perdonas?
Asentí con la cabeza, caminando con ellos hacia la fila que seguía afuera del Plaza Condesa para que pudiéramos esperar con los demás. No me sentía molesta, eso pensaba, sin embargo este día me hacía sentir ilusionada porque creí que sería un momento especial entre Daniel y yo, aunque si quería traer a sus amigos... Pues no me quedaba nada más por hacer, simplemente sentarme en el piso para comerme uno de los churros de la bolsa mientras los escuchaba hablar de cualquier cosa, de su filosofía de la vida, de sueños locos, de borracheras y amores de ocasión.
—Una vez salí con alguien de la facultad de Derecho, el peor. —Continuaba Liz—. Engreído a más no poder pero estaba guapísimo. Lo guapo no le quitó lo malo que es para el sexo, cinco minutos y puff... Para abajo. ¿Oral? Horrible también, estaba tan seca y sin ganas, el peor sexo de mi vida. ¿Ustedes han pasado algo similar?
Me quedé callada, negándome con la cabeza. Nadie quiso responder a esa pregunta, seguramente para no ventilar situaciones incómodas, por lo menos yo no tenía nada más que decir. Solo he estado con Matías y nunca tuvimos una mala experiencia.
—Sí, sí, ya sé que no van a hablar. —Dice Liz, mirando a Daniel y a Héctor—. Aquí están sus novias y sería incómodo. Aunque... En teoría Anette no es tu novia Dan, así que puedes contarnos de aquella vez que Paulita casi te la fractura a sentones.
—¿Qué? —Cuestioné, buscando su mirada, Daniel estaba tan rojo como un jitomate.
—¿Por qué tenemos que hablar de eso ahora? Podemos hablar de otras cosas, a nadie le interesa nuestra vida sexual, Lizette.
Vaya, ha usado su nombre completo, creo que Dan está molesto y yo no entendía la actitud que traía Liz este día, ha estado tan... Honesta, más de lo normal y bastante risueña, reía casi con cualquier cosa. Encima me ha quitado la bolsa de churros y se ha comido casi todos, dejando a Dan sin probar ni uno solo.
—¿Faltará mucho para que abran las puertas? Tengo hambre. —Comunica Dan—. Se me antojaron esos waffles con helado que nos comimos el otro día con Melisa.
Liz le ofreció el la mitad del último churro que ha quedado en la bolsa y Dan lo ha aceptado, acabándoselo casi de dos mordiscos. El tema incómodo que sacó Liz se quedó en el olvido en el que Karina decidió entonces comenzar a contarme cómo fue que conoció a Héctor en la librería en la que trabaja. Ilusionada, ella lo describía como un flechazo a primera vista, que se enamoró de él desde que le cobró aquel libro de Stephen King que fue a comprar.
—Fue El Resplandor, todavía lo recuerdo bien. —Continua—. Y de ahí, todo se dio casi automáticamente solo.
Sonreí, pensando entonces en lo que pasó el viernes justo cuando veíamos El Resplandor, película preferida de Melisa. Mi mente comenzó a preguntarse cosas, ¿será que fue a la librería por ese libro para regalárselo a la bióloga con la que comparte departamento? ¡Oh, pobre Karina! La forma en la que se expresaba de Héctor casi me rompía el corazón, porque ella lo ama tanto y él... Él no puede negar que existe algo con Melisa, la tensión sexual que existe entre ellos cualquiera lo puede percibir. Y la forma en la que se besaron cuando los vi, solo me confirmó que Héctor no está enamorado del todo de Karina.
—¿En qué piensas? —Le cuestiono a Dan una vez que el tema de conversación con Karina termina.
—En que Liz tiene razón. Técnicamente no eres mi novia, sólo estamos saliendo.
—Sí y estamos bastante bien con eso, ¿no?
Daniel pasa su brazo alrededor de mis hombros, abrazándome, riendo un poco incluso. Susurrando después a mí oído la siguiente frase: