Cada vez era más difícil para mí ocultar el por qué estaba feliz todo el tiempo. Se volvió demasiado difícil buscar excusas para justificar por qué estaba tan buen humor 24/7, claro, no podía ir por ahí diciendo que las endorfinas se liberan con mayor frecuencia porque estoy teniendo sexo con mi ex cada que nos vemos. Pero parecía ser casi imposible aparentar frente a Oliver, quien no dejaba de mirarme ahora que nos hemos visto para almorzar. Quizás me mira tanto porque me sonrojado por el último mensaje que me ha mandado Matías, porque cada que nos escribíamos de esa manera no podía evitar tener las mejillas rojas como un tomate.
—Ya dime, ¿a quién te estás cogiendo?
Oliver intentó quitarme el celular para averiguarlo él mismo, pero mi dedo fue más rápido y logré bloquearlo antes de que pudiera ver algo más en la pantalla.
—¿Qué? ¿De qué hablas?
—Ay no te hagas, Anette Ibarra. Esa sonrisita, cada que miras el teléfono te pones roja, te veo más radiante y relajada, llevas dos horas sin quejarte de nada...
—No estoy cogiendo con nadie.
—Sí claro, y yo no soy tu mejor amigo y no te conozco de años.
Oliver levantó su vaso y bebió un poco de su jugo de naranja. Me negué con la cabeza, no podía ser honesta con él. Sabía que en cuanto le contara todo lo que ha estado pasando con Matías, seguro que me mata o por lo menos me da un gran sermón de dos horas, sí, no podía decirle nada de este affair que me está volviendo loca. No podía dejar también que se acercara a mi teléfono, o descubriría todos esos mensajes que nos hemos mandado desde temprano.
Matías Licea: No pensé que te llamara la atención, por eso no te dije nada.
Anette Ibarra: Pues un curso de oratoria a nadie le cae mal. Si quieres puedo acompañarte, estoy cerca, comiendo con Oliver.
Matías Licea: Está bien, te mando la ubicación. Si quieres podemos vernos en Bellas Artes para irnos juntos.
Bloqueé mi teléfono y regresé la mirada hacia mi mejor amigo, dispuesta a continuar platicando.
—Bueno es que ya casi ni te veo, por eso asumí que estás saliendo con alguien. —Dice Oliver, retomando el tema de conversación.
—He estado ocupada ayudando a mi papá en el despacho, termino muy agotada... Aparte soy chófer de Frida y he intentado estudiar un poco antes de entrar al semestre nuevo.
—Entiendo, vaya verano el tuyo.
—¡Ya sé! Pero necesito dinero extra, dinero que no puedo hacer estando en la universidad.
Tomé el tenedor para robarle dos pedazos de sandía, comí en silencio escuchando ahora lo que él tenía para contarme.
—Sé que dije que no lo volvería a hacer pero, estoy considerando regresar a eso de las citas de Tinder. —Confiesa—. Me aburro mucho los fines de semana.
—¿En serio? Creí que los tiempos de Tinder habían quedado atrás.
—Yo también pero, necesito un poco de diversión los sábados. Y no hablo de sexo, hablo de salir a lugares, conocer gente, conversar... Mandar a la mierda todo cuando me dé cuenta que una vez más elegí mal. Tú entiendes.
En realidad no entendía. Jamás he descargado una aplicación como Tinder, vivimos en Latinoamérica, he escuchado historias con finales horribles y siendo mujer, da muchísimo miedo salir con un extraño, incluso si lo conoces de una forma más convencional. Nunca terminas de conocer bien a una persona y quizás esa falta de confianza me hacía decirle que no a ese tipo de aplicaciones. Encima, estoy chapada a la antigua y no creo en el amor por internet a pesar de que Tristán me ha contado ya tres veces la historia de su prima que conoció a su esposo turco vía Tinder.
—¿Tienes planes para al rato?
—Sí, voy a ir a un curso de oratoria.
—¿Tú? A ti te caga hablar en público.
—Precisamente. —Replico—. Necesito aprender a manejarme.
—¿No quieres venir a Kings Pub conmigo? Después de tu cursito.
En realidad no se me ocurría nada para decirle que no. Aparte, ese cursito ni siquiera me llama la atención, como lo dijo Oli, a mí me caga hablar en público. Solo lo hago por acompañar a Matías, es él el que está interesado en la oratoria, mucho más ahora que está buscando enfocar su carrera hacia la política y si el plan es retomar nuestra relación, por supuesto que tengo que apoyarlo.
¿Cómo decirle a Oliver que no podía acompañarlo a Kings Pub porque pensaba pasar el resto de mi día con mi ex que tanto odia?
—No, voy a acompañar a mis papás a una reunión al rato. Lo siento. ¿Podemos ir otro día?
Oliver me dejó a unos metros del lugar en dónde quedé de encontrarme con Matías en el centro de la ciudad. Rogaba con todas mis fuerzas que mi mejor amigo decidiera no regresar al lugar en dónde me dejó, me paraba de puntillas buscando su rostro entre toda esa gente que se perdía en el cruce de eje central, pero ya se ha ido.
Caminé rápidamente entonces hacia el Palacio de Bellas Artes, sonreí de inmediato en el momento en el que vi a ese hombre delgado, alto, de cabellos negros y sonrisa perfecta que todo el verano me ha traído loca. Fui hacia Matías y lo abracé con una fuerza impresionante, realmente me alegraba verlo, siempre contaba los minutos y las horas para verlo, así de mucho me gusta estar con él.
—Wow, te ves muy bonita Ann.