Me sentía sola y patética, muy patética. Recorrí pasillo por pasillo de la expo del café esperando encontrarme con Matías en alguno de los stands y solo recibí muestras de café gratis e incluso un mandil, pero no un abrazo de la persona que más necesitaba en este momento. Encima, la batería de mi celular estaba muriendo, así que tuve que moverme hacia esas torres en dónde habían habilitado cargadores y me senté en la alfombra azul, mirando la pantalla una y otra vez.
Él seguía sin contestar mis llamadas, la única llamada que recibí fue la de Oliver, quién me llamó para preguntar cómo sigo después de lo de anoche y hemos discutido acerca de la llamada que me hizo Fabiola más temprano. Le reclamé por lo que hizo, ¿por qué tuvo que llamarle a Fabiola para reclamarle algo que debió quedarse en una mala noche de mala copeada? Me sentía mal, estaba tan molesta, lo único que necesitaba en este momento era un abrazo de Matías, que me reconfortara y me hiciera olvidar que he discutido también con mi mejor amigo por teléfono.
Llamada tras llamada y no contestaba... Una vez más...
—¿Hola?
—¡Matt, por fin! ¿En dónde estás?
—Ahmm ya no estoy en la expo. ¿Por qué me llamaste tantas veces? ¿Todo bien?
—No, no todo está bien. Necesito verte —le pido, en mi tono de voz se notaba que imploraba su presencia—. ¿En dónde estás? Iré a dónde estés, solo dime en dónde estás.
—No puedo verte Anette, estoy con una amiga.
—Por favor, dile que después se ven, te necesito.
—Anette, te veo mañana. Ya había quedado con ella.
—Por favor Matías, ¿quién es más importante eh? —Rogaba por teléfono—. Necesito verte.
—Lo siento Anette, pero no.
—Es que yo siempre tengo que estar detrás de ti, rogándote por un poco de tiempo. Siempre siempre...
Colgué la llamada abruptamente. Me sentía peor que cuando me pongo demasiado hormonal cuando ya me va a bajar, tenía muchísimas ganas de llorar pero no podía hacerlo aquí, siento que bastante ridícula ya me veo sentada en la alfombra azul con el celular en las manos y los ojos cristalizados porque no quiero empezar a llorar.
Después de meditarlo un par de minutos, decidí ponerme de pie. Ya no tengo nada más qué hacer aquí, en realidad, la única razón por la que acepté venir al World Trade Center ni siquiera quiere verme. No me dijo que iba a venir con alguien, de hecho, el único mensaje que me mandó antes de mis plegarias para vernos fue una foto en un restaurante con su hermano Jonathan y su novia. ¿De dónde salió la dichosa amiga? ¿Quién es? ¿La conozco? ¿Será Mara? Sé que ella es una gran fan del café pero hace tiempo que ni siquiera la menciona.
Me quité el gafete una vez que decidí abandonar el World Trade Center y lo guardé en mi bolso. Seguía dándole vueltas al tema de Matías y la misteriosa amiga a la que no pudo perdile aunque sea cinco minutos para asegurarse de que la mujer con la que sale está bien, ni siquiera pudo hacer eso. Solo sé que ya no estoy pensando con la cabeza fría, soy una montaña rusa de emociones en este momento, por un lado estoy hecha mierda con todo lo que pasó con Fabiola ayer, estoy molesta con Oliver por haberse metido en una discusión que debió quedarse en una mala experiencia de borrachera y estoy triste porque Matías no me quiere ver.
Encima, tengo hambre. Mi estómago está haciendo ruidos y yo, estoy más arrepentida que nunca por no haber aceptado la propuesta de Ricardo para comer hace rato, incluso comienza a dolerme la cabeza. No quería comer en Chili's a pesar de que la idea de comerme unas boneless me hacía agua la boca, eso implicaría comer sola y hoy hay un partido de fútbol importante, lo que quiere decir que ese lugar va a estar lleno y no estoy de humor como para estar sola en una mesa. Tampoco quería pasar por una pizza, es demasiado para mí.
Me atravesé la acera, lo único que se me ocurrió que podría comprar es un croissant de jamón y queso y un refresher, es más común ver a personas solas en un Starbucks que en un restaurante de cadena que se llena cuando hay partidos de fútbol. Jalé la puerta y me encaminé hacia la barra, mirando la pizarra para darle un vistazo de nuevo a las bebidas, para saber por cuál me iba a decidir esta vez.
—¿Qué estás haciendo aquí Anette?
La voz de Matías me hizo voltear de inmediato. Él venía bajando del piso que se encontraba en la parte de arriba, traía consigo dos platos ya vacíos y yo... Perdí la cabeza por completo.
—¿Es en serio? ¿Me estás siguiendo?
—¿Te estoy siguiendo? ¿En verdad piensas eso? ¿Crees que en verdad mi tiempo y mi mundo giran alrededor de ti?
—¿Quince llamadas no te dicen algo? —Cuestiona, con molestia—. Me llamaste quince veces Anette, ¡quince! Encima te vi en uno de los pasillos de la expo, buscándome. ¿Estás loca?
Me moví de la barra, comenzábamos a estorbar y encima estábamos dando todo un show sin importarnos que habían más personas esperando comprar, incluso la barista prefirió poner más atención a la discusión que a lo que le estaba pidiendo la pareja de adolescentes que estaba detrás de mí formada.
—Te llamé quince veces y no fuiste capaz de responder a una sola llamada, ¿y si en verdad tenía una emergencia? ¿Y si me había pasado algo? ¿No te pusiste a pensar en eso?
—Te dije que iba a estar ocupado.
—Y yo te dije que te necesitaba. Te conté todo lo que me dijo Fabiola ayer y por todo lo que tuve que pasar y ni siquiera escuchaste mi audio. —Le digo, intentando no soltarme a llorar, a pesar de que sentía en mi garganta que en cualquier momento se me quebraría la voz—. Encima ayer te fuiste con tus amigos y ni siquiera fuiste capaz de avisarme, estaba preocupada por ti, pensé que te había pasado algo. Al contrario de ti, ¡yo sí me preocupo por ti!
—Anette, te dije que te veía mañana.
—Ya me cansé de estar detrás de ti todo el puto tiempo. Yo soy siempre la que tiene que organizar las salidas cuando se supone que todos tus fines de semana deberían ser míos. Así me funcionaba con Daniel.