13 de septiembre, 2018. El cumpleaños no. 20 de Anette Ibarra
A la media noche recibí la típica llamada de Ingrid, como ha sido los últimos ocho años de mi vida, ella siempre quería ser la primera en felicitarme y siempre se peleaba con Tristán por ver quién lo hacía. Dios mío, nunca antes me había sentido tan ansiosa por recibir un mensaje de felicitación, recibí el de Tristán cuando estaba en la llamada con Ingrid pero aún me faltaba uno. A pesar de que la competencia no fue directa con ellos, Matías también solía felicitarme a la media noche y este año no lo hizo.
De hecho para estar cumpliendo veinte no se siente nada especial. Este año no hubo pastel por la mañana y mi familia no vino a mi habitación a cantarme las mañanitas, creo que las cosas aún están demasiado tensas con mi mamá como para que me prepare cosas así por mi cumpleaños, algo que particularmente me ha roto el corazón. ¿Cuándo dejaremos las diferencias atrás? No es como si su hija se hubiera convertido en una vagabunda que abandonó la universidad y que consume todas las drogas habidas y por haber, el único pecado que he cometido es enamorarme y romper con la imagen de hija perfecta que ellos me crearon desde muy chica porque siempre tuve que ser el ejemplo de Frida.
Volteé a ver el celular cuando la pantalla se encendió, inmediatamente corrí hacia la cama para tomarlo, haciendo que la toalla que estaba enredada en mi cabello cayera de este hacia el piso, mojando mis hombros y parte del edredón también.
Matías Licea: ¿Qué te puedo decir? He estado presente en tu vida desde tu cumpleaños no. 14, han pasado seis años y vaya que han sido seis años bastante locos, ¿no? Es increíble la manera en la que te he visto crecer, hemos pasado por muchas cosas que nos han cambiado en un sinfín de ocasiones. Sin embargo, algo que no ha cambiado es eso que nos sigue uniendo de alguna u otra forma y es muy extraño, ¿no lo crees? Pero extraño en el buen sentido porque la verdad no sé qué sería de mi vida sin tu presencia en ella, aunque a veces no quiero admitirlo, no sabes lo mucho que vas a hacer y ya has hecho conmigo. Eres una mujer increíble que realmente se merece lo mejor, siempre voy a desear lo mejor para ti. Feliz cumpleaños, Anette Ibarra.
Esbocé una sonrisa al leer ese mensaje. Yo tampoco sé que sería de mi vida sin él, no hay un capítulo de Anette Ibarra sin Matías, por lo menos no desde hace seis años y leer que a él le pasa lo mismo me dio un poco de paz, creo que lo necesitaba. Sobre todo después de todas esas ideas que me hice los últimos días respecto a nuestra relación, ideas que van y vienen, escenarios falsos en mi cabeza que no me han dejado descansar. Mi Matías... Esperaba en serio que mañana fuera a la fiesta que Oliver está organizando para mí, sería perfecto. Tenía varios días sin verlo y en verdad tenía ganas de darle un beso, de abrazarlo y de romper con el secreto que hemos guardado todo el verano por lo menos con mis amigos. La relación privada pero no secreta que tanto quiero...
Después, leí los mensajes que tenía acumulados. Oliver, Darinka, Valeria, más amigas de la prepa y un correo de Daniel, un correo bastante corto en el que me deseaba feliz cumpleaños y cuestionaba por qué no quise recibir sus regalos.
—Feliz cumpleaños.
Mi papá entró a la habitación justo cuando terminé de secarme el cabello. Me puse de pie de inmediato del sofá rosado y me acerqué a él para abrazarlo. Hundí mi nariz en su camisa blanca, impregnándome del perfume Hugo Boss que está usando, por lo menos alguien en esta casa se acuerda de que hace veinte años nací. Mi papá dejó una caja sobre el tocador y me dio un beso en la frente, ¿qué es será?
—Es un regalo de la gente del despacho. El mío te lo doy hoy en la noche.
—Gracias, por esto —señalo la caja de joyería de Pandora—, después iré a agradecerles personalmente al despacho.
—Anoche apagaste la luz demasiado tarde. ¿Te desvelaste?
—Sí, he estado estudiando. De hecho voy tarde y no sé si Frida ya está lista.
—No te quito más el tiempo, apúrate.
Lo abracé cortamente de nuevo y me paré de puntillas para besar su mejilla, antes de que saliera de mi habitación. ¿Por qué no todo podía ser como en la primaria? Cuando mi mamá hacía que faltáramos en nuestros cumpleaños para irnos de pinta a algún lugar bonito a celebrar. Hoy cómo quisiera que alguien me dijera que no vaya a la universidad y que mejor vayamos a comer lasagna y a comer un cono del Dairy Queen. Pero ya no tengo seis y la persona con la que me gustaría escapar hoy volvió a la rutina de no contestar mis mensajes.
No me queda otra opción, por lo menos en la universidad me iba a mantener distraída. Tomé la mochila y toqué dos veces la puerta de Frida esperando a que saliera, ella vino detrás de mí y bajamos casi corriendo las escaleras.
—Oye oye, ¡felices veinte!
—Gracias Frida.
—Sé que casi no te maquillas pero te compré esto. Este delineador se te va a ver precioso cuando te lo pongas.
—Solo si me enseñas cómo hacer un cat-eye decente. —Le digo, tomando su regalo—. Gracias, sé lo mucho que te cuesta gastar en alguien que no seas tú. Te quiero.
—De nada, yo también te quiero. Pero anda vamos, que agarramos tráfico y no llegamos.
El último comentario de Frida me sorprendió bastante, dado que he dejado bastante claro que ella tiene una relación muy estrecha con la impuntualidad. Al parecer hoy mi regalo no solo era el delineador, también era su puntualidad.
—Sé qué piensas que mi mamá sigue enojada contigo pero descubrí una nota de un pastel foundant personalizado para ti, así que... Intenta no escaparte este año.
—No habrá escapatorias, la fiesta es mañana. Además tengo un montón que leer, artículos que buscar... Hoy es un día cualquiera para mí.
—¿En dónde va a ser la fiesta? —Cuestiona Frida.