Solo te quiero para mí [1]

Capítulo 48

El insomnio me ha consumido de a poco durante estas últimas noches. Si he dormido cuatro o cinco horas diarias, ha sido demasiado. Me ha costado conciliar el sueño y estar atenta durante las clases, de hecho, ni siquiera sé de qué han tratado dado que toda mi atención se concentra en los movimientos que hace cierto contacto mío en WhatsApp. Encima, desde ayer no he podido dejar de mirar el último mensaje que me mandó Matías. «Hola, ten un lindo día en la universidad». Y ha callado, no dijo nada más. No contestó mi mensaje, ni siquiera lo abrió... ¿Qué sucede ahora? ¿Se va a ir?

—¿Puedes dejar el teléfono en paz? —Cuestiona Julieta en un susurro—. No le estás poniendo nada de atención a la clase.

—Alejandra está exponiendo, ya leí el tema ayer.

—Aun así, desde ayer te la has pasado viendo la conversación de quién sabe quién. ¡Basta!

—Sandoval, Ibarra, ¿tienen algo que aportar a la exposición de su compañera? —Cuestiona el profesor, pausando lo que Alejandra decía—. Es una falta de respeto que estén hablando mientras su compañera está aquí en frente.

—Sí, lo siento. Yo le estaba preguntando algo sobre la exposición.

—Pregúnteselo a su compañera, Sandoval.

Julieta se sacó una pregunta de la nada para cuestionar a Alejandra, salvando de alguna forma mi trasero. Quizás tenía razón, le he dado demasiado interés a esperar una respuesta de Matías, mirando la pantalla de mi teléfono como si con eso fuera a obtener lo que quería, a pesar de que lo único que lograba era frustrarme porque lo veía En línea y me preguntaba más porque me ha dejado de hablar.

[...]

—Gracias. Por lo que hiciste hace rato en la clase.

—Me preocupas. Esa actitud de estar viendo esa conversación, no es sano.

—No sé qué me sucede. —Confieso—. Estoy saliendo de nuevo con Matías y tuvimos una discusión hace unas semanas pero todo estaba marchando bien después de que nos reconciliamos. Solo que de unos días para acá lo he notado algo raro, ayer me mandó un mensaje en la mañana y me ha aplicado la ley del hielo desde entonces. No lo entiendo.

Encima de cómo me he sentido, me han dado un pisotón en el pasillo y ni siquiera me ofrecieron una disculpa. Solo me negué con la cabeza y me detuve frente a las escaleras para sentarme, saqué mis kleenex y lo poco que quedaba de agua en mi botella lo dejé caer sobre mi zapato blanco, tratando de limpiarlo antes de que la mancha se viera aún más fea.

—Lo que yo no entiendo es cómo puedes volver a salir con él, después de lo que te hizo con Carla.

—Me pasa lo mismo que a ti te pasa con Eric, no puedes juzgarme.

—Lo que a mi me pasa con Eric es algo completamente diferente, ni siquiera se compara. —Me dice, con cierto tono de molestia—. Pero eso no importa ahorita, lo que importa es que todo este tema te tiene... Te tiene pegada al teléfono todo el tiempo y no está bien, me vas a obligar a tomar medidas drásticas al respecto. Dale espacio, sabes que así funciona Matías, por lo poco que me contaste.

Julieta me ofreció la mano para ayudarme a levantar, ¿por qué todos asumen cosas de Matías? «¿Así funciona Matías?», soy yo la que fue su novia por años y parece que todos lo conocen mucho mejor que yo. Pero me callé y preferí cambiar el tema, diciéndole lo mucho que me está punzando el pie después del pisotón mientras bajábamos por la escalera con dirección a la biblioteca. Aunque el accidente del corredor no me iba a ayudar a mantenerla distraída, ahora que he hablado del tema, Julieta no se iba a quedar con la duda. Por eso me cuestionó cómo fue que decidí comenzar a salir con mi ex, quería saber qué me motivó a perdonarlo y por qué decidí callarlo todo el verano.

 

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No podía dejar de ver los boletos para el ballet de hoy sin sentir lástima por mí. Me sentía demasiado patética por haberlos comprado con tanta ilusión pensando que hoy iría con Matías. Y mientras me preparaba para encontrarme con Ingrid, no pude evitar pensar en la conversación que tuve con mi papá, lo cual solo me hizo sentir aún más patética. Por amarlo demasiado, por esperar demasiado de él y pensar que esta vez sería diferente, cuando al final está siendo la misma mierda de siempre. Otra vez está huyendo. Siempre hace lo mismo, hay algo que no le gusta y en vez de enfrentarlo, prefiere irse, deja de contestar y se desaparece, justo como lo está haciendo en este momento.

Tengo que sacármelo de la cabeza. Y creo que al final de todo, no ha sido mala idea invitar a Ingrid, verla me va a hacer bien. Será esa tabletita mágica que calme el dolor. Porque la indiferencia que tiene Matías me está doliendo y mucho, mucho más de lo que dolió cuando terminamos el año pasado.

Miré el reloj, definitivamente tenía que quitarme de la cabeza la idea de que puedes llegar a cualquier lado en cuarenta minutos, sobre todo sabiendo que en la ciudad de México salir cinco minutos antes o después de casa puede hacer la diferencia entre llegar más tarde o puntual a cualquier lugar. Solo esperaba que Ingrid no llevara mucho tiempo esperando, tomé mi celular para escribirle por WhatsApp que he llegado, preguntando en dónde está mientras oteaba entre la gente que caminaba por delante de la puerta en Bellas Artes.

No tenemos mucho tiempo. Si entramos más tarde, nos vamos a perder del primer acto y no es algo que para mí sea muy agradable. Miraba impaciente la hora y también mi WhatsApp, esperando una notificación, de Ingrid o Matías, pero ninguna de las dos llegó. Faltaban cinco minutos y yo seguía aquí afuera esperando, parándome de puntillas para ver mejor entre la gente. Oh... Aquí viene, corriendo sosteniendo su bolso sobre la cabeza ahora que ha comenzado a brisar. Apenas nos vimos nos dimos un abrazo, uno corto, tenemos el tiempo contado para entrar a la sala y no podíamos quedarnos mucho tiempo afuera saludándonos efusivamente como siempre lo hacíamos.



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En el texto hay: romance, jovenadulto, exnovio

Editado: 30.12.2023

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