Solo (terminada)

El diario

En una ciudad llena de escombros, solitaria, fría, olvidada... no es tan fácil perderse; pero encontrar a alguien que te acompañe en el viaje, si lo es. A lo mejor así se sintió, como aquel día en el que yo andaba por nuestro barrio, visitando los lugares a los que iba cuando era niño; no lo hago con frecuencia, solo cuando me siento un poco triste.

Quería recordar mi vieja escuela, ir ahí, pero no para admirarla por la enseñanza que en el pasado me ofreció, a mis ojos, ya es un simple y viejo edificio; yo sólo deseaba en el fondo, encontrar algún rostro conocido. Caminando por la calle principal al frente de esta, vi el enorme instituto, los años parecían no haber pasado. Seguían allí los bancos en los que nos sentábamos a la salida, el parque, incluso los mismos árboles. Estacioné el auto, y al salir, me encontré con Willy, el había sido un compañero del octavo grado.

-¿Marcus? Viejo, ¿eres tú? ¡Hola! ¿Cómo estás viejo? -preguntó muy sonriente, y me dio un abrazo.

-Bien, cuanto tiempo sin vernos -respondí, no muy contento de verlo, se notaba a leguas que no había cambiado mucho.

-Que bien te ves con ese traje hermano, ¿qué, eres abogado? No me digas, viejo.

-Ah, no. Soy ejecutivo de ventas.

-Oh, vaya, un hombre de negocios ¿Ese carro de allá es tuyo? Genial, ¿y te casaste? ¿Tienes hijos? Cuéntamelo todo, hermano.

-Sí, me casé, hace tres años... yo, ah... ¿te gustaría ver una foto?-No tenía ni idea de porqué le pregunté eso.

-Claro que sí.

Saqué mi billetera de mi bolsillo, busqué un retrato de mi esposa Gina con mi hija Loren, mi pequeña familia, y cuando se la pasé, él la miró, me felicitó, mencionó estar soltero, aun vivía con su madre; y que dejó de estudiar al entrar a la secundaria. Ahora trabajaba en una tienda de discos, como a dos cuadras de donde estábamos. Me devolvió la foto, dijo que tenía prisa, estaba en su hora de descanso y tenía que irse a casa a almorzar. Le di mi número, pero solo porque lo pidió. Se despidió, y siguió su camino, fue un encuentro como de dos minutos, pero en realidad, creí que estuvimos allí todo un día.

Hacía un calor insoportable, aunque aun era temprano,decidí volver a mi auto; pensé que a lo mejor me iría de allí, peor de como había llegado. Decidí dar quizás la última vuelta. Aunque, se hizo largo el recorrido de todos modos, porque de una en una, pasé por todas las calles que me traían recuerdo de mi infancia. Desde la cancha de baloncesto donde jugaba con mis amigos, en la Swet-street; la plaza de los video juegos, enfrente de la peluquería de mi tío Daren, y al final de la avenida principal, la casa de mi abuelo Luke. Iba a tocar la puerta, pero miré a mi derecha, y vi la casa de Sara. Sentí un agujero en el corazón, como si lloviera, y me estuviera mojando. Habían muchas personas alrededor, pude notar que se llevaban cosas, muebles, y más cosas; pensé que se mudaban, pero miré un letrero que decía: "Venta de Garaje". Entonces entendí lo que pasaba. Fui a ver más de cerca, a saludar quizás, pero me llevé una gran sorpresa, la mayoría de pertenencias de que estaban afuera, eran de ella. Su ropa, Pude reconocer el vestido 
llevó el día de la graduación, sus libros, en verdad todos; lo que más me sorprendió fue ver su diario. Me acordé de cuando ella lo escribía en clase durante horas libres o cuando no iba algún profesor. Yo le preguntaba, "¿qué haces?", y ella me decía, "escribo en mi diario". Tenía el mismo tonto grabado en la cubierta con su nombre, y unas cuantas calcomanías de mariposas. Estaba perdido en aquel mundo de recuerdos voladores, que la hacían parecer como una... amiga.

-¿Le interesa? -me dijo una mujer, tenía pelo castaño, ojos negros, un cuerpo muy, ah, llamativo. En ese momento salí de mí memoria. Era la mamá de Sara, lo que me hizo entender la situación mucho menos. Al parecer no me reconocía, pero yo a ella sí que la recordaba, y cómo no, si era la zorra del vecindario, la amante de casi todo el sistema- ¿Oiga, le pregunté si le interesa? -volvió a decir-. Son cinco dólares. Vámos, no tengo todo el día.

No supe qué responder, es que no entendía si se referió al diario o a otra cosa. Sólo saqué mi cartera, y le entregué el dinero.

-Muchas gracias por su compra, ¿necesita una bolsa?

-No, gracias; así está bien -respondí, comprendiendo su primera pregunta.

-¿Desea alguna otra cosa?

Negué con la cabeza, ella agradeció nueva vez, deseándome feliz resto del día se alejó para atender otras personas que estaban comprando. No era que para mi costara esos cinco dólares, pero almenos valdría el precio saber si tenía escrito algo de mi.

En esa misma tarde regresé a casa. Gina estaba en la cocina, y Loren viendo la televisión en la sala. Al verme saltó sobre mí gritando de alegría. Yo estaba algo cansado, así que la cargué por un segundo, la besé en la frente, la volví a poner en lo que estaba y me fui al baño. Encerré la puerta, me senté en la taza, y abrí el diario, usando la llave que tenía atada con un lazo rosa. Traté de ojear cada página, pero no sé por qué razón estaba algo nervioso y desesperado. Las saltaba, y se me pegaban a los dedos sudados. Pero en fin, si pude encontrar algo de interés:

"Querido diario, hoy fue un día muy difícil, quizás el más difícil que haya tenido en mi vida. Primero reprobé el examen de ciencias, no sé por qué, si estudié mucho. Segundo, Marcus volvió a ignorarme de nuevo. Siempre trato de hablar con él, pero se aleja de mí, cada vez más. Creo que se da cuenta de que me gusta... no, no me gusta, lo amo; pero qué más da, lo que sea de seguro no le importa. Trato de dar lo mejor de mí, pero es inútil, nadie se fija en eso, me gustaría que al menos él me pudiera entender. Sería grandioso que me amara igual que como yo lo amo, que correspondiera, pero no es así. Me conformaría con que fuera mi amigo, yo creí que lo era, pero los amigos no se tratan de esa forma, creo que no. Solo finge estar ahí para mi de vez en cuando. Habla conmigo, ríe, me mira; pero es mentira, él nunca... nunca ha hecho nada por verme, a pesar de que sus abuelos son mis vecinos, y muchas veces viene a verlos, casi nunca me visita, mucho menos me habla por teléfono o por correo. No le importo, al igual que a mucha gente que me importan. Y tercero... ¿Para qué buscar un tercer punto? ¿Para que me entren ganas de morirme? Sería bueno, pero soy una cobarde (...)".




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