Prólogo
Papá entró en mi habitación y me sonrió.
Amaba tanto cuando sonreía; me hacía sentir que todo estaba bien.
—Hola, pequeñita. —Se acerca a mi cama y se sienta a mi lado—. Vine a leerte tu historia favorita.
—¡¿El principito?! —pregunto emocionada.
—Sí, El principito.
Le sonrío mostrando todos mis dientes delanteros.
Me encanta que me lea antes de dormir, es mi parte favorita del día. Pero me encanta aún más cuando me lee El principito, es mi libro favorito y también el de mi papá.
A Kurt, mi hermano mayor, no le gusta tanto como a mi; él prefiere las historia de terror y las historietas.
A mamá le gustan los libros aburridos con muchas letras y nada de dibujos. Ella siempre me dice que los dibujos no le interesan porque es más emocionante imaginarse todo en la mente. Un día intenté leer uno de sus libros para comprobar que lo que dice ella es cierto; como no sabía leer bien no pasé de la primera página y me aburrí.
Papá abre el libro e inicia:
—《Cuando yo tenía seis años —relata papá– vi en el libro sobre la selva virgen: Historias vividas, una grandiosa estampa. Representaba una serpiente boa comiéndose a una fiera. He aquí la copia del dibujo.》—Me muestra el dibujo y yo le sonrío.
Papá sigue con el relato y yo lo escucho atenta.
Al llegar a la parte donde el principito llora porque su rosa no es única y él no es un gran príncipe, interrumpo a papá y le pregunto:
—¿Todas las rosas son iguales?
—No, algunas tienen colores diferentes a las otras.
—Entonces, ¿por qué el principito dice que su rosa no es diferente a las otras?
—Porque su rosa actuaba de manera egoísta.
—¿Qué es egoísta?
Papá ríe.
—Es cuando no te importan los demás, solo tú mismo.
—Aaaah.
Papá continúa contando la historia, pero no puedo sacarme de la mente a la rosa.
Cuando termina a historia, lo tomo de la mano y le digo:
—No quiero ser egoísta como la rosa. ¿Crees que soy egoísta?
Niega con la cabeza y me abraza.
—No, pequeñita, no creo que seas egoísta.
—¡Qué bueno! Porque nadie me va a querer si soy egoísta y van a pensar que soy como las demás niñas.
Papá ríe fuerte y se aleja de mí.
—Nadie nunca va a creer eso de ti, Blake, eres buena niña y todos te queremos.
Le sonrío y subo mi manta hasta mi cuello.
Papá se levanta de la cama y pone el libro sobre mi escritorio de hacer las tareas.
—Te quiero mucho, papá —le digo cuando él está por abrir la puerta—. Tú tampoco eres un persona egoísta.
—Yo también te quiero, pequeñita. Eres lo más importante en mi vida junto con tu hermano. Recuérdalo siempre.
Papá sale de mi cuarto y yo me quedo dormida.
◇◇◇
El sonido de un llanto me despierta. No sé de donde proviene, pero se escucha muy cerca. Me tapo lo oídos cuando escucho que lloran de nuevo. A pesar de que aprieto fuerte mis manos en mis oídos, sigo escuchando el llanto y los gritos de una mujer. Luego, los gritos de un hombre se unen y empiezo a asustarme.
¿Quién llora? Y, ¿por qué llora?
La puerta de mi habitación se abre y la luz del pasillo se cuela en mi habitación.
Kurt entra rápido y vuelve a cerrar la puerta.
—Kurt —lo llamo—, ¿qué es eso? ¿Quién llora?
Él camina hasta mi cama y se acuesta a mi lado.
—No es nada, ya va a acabar.
—¿Estás seguro? —Él asiente—. Estoy asustada.
Kurt levanta las mantas y se mete debajo de estas. Se acuesta de lado, viéndome de frente.
—No tienes porqué estar asustada, Blake, yo siempre voy a estar para defenderte.
Lo abrazo fuerte y escondo mi cara bajo la manta para no escuchar más los gritos.
—¿De verdad no sabes quiénes están gritando? —le pregunto, mi voz suena rara por estar escondida.
—No lo sé.
Yo creo que sí sabe quienes son, pero no quiere decírmelo.
Mucho tiempo después, los gritos cesan. Una puerta se cierra con fuerza y unos pasos suenan por el pasillo.
—Blake —me llama Kurt. Levanto la cabeza y lo miro a la cara—, tenemos que ayudar a mamá en todo.
—¿De qué hablas? Yo siempre la ayudo a hacer los desayunos los domingos, ¿te refieres a eso?
Kurt niega y baja la cabeza con tristeza.
—Papá se fue, Blake.
—¿Qué? Claro que no, papá está dormido.
—No, Blake, papá y mamá se pelearon y él se fue.
—¿Nos dejó? —sollozo y él asiente.
—Por eso te digo que hay que ayudar a mamá. Ella ahora se quedó sola y necesita que la ayudemos.
Yo asiento, aún llorando.
>>Y deja de llorar —me reprende—. Tienes que ser fuerte ahora y las niñas fuertes no lloran.
Me limpio las lágrimas y dejo de llorar.
Él tiene razón, las niñas fuertes no lloran.
Los minutos pasan y yo pienso en papá. Él me dijo que las personas egoístas eran las que no les importa los demás. ¿Eso quiere decir que él es egoísta? No pensó en mi ni en Kurt cuando se fue y eso lo hace egoísta, como la flor de El principito.
Pero, más adelante, el zorro le enseña al principito que su rosa sí es especial y única por el tiempo que él le dedicó. O sea, ¿que papá, a pesar de ser egoísta, también es especial y único? O, tal vez, mi papá no es mi flor, tal vez mi flor es mamá. Ella sí que es única y más hermosa que las demás.
Sí, ahora mi flor será mi mamá y mi papá será como las otras flores, vacías.
Ahora, Kurt y yo somos responsables de mamá.