Capítulo 10
Cameron
Ella quiere volverme loco.
En un principio, estuve a punto de salir corriendo porque a dónde veía estaba alguien esnifando droga, fumándola, tomando pastillas, etc. Pero con solo ver a Blake, lo demás quedó en segundo plano.
Aunque he de admitir que me tiene intrigado que Blake esté tan relajada con tanta droga a la vista. Tengo claro que de esto es de lo que ella vive, pero –¡Dios!– es mucha. Me preparé para ver algo como esto, pero una cosa es imaginarlo y otra verlo. Es un choque para mí, siempre he sido de los que recrimina los actos de las personas que están involucradas con drogas –los que la distribuyen y los que la consumen–, y verla pasearse con tranquilidad, sin mostrar alguna expresión al ver a otros consumiendo, es difícil.
Para mí suerte, ella no parece consumir ninguna de las sustancias ilícitas que hay a la mano. Bien podría estar ocultándolo de mí, sin embargo, tampoco tiene el aspecto de ser consumidora.
Luego de nuestro baile, ella va por unas cervezas e insiste en ir a un lugar más privado. Juro que casi malinterpreto sus intenciones y estoy por tirarme sobre ella cuando salimos al pasillo fuera del apartamento. Pero ella solo quiere hablar.
Respiro profundo cuando dejamos atrás el intenso olor humo. Blake, al notar mi expresión, me da una sonrisa de disculpa.
—¿Estás bien?
Asiento.
—Sí, es solo que ya me estaba mareando. —Respiro unas cuantas veces más y luego le doy una mirada—. ¿A ti no te afecta el olor?
—Oh, sí que me afecta, me revuelve el estómago. —Se encoge de hombros al tiempo que le da un trago a su cerveza—. Solo que ya aprendí a ignorarlo y poner cara de póker.
Si lo veo bien, eso de ‘lo ignoro y pongo cara de póker' ella lo usa para todo. Para ocultar la enfermedad de su madre y para fingir ante todos que no le afecta. Es un mecanismo de defensa.
No me deja ahondar en el asunto. Empieza a preguntar lo que me gusta y lo que no, y yo le devuelvo las preguntas.
Descubro mucho de ella, como que le gusta la pasta en todas sus presentaciones, odia la comida china, le gustan las películas de acción, prefiere a los perros antes que a los gatos y aclara que les gustan ambos, solo que, si la ponen a elegir entre a uno u otro, elige a los perros, y ama el arte callejero, dice que le perece más real que el arte que hacen los artistas que se quieren dar más importancia de la que tienen.
Sus respuestas no me impresionan, todo lo que dice me lo imaginé con antelación. Lo único que me sorprende es cuando le pregunto:
—¿Cuál es tu música favorita?
Y ella responde:
—La música pop.
Yo me quedo de piedra.
—Imposible —le digo con la boca abierta—, tú no puedes tener los mismos gustos que las chicas normales.
Su boca forma una O, ofendida.
—¿Me estás diciendo que no soy normal?
—Te estoy diciendo que tú eres diferente. —¡Por Dios! Debe estar jugando conmigo—. ¿Cómo es que te gusta la música pop?
Ella suelta una carcajada ante mi perplejidad.
—Si te soy sincera, antes me gustaba más el rap y el hip hop porque los únicos amigos que tenía eran los amigos de mi hermano. —Se pasa una mano por el cabello y lo mete detrás de su oreja—. Y luego conocí a Bianca.
—¿Ella hizo que te unieras al lado oscuro?
Ríe de nuevo.
—Lo haces sonar como algo horrible. Pero sí, cuando me hice su amiga tuve aceptar escuchar la música que ella escuchaba y terminó gustándome.
La miro un momento sin responder, pensando en lo extraña que es esta chica. Por fuera parece letal, hermosa, eso sí, pero por dentro no es tan simple. Blake se oculta tras un coraza de bravuconería e indiferencia para ocultar sus sentimientos.
—Eres impresionante —digo con veneración luego de un rato.
Arruga la frente y su mirada de oscurece, tomando una expresión seria.
—No tengo nada de impresionante —dice, sombría—. Creo que debemos volver.
Sin esperar a mi respuesta, entra en el apartamento.
La sigo adentro, tratando de alcanzarla para preguntarle qué rayos le pasa, pero es más rápida y se pierde en el mar de gente. La busco y cuando la encuentro, me detengo de golpe.
Ella está sobre Alex, literalmente encima de él, sobre su regazo. Ella le dice algo al oído, haciendo que él sonría. La acerca más hacia él y la besa, una beso profundo y puedo asegurar que hay lengua de por medio.
Ira crece dentro de mí y me pregunto cuál es el propósito de invitarme a esta estúpida fiesta, bailar conmigo de esa forma tan caliente, hacerme creer que nos estábamos acercando y luego correr a los brazos de otro. No tiene ningún sentido y me digo a mi mismo que tengo que parar esto. No voy a dejar que esa mocosa malcriada me vuelva uno de sus juegos para luego desecharme.
Doy media vuelta y camino iracundo hacia la salida.
—¡Cam! —grita alguien detrás de mí, no me detengo—. ¡Cam! ¡Detente! —Jordan me toma del brazo con fuerza y se interpone en mi camino hacia la salida—. ¡Oye! Escúchame. —Me cruzo de brazos y la miro—. Vi lo que pasó.