Capítulo 23
Blake
He sido una estúpida esa noche.
Kurt me convenció de ir a esa fiesta porque había más de un cliente esperando. Él desapareció apenas llegamos y Alex hizo lo mismo. Traté de terminar el trabajo lo más rápido posible y busqué a Liam por todas partes. Cuando lo encontré, tuvimos una pequeña discusión porque no era yo la que le vende esa porquería, él es cliente de mi hermano, no mío. Pero era un encargo que me dejó Kurt porque él tenía otras cosas de las qué preocuparse. Así que llevé al idiota a la parte trasera, le di lo que quería y lo vi irse a la fiesta de nuevo.
Me quedé fuera esperando un mensaje de mi hermano que me dijera que podíamos irnos de allí, cuando apareció Cam. En un principio creí que podía manejar su cercanía, pero perdí el control cuando me arrinconó cerca de la puerta.
De más está decir que ese beso me supo a gloria. Me hizo perder el sentido unos segundos, los segundos que duró el beso hasta que habló. Cuando me dijo que me había extrañado, me quise dar golpes a mí misma por ser tan débil.
Hui de él antes de que tuviera la oportunidad de envolverme de nuevo con sus encantos. Sin embargo, no fui lo suficientemente rápida para que no viera el tatuaje.
Los días anteriores se me hizo fácil esconderlo de él porque no estuvo cerca; hoy no tuve tanta suerte.
Me fui de la fiesta sin decirle nada a Kurt, hecho que ocasionó que mi hermano se pusiera furioso porque, tal parece, Alex también se fue sin avisar. Pero no podía solo quedarme cuando protagonicé un beso con el tipo del que estoy enamorada y del que estaba huyendo para salvarlo de los futuros problemas a los que se enfrentaría si se queda conmigo.
Me duele verlo, es como clavar un cuchillo repetidamente en la misma herida, y mucho más al descubrir que él está dispuesto a recibirme de vuelta. El decir: ‘Te extrañé', dejó claro ese punto.
El resto de la semana transcurre en un borrón. Halloween se acerca y para todos es el tema de conversación la fiesta de disfraces que se va a celebrar en el bar en el campus.
Kurt llega unos días antes de la dichosa fiesta de disfraces a casa y me informa que tenemos la obligación de ir porque las ventas se duplicaron y tenemos trabajo que hacer. Quise negarme, ya había hecho planes con mi madre, pero Kurt insistió en que debíamos ir los tres. Acepté ir con una condición: no me voy a disfrazar esa noche. Él solo se encogió de hombros en respuesta y salió a toda prisa del apartamento.
Por motivos personales ya sabidos, no he tenido una conversación con mi hermano sobre sus asuntos con Bianca. Podría excusarme alegando que mi hermano no es de los que derrama sus pensamientos y sentimientos. Pero los motivos por los que no he hablado con mi hermano, o con Bianca, tiene más que ver con mi corazón roto que con lo reservado que pueda ser Kurt.
Por eso, y pensando en la mala amiga que me he convertido, llamo a Bianca para vernos en algún sitio. Acepta feliz y propone reunirnos en una cafetería cerca de mi apartamento.
Sin perder tiempo, voy a encontrarme con ella esa tarde.
Cerrando mi chaqueta hasta el cuello y con las manos metidas en los bolsillos, camino por las calles de mi vecindario rumbo a la cafetería. Con noviembre a la vuelta de la esquina, la temperatura desciende a cualquier hora del día. Me encanta el otoño, es mi estación favorita, y pienso que a veces dura muy poco.
Una vez dentro de la cafetería, una camarera se acerca sonriente a tomar mi pedido.
—Un café con leche y una dona bañada en chocolate —pido al tiempo que ella anota en su libretita y luego se va.
Bianca entra al lugar un rato después, cuando ya tengo mi dona a medio comer y mi café a mitad de taza.
—No me esperaste —me reclama, haciendo un puchero y sentándose al otro lado de la mesa.
—Tenía hambre y tú tardaste mucho.
Bianca le hace señas a la camarera y está se acerca a tomar su pedido.
—¿Qué vas a hacer en Halloween? —inquiere una vez que la mujer se va.
—Tendré que ir al The Pub esa noche. —La chica aparece con el pedido de Bianca, yo espero hasta que se aleje para seguir hablando—. Kurt está ampliando sus horizontes y ahora tenemos más clientes que atender.
Toma un sorbo de su café.
—¿No crees que podrían meterse en problemas?
—Eso temo.
Ella se centra en su café unos segundos y luego vuelve a mirarme.
—Bien —dice sonriendo—, ¿de qué será tu disfraz?
La miro con cara de “No me jodas” y ella suelta una carcajada.
—Justo le dije a Kurt que ni por error me voy a disfrazar esa noche. —A mi mente viene una imagen de mí disfrazada como la niña de La Llamada, hago una mueca ante el pensamiento—. Definitivamente no me voy a disfrazar esa noche.
—Eres rara. —Ríe.
—Gracias. —Le sonrío como si me estuviese alagando.
Para mí, que me diga que soy rara es un halago, en realidad. No me parezco a las demás y eso me gusta.