Capítulo 27
Blake
No logré sacarle nada a Alex porque la hora del almuerzo acabó y se escabulló como un cobarde.
Lo esperé en el estacionamiento junto a Kurt cuando las clases han acabado. Ambos estuvimos de acuerdo en hacerle una emboscada de camino a casa y él cayó manso como un corderito.
Cuando le dije que teníamos pensado hacerle una visita a mamá, gustoso quiso ir con nosotros. Es el momento perfecto para sacarle información. Alex puede tratar todo lo que quiera de no contarme sus asuntos amorosos, pero nunca lo logra.
Tiene pinta de ser retorcido para nosotros hablar de ligues y conquistas, al fin y al cabo teníamos nuestros encuentros. Sin embargo, no es extraño para nosotros hacerlo; no hay sentimientos amorosos de por medio. Así que no hay problemas entre nosotros por hablar de esos temas.
Repito: retorcido. ¿Nos importa? Ni un poco.
Sale del edificio y se encuentra con nosotros junto a la camioneta de Kurt.
—Hasta que por fin apareces —ironizo, él bufa.
Corro hasta la puerta del copiloto y subo antes de que Alex me quite el puesto.
—Muy madura —dice sarcástico cuando sube a la parte trasera de la camioneta.
—Me gustaría que de vez en cuando se comporten como adultos razonables —pide mi hermano al tiempo que enciende la camioneta y sale del estacionamiento.
—Imposible —replica Alex sonriente y yo levanto el puño hacia él, chocamos puños y Kurt resopla.
Lo sé, no tenemos remedio.
Dejo que transcurran unos minutos para que Alex crea que no voy a sacar el ttema de Jazmine. Si me conoce lo suficiente, ha de estar esperando que saque el tema a colación.
Veamos si lo hace.
—Así que… —alargo la ‘e'— Jazmine.
Alex ríe.
—Sabía que lo sacarías a la luz en cualquier momento.
Ah, sí me conoce.
—Y no descansaré hasta lograr mi cometido —digo determinada.
Alex suelta un suspiro derrotado y mi hermano se ríe en silencio.
—Pasó hace unas semanas —confiesa—. Fui una noche a ese pub al que fuimos con Jordan y Cam hace meses atrás y ella estaba ahí, bebiendo su peso en whiskey. La ignoré porque, bueno, no nos conocemos en lo absoluto. Como a eso de los dos de la mañana, me tropecé con ella en la pista de baile y estaba muy borracha. —Me giro para verlo y él está viendo por la ventana—. Me ofrecí a llevarla a su casa y me dijo que ni loca aceptaría que alguien como yo se la llevara a la cama. Le expliqué que esas no eran mis intenciones, que solo la dejaría sana y salva en su casa y luego regresaría a la mía. Pensé que volvería a rechazarme, pero estuvo de acuerdo y la llevé a la casa Delta Phi. Tuve que subirla porque estaba muy borracha y mi plan era dejarla en su cama y salir pitando de allí. Pero de pronto ella pareció tomar fuerzas y se abalanzó sobre mí. Me quedé totalmente de piedra sin saber qué hacer, luego intenté quitármela de encima diciéndole que se iba a arrepentir cuando estuviera sobria. Nada de lo que le dije pareció convencerla de que era un error, todo lo contrario, estuvo más determinada a cada segundo que pasaba y terminó por convencerme a mí.
Sonríe ante el recuerdo.
No creo que Jazmine haya tenido que batallar mucho, si me lo preguntan.
>> Lo más extraño sucedió al día siguiente —continúa—. Pensé que me mandaría al diablo o que se volvería la misma persona fría de siempre, pero en vez de eso, me hizo el desayuno y luego me propuso un trato: que tuviéramos una relación meramente sexual hasta que alguno de los dos se cansara. No me pude negar. La chica es una fiera en la cama. —No puedo contener la mueca de asco que se instala en mi cara—. Desde entonces hemos tenidos encuentros furtivos de una noche o momentos robados entre clases.
La mueca se profundiza.
—Dime que no lo han hecho en baño de mujeres, por favor. —Finjo desesperación, aunque al escucharme bien descubro que no es tan fingida como creí.
—No te voy a decir los lugares en los que nos hemos estado viendo, Blake. —Ríe, burlándose de mi desesperación—. Solo te diré que somos muy creativos.
Hago ademán de meterme el dedo en la garganta para provocarme el vómito.
—¡Oh, por Dios! —chillo— No volveré a ver ningún lugar del edificio de economía igual. Estaré pensando si ese lugar ha sido corrompido por ustedes todo el tiempo que nos queda en esa universidad.
—No seas dramática. —Kurt ríe—. Has hecho cosas iguales en esos salones.
—Una dama no revela ese tipo de cosas —digo muy digna.
Alex suelta una carcajada, ganándose una mirada fulminante de mi parte.
—¿Dama? —dice entre risas— ¿Desde cuándo te refieres a ti misma como “dama"?
Me lanzo hacia él con la intención de golpearlo y él, previendo mi movimiento, se pega a la puerta más a alejada de mí.
—¡Respétame, maldito idiota! —grito intentando alcanzarlo— ¡Por supuesto que soy una dama!
Alex ríe más fuerte.