Capítulo 33
Blake
Han pasado unos días desde el enfrentamiento de Alex con Jazmine en el estacionamiento. Acción de Gracias está a la vuelta de la esquina y nosotros nos encontramos en un estado de ánimo deplorable. No sólo por los problemas que traemos encima, también porque, de alguna u otra forma, todos tenemos el corazón roto. Kurt por haber dejado a Jordan –todavía no ha hablado con Bianca, pero la mantiene alejada–, Alex porque Jazmine ahora ni lo voltea a ver, y yo por razones obvias.
Enamorarse es una mierda, eso lo he tenido presente siempre. ¿Me arrepiento de lo que pasé con Cam? Nunca. Todavía conservo la esperanza de que regrese. Pero eso no lo hace menos mierda.
Le he visto desde las sombras en estos últimos días. Lo observo en los pasillos cuando me lo cruzo entre una clase y otra, lo observo a la hora del almuerzo en la cafetería mientras come, lo observo en el estacionamiento cuando lo veo llegar e irse. Nunca me acerco, no tiene caso. Cam dejó claro que no quería saber de mí mientras siga vendiendo drogas para Billy y respeto su decisión. Eso no significa que no me duela tenerlo lejos. Quisiera que él estuviera aquí, sosteniéndome, siendo mi apoyo para no caer.
Pero me toca verlo de lejos, no tengo otra opción.
Me siento a un lado de Kurt en la camioneta, ignorando su resoplido de molestia porque llegué tarde. Mi clase de contabilidad se alargó de más y luego me quedé hablando con Bianca en el baño de mujeres del último piso.
Vamos a ir a casa de mamá para hablar de todo lo que nos aqueja con ella. Es momento de hacerlo. No hay mejor persona que pueda aconsejarnos que mamá. Aunque ya sabemos cual será su consejo, igual queremos escuchar lo que tiene para decir.
—Tengo miedo. —Dicha confesión me sale sin si quiera pensarlo.
Kurt me mira de reojo.
—No tienes porque temer, Blake. —Mira de un lado a otro antes de cruzar a la derecha—. Mamá sabe a lo que nos dedicamos. Nunca se lo hemos dicho, pero no es tonta.
Eso lo sé. Mamá desde hace tiempo intuye que nuestro trabajo no es legal. Ese no es mi miedo.
—No es eso a lo que le temo, Kurt —le hago saber—. Mi temor es no poder hacer lo que ella nos aconseje.
Detiene el auto en un semáforo en rojo y se gira para verme.
—¿Sabes? Estoy cansado de esto. —Ahora la confesión viene de su parte—. Y tú también lo estás. Por eso es que venimos a hablar con mamá —El semáforo cambia a verde y él pone el auto en marcha—, para darnos el empujón que nos falta para hacer lo que queremos.
Miro por la ventana, pensativa. Él tiene razón al decir que venimos a que mamá nos de el último empujón. Kurt y yo somos tan parecidos y nos conocemos tan bien que las cosas que hacemos siempre van respaldadas por el otro porque ya lo ha pensado con anterioridad. Tranquilamente pudimos haber sido mellizos y compartir una conexión mental.
—¿Crees que Billy nos la pondrá muy difícil?
Entramos a la calle donde está la casa de mamá y él permanece en silencio hasta estacionar frente a esta.
—Sabes que no permitiré que nada te pase, ¿verdad?
Mi hermano el protector. Puede que su lado sobreprotector no aflore siempre con cualquier cosa, pero en momentos como estos recuerdo que él haría lo que sea para protegerme.
—Lo sé —aseguro, dándole una sonrisa apretada.
Bajamos del auto y caminamos en silencio hasta la puerta de la casa. Kurt, con un suspiro, usa su llave y entramos, encontrando a mamá frente al televisor.
—¡Mis bebés! —Se levanta del sillón y nos envuelve en un abrazo de oso a cada uno—. ¿Por qué no me avisaron que vendrían?
—Quisimos sorprenderte. —Kurt le sonríe la lleva de nuevo hasta el sillón.
—Los he extrañado muchísimo. Hace casi dos semanas que no se aparecen por aquí.
De inmediato me siento culpable. Dejar de venir a casa no puede ser una opción para nosotros.
—Lo sentimos mucho, mamá —le digo al tiempo que me siento al lado de Kurt en el sofá—. Hemos tenido mucho en la cabeza y no queríamos angustiarte.
Mi mamá toma el control de la televisión y la apaga. Luego, se recuesta en el sofá y nos mira atenta.
—No me importa que me agobien con sus problemas, para eso estamos las mamás.
—Sí, para eso están, ¿no? —Ríe Kurt sin un poco de gracia—. Esperábamos poder solucionar todo por nuestra cuenta.
Mamá resopla.
—Nunca es recomendable tratar de arreglar los problemas sin ayuda, recuerden eso. —Se remueve en su asiento y entrelaza sus manos—. Ahora es momento que suelten lo que los martiriza y me permitan dar mi opinión.
Kurt me mira, haciéndome saber que él va hablar primero.
—¿Tienes alguna idea de lo que hacemos Blake y yo para conseguir dinero? —pregunta, dirigiendo de nuevo su mirada hacia mamá.
—Sí, pero quiero que ustedes me lo digan.
—Vendemos drogas en la universidad, mamá —suelto. No hay manera de endulzar en asunto.