Capítulo 37
Blake
Te amo
Esas palabras hacen eco en mi mente luego de dejar a Cam.
Esa madrugada, luego de salir del apartamento, voy a casa de mamá y duermo un poco en la cama que he utilizado a lo largo de mi infancia y adolescencia. A la mañana siguiente, me levanto con el sonido de los utensilios de cocina. Mamá está preparando el pavo para la cena.
Cuando entro a la cocina y me ve a los ojos, adivina que algo pasó.
—Estuve con Cam —digo antes de que pregunte y ella asiente. Mi respuesta a su pregunta no formulada no la toma por sorpresa, al contrario, creo que ya lo intuía.
—Por tu cara, puedo decir que no hubo reconciliación.
—No —niego—, no lo hubo.
—Pero tienes alguna oportunidad, ¿cierto? —pregunta esperanzada. Cuando asiento, ella sonríe—. A ese chico se le nota a kilómetros de distancia que esté enamorado de ti, cariño, claro que tienes oportunidad.
Le doy una mirada sorprendida al escuchar la palabra “enamorado”.
—¿Cómo sabes que está enamorado de mí?
Ríe y niega con la cabeza, como si no pudiera creer lo tonta que soy.
—Como ya dije, se le nota, Blake.
—Anoche me dijo que me ama —confieso, bajando la mirada hacia mis manos entrelazadas.
Con su índice y medio, levanta mi barbilla.
—¿Y eso qué tiene de malo?
Un nudo se forma en mi garganta.
—No pude responderle —digo sin aliento.
—Ay, linda, eso no tiene nada de malo. Ya habrá el momento en el que le puedas responder. —Me da un abrazo y luego se separa de mí sonriente—. Ahora, vamos a cocinar ese pavo.
El resto del día no hubo nada fuera de lo normal. Bianca se fue a casa de sus padres y Alex también. Kurt, mamá y yo estuvimos completamente solos esta noche y prometimos no hablar de lo que estaba por venírsenos encima.
El resto de los días fueron más de lo mismo. Alex vino a acompañarnos todos los días, pero luego volvía a casa de sus padres. No supimos de Bianca en todo este tiempo y ninguno quiso llamar porque no sabríamos con qué nos encontraríamos.
El domingo por la mañana estuve a punto de llamarla, pero Kurt me dijo que mejor dejáramos que ella nos buscara.
Esa misma tarde, Alex llega a casa con Bianca. Alex con una expresión que casi nunca le veo: está molesto.
—Hola —saluda Kurt cuando se encuentran con nosotros en el porche de la casa de mamá.
—Hola —responde Bianca tímidamente, Alex no dice nada.
—¿Pasa algo? —inquiero, mirando entre los dos.
—No, no pasa nada —dice Alex sarcástico—. Solo que la niña aquí presente no quiso hablar con sus padres.
Kurt y yo miramos a Bianca mientras ella premia a Alex con una mirada fulminante.
—¿Eso es cierto? —pregunta Kurt. Bianca evita mirar a cualquiera de nosotros.
—Es que no encontré el momento para decirles. —Su excusa sale en voz chillona, como si su garganta se estuviese cerrando.
—Oh, por Dios, Bianca. —Mi voz se eleva a medida que la rabia empieza a fluir por mis venas—. Quedamos en que hablarías con ellos.
—No pude hacerlo —me grita de vuelta.
—Esas son puras excusas.
No me puedo creer esto. Si habla con sus padres y consigue el dinero para pagar garantiza que Billy ya no nos va a chantajear con ella. Es una forma de apartar el peligro de su camino.
—¿Saben qué? —dice molesta— Les he dicho hasta el cansancio que esto no es asunto de ustedes, que me dejen resolver mis cosas como yo quiera.
Oh, ahora vuelve con esa pobre excusa de mierda. Si le permitimos que resuelva el problema a su modo, significa que se va a seguir escondiendo, lo que a su vez significa que vamos a tener que continuar trabajando para Billy.
—Pero sí es asunto de nosotros —le grita Alex. La vena de su frente salta por la ira contenida.
—No, no lo es. —Se gira hacia la calle, comenzando a caminar—. Me voy.
—No te vas a ir —gruñe mi hermano, alcanzándola antes de que llegue a salir del porche.
—Suéltame —chilla Bianca, tratando de que zafarse del agarre de Kurt.
—Entiende de una vez que esto también nos afecta a nosotros —dice él entre dientes, tomándola de los hombros y sacudiéndola para que entre en razón.
—No veo cómo los afecta a ustedes.
¿Sufrirá de amnesia o qué? Hay que ser muy tonto o muy egoísta para no notar que sus acciones le afectan a los que la rodean.
—Mira más allá de tu nariz, Bianca. —La sugerencia de Alex hace eco a mis pensamientos.
—No puedo porque ustedes construyeron una muralla que no me permita ver más allá de una pared.
—¿Quieres que te dejemos sola contra unos pandilleros? —pregunto, en mi voz evidente la incredulidad.