Solo Tú

Capítulo. 1. Claudia

“La noticia”

Llevaba toda la tarde encerrada en mi cuarto estudiando biología, porque dentro de tan solo dos días tenía el examen final de ese tema. Estaba muy nerviosa porque como mi madre siempre me había dicho; cada uno tiene que dar lo mejor de sí mismo. Y me lo decía, porque me contaba que cuando ella tenía mi edad no le solía prestar la atención suficiente a sus clases y que debido a ello, lo único bueno que había hecho en la vida, era yo.

Quería a mí madre más que a nada ni a nadie, siempre había estado para mí en las buenas y en las malas e incluso cuando ella lo estaba pasando peor que yo, no sé cómo ni de dónde sacaba fuerzas para ayudarme en cualquier cosa que necesitara. Y se lo agradecería eternamente.

— ¡Hija a cenar! —dijo la voz de esta desde la cocina.

— ¡Ya voy mamá! —le respondí.

Si, así nos comunicamos en nuestra casa: a gritos.

Ya en la mesa me senté en mi silla y empecé a comer la sopa que había hecho aquella noche para cenar.

Durante toda la cena, estuvo inexplicablemente extraña y callada.

Cuando ya hubimos terminado la cena, era como la quinta vez que se quedaba con la mirada perdida y la mente en blanco, cuando decidí preguntarle:

—Mamá ¿Qué te pasa?

Ella suspiró y se preparó como para decirme algo.

—Claudia… —empezó a decir.

Tenía una expresión que no supe descifrar, pero parecía triste o de culpa. Ella me miraba intentando decidir entre sí seguir contármelo, o por el contrario, quedarse callada y dejarme a mí con las ganas de saber lo que le pasaba y la preocupación de saber que a mi madre le ocurría algo y no quería, o no podía contármelo.

—Verás… me han dado un trabajo en el que me pagan muy bien… mejor que eso y…

¿Pero qué narices le pasaba? Es verdad que hoy la había visto bastante rara, pero… Si me estaba dando una buena noticia… ¿verdad?

—Mamá pero si eso está genial ¿Por qué estás tan nerviosa? —le comenté intentando tranquilizarla y que me contase de una vez por todas qué demonios la pasaba

—Verás… ese trabajo está… en… en… -suspiró dramáticamente y por fin lo soltó -: en Francia —me dijo al fin, con una sonrisa tímida.

Sentí como si mi vida cayese en picado a un acantilado tan profundo que no sabía con que me toparía en el final.

No sabía si me encontraría con una cama mullida o con un montón de rocas puntiagudas. Pero de lo que sí estaba segura es de que ahora sentía el vértigo de estar cayéndome y de que me esperara lo que me esperase abajo, iba a hacerme daño. Aunque solo fuera al principio, aunque eso fuera necesario, esa caída iba a tener tal impacto en mi vida que no sabía si sería capaz de recuperarme de algo como aquello.

También sentí que la persona en la que más confiaba, la que más quería, la que se suponía que me entendería me pasara lo que me pasase o por lo menos iba a intentarlo, me traicionaba, me acuchillaba por la espalda.

¿Cómo podía hacerme aquello?, ¿Cómo podía ella? Mi madre, la mujer que me dió la vida.

Estaba muy enfadada, enfadada y triste. ¿Es que no se daba cuenta de lo que me hacía? ¿De qué aquí yo tenía literalmente toda mi vida y que me iba a hacer perderla por un mísero trabajo?

— ¡¿Cómo?! —le grité descontroladamente: no podía llevarme a otro país no, no podía. ¡Yo vivía en Madrid! ¡Madrid! ¡No!, ¡No podíamos irnos! ¡Yo lo tenía todo aquí!

¿Ha perdido la cabeza?

—Mira cariño se que puede ser difícil pero ya verás cómo te encanta ese sitio —me dijo de repente como si la idea de marcharnos de nuestro hogar fuera la mejor del mundo. Pero ¿Por qué estaba tan tranquila? ¿es que de verdad no se daba cuenta de lo que me estaba diciendo? Si, definitivamente había perdido la cabeza

— ¡No mamá, no quiero irme de aquí! ¡Joder!, ¡Este ha sido nuestro hogar desde que tenía doce años, y además yo lo tengo todo aquí! ¡No, no me puedes llevar a Francia! ¡Me niego! —dicho eso, me subí a mi cuarto, cerrando la puerta de este con un fuerte portazo que probablemente retumbó en toda la casa.

“Claudia tranquilízate, no puede ser para tanto ¿No?” me pregunté, pero sí, sí que lo era. Iba a perder mi hogar, mis amigos, mi novio… y todo porque a mi madre le apetecía irse a trabajar a otro país.

¿Por qué, mamá? ¿Qué necesidad tienes de joderme la vida?

Mi madre y yo habíamos superado muchas cosas juntas, ella sabía cuánto había sufrido y me había ayudado, me había animado a seguir adelante, a olvidarme del cabrón de mi padre… me había ayudado hasta a ir superando poco a poco el rechazo que mi mente, como protección, había ido desarrollando hacia los hombres.

No pudo borrarlo todo, claro. Pero cuando le conté que un chico de mi clase me había pedido salir, no dudó en darme todo su apoyo, y me dijo que no todos los hombres eran iguales si no que había algunos que de verdad podían ser buenos. Y así, poco a poco, muy despacio, había conseguido que me abriera a un hombre después de tanto tiempo…

Y… ¿Ahora qué? ¿Nos íbamos a ir y a dejarlo todo sin más? Esa idea me pareció tan sumamente horrorosa que no pude evitar echarme a llorar… durante tanto tiempo que hasta perdí la cuenta.

Me eché en mi cama y cerré los ojos con fuerza, queriéndome dormir. No podía dejar de pensar en lo que acababa de decirme mi madre, quería sacármelo de la cabeza y olvidarme de ello por lo menos hasta que tuviéramos que irnos.

Y así estuve una media hora hasta que al fin, el sueño me llevó consigo…

Pero tuve pesadillas:

Yo ya había cumplido los treinta años en julio y me pasaba día y noche buscando trabajo, pero las agencias no me aceptaban y no era lo suficientemente buena para ningún papel. Estaba de camino a otro casting cuando me topé cara a cara con él, con el causante de todas y cada una de mis pesadillas, y mis traumas, con el causante de que le tuviera un miedo atroz a la piscina, de que no quisiera estar a menos de un metro de cualquier hombre que rodeara mi vida, me encontré frente a frente con mi… con mi padre…




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