Dylan
A las 7:00 pm en el patio de mi casa. No me falles porque no habrá otra oportunidad —Me confirmó la cita más esperada de mi vida, la niña de mis sueños.
—No faltaré —respondí seguro— Nada haría que fallara a ese encuentro, mi ansiedad por tantos años esperando que fuera mi novia para probar un besito de su boca, me exigía asistir.
Esa tarde llegue a casa rebozando de felicidad, mi madre estaba en la cocina, la tomé por sorpresa, agarré sus dos manos provocando que soltara aquello que prepara para el almuerzo y dance con ella sin ningún tipo de música, más que el resonar de su risa y la mía.
—E Y. ¿que tienes? Que alegría más bonita. —Su pregunta me abrió las puertas para contarle mi motivo.
—Tengo una cita de amor. ¿Recuerdas que te dije que esa nena seria mi novia algún día? Pues, ya llegó el día. —Comenté emocionado sin dejar de girar con ella por el espacio reducido de nuestra cocina.
—Pero si ella es mayor que tú.
—No seas exagerada, no hables como si pudiera ser mi abuelita, solo son dos años de diferencia. —Mis palabras la hicieron explotar en carcajadas.
—Voy a mi habitación, ¡tengo que prepararme, afeitarme y acicalarme muy bien para esta noche! —Exclame acelerado corriendo hacia las escaleras.
—¡Dylan, cuidado de cortas, tu no tiene barba ni bigotes! ¿qué te vas a afeitar? —Escuche a lo lejos a medida que subía los escalones, el grito de advertencia de la señora que había dejado soltando risas por mi locura.
—¿Qué te pasa? ¿Qué haces? —Cuestionó mi hermano quien estaba acostado en su cama con los audífonos incrustados en sus oídos, a todo volumen escuchando música para hacerse el sordo como siempre.
—Está noche tengo una cita con Nata, nos encontraremos en el patio de su casa a las 7:00pm —Respondo explayando mis dientes de par en par, sacando varias mudas de ropa.
—¿No dirás nada? Por lo menos un. ¡Bien por ti hermano, no te quedarás con las ganas! —Mi euforia era tanta, que exigí del ser que parecía una momia, por lo menos una exaltación. —No dijo nada, como siempre se limitó al silencio, con su mirada extraña escudriñando mi proceder.
6:50 PM justo a esa hora, estaba haciendo un esfuerzo por mantener el equilibrio de mi cuerpo para no caer, cuando me lance al patio vecino para cumplir mi anhelada cita.
Mi sonrisa se esfumo por completo, el recuerdo vivo de ese desagradable encuentro logró quebrar algo dentro de mí. En ese momento no podía creerlo, me parecía imposible, quede perplejo ante la escena que apreciaron mis ojos. Yo no pude llegar a mi cita con quien pensé seria mi chica, mi primera novia, mi primer beso, mi primera ilusión. Mi hermano, se me adelantó, y logró lo que yo había soñado por años.
—Damián. ¡Eres un cabrón! —Grite molesto caminando con furia hacia ellos, interrumpiendo el beso que se suponía debía dar yo.
La niña se mostró confundida, nos miraba a ambos sin saber que decir, ni que hacer, sin duda, había sido engañada por mi hermano gemelo. Hermano en cuyos iris pude descubrir esa noche un nuevo tinte, uno más oscuro, su mirada fue bañada por el engaño y la mentira. Sus pupilas tenían una nueva tonalidad, dejaron de ser un enigma, porque ese día se revelaron ante mi como ojos color, traición.
Me miró fijamente y pude notar que no sentía culpa, sino más bien un dejo de goce y descaro. No soporté ver esa expresión de burla en el rostro de alguien con quien solía compartir todo, alguien que decía ser solo uno conmigo. Me acerqué furioso y le propiné un puñetazo directo en la nariz, haciéndola estallar en sangre.
—¡Eres un maldito traidor! —Reclame dolido, pero su mirada imperturbable y su sonrisa cínica solo mostraban indiferencia.
—"Somos solo uno, ¿recuerdas? No seas egoísta, podemos compartir". Además. Si no puedes mantener a tu chica bajo control, no es mi problema. No tienes por qué hacer drama. —respondió con frialdad— No fueron solo sus palabras las que cortaron, más que todo, fueron sus gestos, ellos me mostraron que mi hermano mayor, aquel que me llevaba solo unos minutos más en este mundo, era inclemente.
No dije nada más, quede sin palabras, di media vuelta, trepe la paredilla que tantos raspones me había causado durante años, y regrese a mi casa.
—Dylan. Volviste pronto ¿Cómo te fue? —Esa pregunta no quise responderla, esa es la única vez que recuerdo que ignoré a mi madre. Sin embargo, ella no tuvo que escuchar palabra alguna, porque su otro hijo venia tras de mí, con la nariz llena de sangre. Me miro con algo de tristeza en sus bellos ojos por un instante, antes de correr hacia él para socorrerlo. No sé qué más sucedió esa noche entre ellos, no sé si hubo un regaño o un castigo. No quise quedarme a ver a quien se había encargado de dañarme. Me encerré en mi habitación deseando apagar mi cerebro para no pensar en lo ocurrido.
Sus palabras resonaron en lo más profundo de mi ser durante días. Sentía una mezcla de decepción, traición y una sensación de que algo había cambiado irremediablemente entre nosotros. Aquella noche, las revelaciones sobre la verdadera naturaleza de mi hermano y la ruptura de la confianza que existía entre nosotros dejaron una marca indeleble en nuestra relación fraternal.
No pude comprender en ese momento el significado de lo sucedido y cómo afectaría nuestro vínculo en el futuro. Sentía una profunda herida en mi corazón y una sensación de desamparo, un quebranto fuerte porque, desde niños, a pesar de su frio comportamiento, habíamos hallado la forma de cumplir con aquella promesa de ser unidos que le habíamos hecho a mamá. Aquella noche, nuestras vidas tomaron un rumbo diferente, y nos enfrentamos a una nueva realidad en la que la confianza y la lealtad que antes nos unían parecían desvanecerse en el aire.