Inglaterra, Londres de 1847
Jun. 13
Elizabeth, aquella infante de 8 años de edad observaba el césped tintada de un bello color carmesí, y un cuerpo sobre este. Lo que aturdió a la Hermana Ana era la mirada de Elie, tan inexpresiva, como si la muerte para esta fuese común e irrelevante.
Inglaterra, Londres de 1993
Nov. 24
Se acercó lentamente hacia el dormitorio con un rosario entre sus dedos, una vela y sintiendo la densidad del ambiente, caminó dudosa con distintos pensamientos, contradictorios cabe decir. Respiró profundo, y sus ojos se posaron en el símbolo sobre la pared, que aquella noche el exquisito aroma a sangre era perceptible, tal como el frío.
—Evolet —susurró acercándose con cautela hacia la cama hecho un desorden, con duda removió las sábanas y observó la silueta de la niña, la cual ese día no había asistido a ninguna actividad, su corazón volvió a doparse de paz—, Evolet —levantó su tono de voz—, ¿qué hacen…
Hanna, la docente de la escuela Schneider giró lentamente su rostro tras oír un chirrido y vio cómo la puerta se cerraba con lentitud; sintió unos dedos tomarla de la muñeca, tan delicadamente que resultaba escalofriante; miró con miedo hacia la persona quien la tomaba, la cual no era Evolet.
Inglaterra, Londres de 1847
Mzo. 11
—Pare maestra María, por favor, pare —sus lágrimas recorrían sus mejillas rojas de tanto llanto, intentando comprender la Palabra de Dios como estas la veían.
Convivir en una escuela católica teniendo un ideal distinto a la religión y la fe ocasionaba los golpes, maltratos, llantos y miedo.
Elizabeth solía ser responsable en sus actividades, comprendía el pensamiento egoísta humano, y ello no le permitía tener una fe como la de las monjas quienes la cuidaban y educaban de manera estricta y poco convencional.
Las paredes de su dormitorio personal se encontraban rayadas con crayón negro, dibujos de líneas verticales, los cuales contaban los días, Elie sólo deseaba salir.
—Solo un día más… —se mecía en el rincón lúgubre de su dormitorio, con sus brazos rodeando sus piernas—Solo un día más —sólo debía soportar un día más cada día. Elizabeth creía que la muerte podría llegar tan rápido como la vida misma, y tan inesperada a su vez.
Abr. 05
—Hijas mías, el Padre ha llegado —aquellas cortas palabras erizaban la piel de varias niñas, incluido el de Elie—. Corran, corran —sonrió y aplaudió de alegría.
Agt. 21
(Días después de la muerte de la Monja María)
—Elie, dulzura, sé que…
—¿Usted cree en los monstruos? —preguntó interrumpiéndola. Su mirada seguía fija en la pared la cual estaba llena de líneas y palabras, que se repetían una y otra vez por medio de aquel lado de la pared.
—Elie, mi amor…
—La monja María —detuvo sus palabras—, ¿se irá al cielo, verdad?
Ana la miró con temor tras notar tranquilidad y cierta felicidad al saber que ya no estaría entre ellos. Volteó hacia atrás para ver con lo que Elizabeth se deleitaba, una W y una M, una puesta debajo del otro formando un símbolo. Lo que sorprendió y aterró más a Ana era que aquel dibujo era el único que estaba de un color distinto, en rojo.
—¿Qué… —volvió a ver a Elie con inseguridad—¿Qué significa…
—¿Tú crees en los monstruos? —la miró, sus ojos fijos, sus expresiones neutras, como si aquella pregunta solo tuviese una respuesta afirmativa.
Inglaterra, Londres de 1993
Nov. 08
Evolet estudiaba en una escuela privada, pocas personas podían pagar su estadía allí; la escuela tenía dormitorios personales, era grande y lujoso.
La escuela ideal.
—Mis tareas Evie —comentó una de las estudiantes de aquel prestigioso colegio—, das pena Evolet —la susodicha padecía acoso escolar. Aquella era su rutina diurna.
Pero solo era un día más.
Nov. 19
Sus ojos observaron la pequeña rasgadura del papel decorativo de pared, parpadeó y se levantó con sumo cuidado, su pijama blanco con blondas banales en su manga larga se encontraba con diminutas gotas de tinte rojo, casi imperceptibles. Sus dedos palparon el papel decorativo y no pudo contra la intriga, ya que se notaba en estas algunas líneas detrás.
Desgarró lentamente.
Perdiendo el control de su cuerpo, como si alguien más la tomara con suavidad llevándola a un sueño profundo.
Y el mismo día, al despertar en la tarde, observó a Hanna viéndola con impresión y estupor, parada frente ella con el vestido blanco elegante, y minutos después yéndose sin soltar una palabra.
Inglaterra, Londres de 1847
Oct. 14
“La escuela católica maldita” “El colegio Schneider, nuevos muertos” Cada periódico que leía Ana, la escuela en el cual trabajaba salía como portada, nombrando las sucesivas muertes de niñas.
La escuela pronto quedaría clausurada por las innumerables muertes.
Nov. 24
—La monja María vio al Padre… —susurró Elie, Ana la miró confundida—Él dijo que hay secretos que deben seguir siendo uno… —se encontraba en el borde de la puerta, mostrando solo la mitad de su rostro—Hermana Ana, ¿usted cree en los monstruos?…
Nov. 25
El cuerpo de Elie no fue encontrado, ni la de la Hermana Ana. Sólo restos de sangre suyos.