El frío viento nocturno azotaba mi rostro, llevándose consigo los últimos vestigios de calor que aún albergaba. Cada paso que daba era como una punzada en mi corazón. La imagen de la puerta cerrándose en mi cara se repetía una y otra vez como una película en una videocasetera que se dañó y solo puede reproducir una escena. ¿Había dicho o hecho algo tan terrible para merecer ese trato? La culpa me consumía por dentro.
Mis pies arrastran el camino hacia casa, en camino a casa comenzó a llover, mi ropa se mojó por completo, aún así estaba agradecida con que la lluvia no fuese tan fuerte, solo era una lluvia ligera. Al llegar al vecindario este se sentía extrañamente tranquilo, no le di mucha importancia, apenas eran las 6 de la mañana en un domingo. Me quedé frente a la puerta de casa esperando que mamá no se hubiese dado cuenta de mi pequeña escapada. Tomé aire y me armé de valor antes de meter la llave en la cerradura y abrir la puerta lentamente, en busca de no hacer ningún tipo de ruido.
—No, no entiendes ella—
Me sorprendí al ver a mi padre hablando por teléfono en medio de la sala, mamá estaba en el sofá con una taza de té en una mano y en la otra tenía su teléfono. Papá en cuanto me vio me dio un abrazo fuerte que se sintió reconfortante.
Me sentía vacía, desechada y algo sucia.
—Dios mio Hanna, ¿dónde estabas? —la voz papá sonaba llena de preocupación, el calor proporcionado por su abrazo contrastaba con el frío y vacío que sentía por dentro.
El abrazo se vio roto por mamá, quien alejó a papá de mi y me dio una cachetada que me dejó aturdida por unos segundos, papá le gritó algo a mamá y ella le respondió entre gritos que no escuché ni entendí por estar aún aturdida.
—¡¿Qué te pasa?! —grité cuando el aturdimiento bajó.
—¿Qué? —preguntó dejando escapar una pequeña risa. —¿Qué me pasa? ¿Qué me pasa? —dijo elevando su voz. —¡Pasa que mi hija me mintió para irse a ver con un chico que solo está jugando con ella!
—Cariño, no. —habló papá en un intento de mediar.
Fracasó.
Mamá intentó golpearme nuevamente, pero papá la sostuvo y lo evitó. Lo que había pasado con Josh hizo que mis emociones explotaran en un arrebato de ira.
—¡¿Y tú qué sabes de él?! —grité.
—¡Pues se que mi hija se convirtió en una mentirosa por él! ¡Me desobedeces, me mientes, te escapas, saltas clases, bajas tu rendimiento, incluso alejaste a un buen muchacho como lo es Matthew por él! —dijo agitada. —Y aun así dices que te ama. —habló soltandose de papá. Sus palabras calaron en mí y me hicieron enojar.
—Él me ama. —dije firme. —Pero qué vas a saber tú de amor cuando tu esposo prefiere irse a otras ciudades con tal de estar lejos de ti. Porque eres insoportable, porque eres aburrida, porque solo te interesas por tus tontos cursos de cocina, aun sabiendo que eres pésima en la cocina. —escupí, el dolor en mi mejilla no se hizo esperar.
—Soy tu madre Hanna. —dijo con voz entrecortada. —A mi me respetas.
—¿Respetarte? Ja. —reí. —Tù-
—¡Hanna Brooks! —habló papá elevando su voz, asustandome. —Ve a tu habitación, y prepárate para tu castigo.
No pude decir nada, solo asentí, el tono de su voz me hizo temerle, siempre había sido el padre divertido y tranquilo. Subí las escaleras y entré en mi habitación, tomé mi toalla y un pijama para luego entrar al baño.
El agua caliente recorrió mi cuerpo, pero no logró disipar el frío que sentía por dentro, duré unos 15 minutos en la ducha lavando mi cuerpo, mi intimidad dolía y mi ropa interior tenía sangre, para evitar mancharme tomé protectores diarios y me los puse.
Me miré al espejo, bolsas negras comenzaban a asomarse por debajo de mis ojos, en mi clavícula tenía marcado los besos de Joshua, eso me hizo sentir nerviosa por lo que decidí dejar de mirarme y ponerme mi pijama.
Salí del baño sintiendo las gotas de agua que empezaban a bajar de mi cabello a mi pijama. Me senté en el rincón que había entre mi cama y la pared, abracé mis rodillas. Mis pensamientos comenzaron a correr y con ello lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas, silenciosas y amargas.
Me sentía de forma extraña, vacía, enojada, feliz, triste, asustada. Sentía un tsunami de emociones dentro de mí, todas mis emociones esparciéndose, haciéndome explotar, no sabía qué hacer, no sabía que decir, necesitaba hablar con alguien, pero ¿con quién? Mis amigas no entenderían la complejidad de mi relación con mi padre, con mi madre y lo que había pasado con Joshua.
—¿Por qué? —preguntó papá entrando en mi habitación, lo miré confusa.
—¿Por qué, qué?
Papá arrastró la silla de mi escritorio y se sentó frente a mí, bajó la cabeza pareciendo derrotado, quería acercarme pero él volvió a hablar.
—Tu madre me lo contó todo Hanna, las mentiras, las salidas, el golpear a Matthew, tu agresividad. —hizo una pausa, levantó su cabeza y me miró. —¿A dónde se ha ido mi niña sincera, divertida y feliz?
Me quedé en silencio por unos segundos que parecieron minutos, mi cabeza estaba pensando a mil. ¿Qué debía de responder a eso? ¿Por qué me hacía esas preguntas? Lo pensé por unos segundos y luego respondí con convicción.
—Soy feliz.
Tener a Joshua a mi lado, amándome, me hacía feliz.
—Pues no veo esa felicidad por ningún lado. —dijo rompiéndome en mil pedazos. —Se te devolverán tus aparatos electrónicos, deberás contestar siempre que se te llame, no salidas, no escapadas de clases, no amigos en casa y sobre todo, no novio. Te llevaré a la escuela y te recogeré, ni un minuto tarde, si tardas se te volverán a quitar todos tus privilegios.
Dijo eso y salió de mi habitación dejándome atónita. La habitación, de repente, se sintió más pequeña, más sofocante. Mis manos temblorosas se aferraron a las sábanas, sintiendo la fría realidad de la situación. ¿Había escuchado bien?
Un nudo se formó en mi garganta, impidiéndome respirar con normalidad. Las lágrimas brotaron sin control, empapando la almohada. ¿Cómo podía mi padre convertirme de repente en una prisionera en mi propia casa? ¡¿Por qué hacía lo mismo que mamá?!
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Editado: 09.11.2024