Solo Un Fantasma

Capítulo 38

Matthew

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Llegamos a mi lugar favorito después de hacer una parada en la tienda, compramos cervezas frías, una bolsa de papas bbq y algunos dulces baratos que siempre tiene frente a la caja registradora. Yo, además, había comprado una cajetilla de cigarrillos.

La subida fue lenta y en silencio, solo se escuchaban los grillos a lo lejos y nuestros pasos al pisar la hierba. Desde la cima, la ciudad se extendía, las luces parpadeaban, el viento era frío y eso me hizo estremecer.

Nos dejamos caer en las viejas bancas, abrimos un par de cervezas y brindamos sin decir nada. El primer trago bajó áspero, con ese amargor familiar que se volvía más soportable a medida que avanzaba la noche. Encendí un cigarrillo y exhalé el humo lentamente.

—¿Te sigue gustando Hanna? —preguntó rompiendo el silencio, volví a darle una calada al cigarrillo.

—Han pasado 9 años, eso no se puede borrar en menos de un mes. —respondí formando anillos de humo, sonreí de forma burlona. —El amigo de la infancia pudo contra la novedad.

Se quedó en silencio un momento, girando la lata de cerveza entre los dedos, como si buscara algo en la etiqueta que lo ayudará a encontrar las palabras que quería decir.

—Las novedades no siempre duran —dijo, no en un intento de consuelo, solo era su forma de pensar.

Solté una risita leve, una calada más al cigarrillo y una sonrisita irónica en mis labios. No dije nada, las palabras solo flotaron entre nosotros, pesadas, como el humo que se mezclaba con la brisa nocturna. La ciudad seguía brillando abajo, indiferente a nuestra insignificante conversación. Me llevé la lata a los labios y bebí otro sorbo largo, dejando que el alcohol me quemara la garganta.

—¿La has visto? —preguntó mirando las luces de la ciudad.

Apreté la mandíbula, mis pensamientos me llevaron a lo que sucedió en la tarde; pasé el pulgar por el borde de la lata, sintiendo el metal frío contra mi piel caliente.

—Le sonríe de forma brillante cada vez que lo ve. —apagué el cigarrillo contra la lata de cerveza y abrí otra.

—En casa no sonríe, nos ignora, pelea con mamá y no come cuando eso pasa. —suspiró pesadamente. —Papá vuelve a su puesto de trabajo la próxima semana y no se que va a suceder en casa, si ya es asfixiante…

Me quedé en silencio, miré el cielo nocturno voltee a ver a Jackson, este estaba mirando la lata de cerveza.

—Mi casa, tu casa. —dije palmeando su hombro. —Cuando necesites un respiro puedes ir.

Jackson soltó una risa breve, sin alegría.

—Lo sé.

No dijo nada más. Solo levantó la lata en un gesto silencioso de agradecimiento antes de beber otro sorbo, el silencio se vio interrumpido por una llamada a Jackson, él contestó, su mirada se volvió sombría en los 30 segundos que duró la llamada.

—Hanna volvió a escaparse de casa. —dijo cuando guardó su teléfono. —Papá la está buscando y mamá está llamando a las personas que Hanna conoce.

—No la encontrarán si no tienen el número de ese bastardo. —murmuré. —Vamos, te ayudaré a buscarla.

Nos levantamos sin decir nada más. La cerveza quedó olvidada en las bancas, y el frío dejó de importar. Jackson revisó su teléfono, probablemente esperando otro mensaje, pero la pantalla permaneció en negro.

Metí un dulce de cereza en mi boca para quitar el sabor a cigarrillo, caminamos hacia la bajada del mirador, vimos una moto en el camino, cuando estábamos pasando por ahí el tono de llamada de un teléfono me hizo parar en seco. Sentí un frío recorrer mi cuerpo y luego la ira.

—¿Qué–?

Me adelanté, ignorando las protestas de Jackson. La maleza crujía bajo nuestros pasos, y con cada avance, las respiraciones agitadas y el tono de llamada se volvía más claro. Cuando llegamos al otro lado del camino, la vi.

Mi corazón dejó de latir por unos segundo, un sudor frío me recorrió el cuerpo y sentí un leve mareo al verla.

Hanna estaba contra un árbol, con los brazos rodeando su cuello, con los dedos hundidos en su cabello, sus labios sobre los de él. Joshua.

El tono de llamada seguía sonando en la hierba, vibrando contra las hojas secas, como una burla, como un maldito recordatorio de que nosotros éramos los que sobraban en esa escena.

Me quedé congelado, mis nudillos se volvieron blanco, sentía cómo si algo se retorciera dentro de mí como si me hubieran arrancado el aire de los pulmones. El dulce de cereza en mi boca de repente me supo amargo.

Jackson no dijo nada, no tenía que hacerlo, su cuerpo tenso junto al mío decía lo suficiente.

Joshua fue el primero en notar nuestra presencia. Se separó de Hanna con una lentitud irritante, con una maldita seguridad que me daban ganas de borrarle de un puñetazo. Arrogante.

Hanna parpadeó, aturdida, como si recién volviera a la realidad. Su mirada se encontró con la mía y vi el cambio en su expresión: sorpresa, luego fastidio, irritación por nuestra presencia. Pero no dijo nada.

Porque no tenía que hacerlo.

Me agaché, recogí su teléfono de la hierba y lo apagué antes de lanzarlo a Jackson.

—Ya la encontramos, ya nos podemos ir. —mi voz sonó hueca, sin emoción.

Jackson no dijo nada, pero asintió dándome la razón, tomó a Hanna de la mano para arrastrarla de vuelta a casa.

—¿Y si ella no quiere irse? —su voz tenía ese tono condescendiente que me encendía la sangre, ganas de golpearlo no faltaban.

—¿Crees que nos importa lo que ella quiera? —preguntó Jackson con un tono de voz autoritario. —Solo alejate de mi hermana.

Joshua sonrió de lado, ese gesto arrogante que hacía hervir la sangre.

—Típico. —se pasó una mano por el cabello, como si estuviera cansado de la conversación—. Siempre tratando de decidir por ella, bebé, te lo dije, ellos no te respetan.

Algo en mí hizo clic. Mis nudillos chocaron contra su mandíbula antes de que pudiera pensar en lo que estaba haciendo, Joshua cayó hacia atrás con torpeza, golpeando la tierra con un ruido sordo.




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