Solo Un Fantasma

Capítulo 39

Hanna

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El camino de regreso fue silencioso, solo se escuchaban nuestros pasos y uno que otro automóvil, bus o moto que pasaba por la calle. Jackson iba delante de mí arrastrándome por el brazo, Matthew iba atrás.

Me giré a ver a Matthew, mis ojos se clavaron en él con odio, si no fuese por él Jackson nunca me hubiera atrapado. Matthew me sonreía mientras levantaba las cejas.

Maldita sonrisa.

—Idiota. —murmuré por lo bajo.

Sabía que odiaba el olor a cigarrillo, aun así prefiero encender uno y fumarlo en mi presencia. Le dio una calada al cigarrillo y lo soltó, el humo me dio toda la cara.

—Hijo de puta. —solté apartando el humo de mi cara.

—¿Es ese el vocabulario que tienes luego de juntarte con esas personas? —preguntó Jackson, su agarré se hizo más fuerte sobre mi brazo.

—No, es el vocabulario que se merecen. —espeté, quise soltarme, pero no lo logré.

—¿Eso crees? —preguntó Matthew, giré a verlo.

—Lo creo. —respondí firme, otra vez dejó caer el humo del cigarrillo en mi rostro.

“Hi-jo de pu-ta” moví mis labios para decirlo, él solo sonrió, lo ignoré y seguí caminando con la vista al frente.

—¿No te lo había dicho ya? —pregunté. —No quiero que me busques.

—Yo no te busqué Hanna, tú utilizaste mi lugar. —dijo, su voz sonaba enojada, me detuvo repentinamente, Jackson me soltó. —Le mostraste mi lugar a un bastardo como ese ¿y dices que yo te busqué?

—Me buscaste también en la escuela ¿no?

—No fui por ti.

—¿No fuiste por mi? ¿Entonces por quién? Solo me acosas, quisiera que desaparecieras por completo de mi vida. —declaré con enojo.

Matthew se quedó en silencio, me soltó lentamente, dejó caer el cigarrillo al suelo y lo pisó. Por un segundo, pensé que iba a gritar, pero solo bajó la mirada, como si mis palabras lo hubieran noqueado más que cualquier golpe.

—Desaparecer, ¿eh? —murmuró mientras asentía con la cabeza.

Jackson se acercó, sin decir nada, solo me sujetó del brazo otra vez, esta vez más suave, como si incluso él entendiera que ya no quedaba nada por decir.

Caminamos los últimos metros sin hablar. Matthew no nos siguió. Cuando me atreví a mirar hacia atrás, él ya no estaba. Me senté en la banca cuando llegamos a la parada de bus. Jackson me soltó sin decir palabra, sacó su teléfono y se alejó un poco para llamar a mamá. El frío comenzaba a colarse por la ropa sudada, pero no me moví.

Escuché la voz de Jackson hablando rápido, como si tratara de dejar claro que ya estaba todo bajo control. Que su hermana ya no andaba desquiciada por ahí, que nadie tenía que preocuparse. Que todo estaba bien.

Mentira.

Todo estaba mal. Todo había estado mal desde que no quisieron tratarme como una adulta, desde que no quisieron darme mi lugar y desde que quisieron separarme de Joshua. Miré al otro lado de la calle. No había nadie. Solo un perro flaco husmeando entre la basura.

Jackson se sentó a mi lado, no dijimos ni una sola palabra mientras esperábamos el bus

—Mamá dice que preparemos algo para cuando lleguemos. —informó, sin mirarme.

No respondí. ¿Qué se suponía que debía preparar? ¿Una disculpa? ¿Una sonrisa fingida? ¿Un “no volverá a pasar”?

El bus llegó con un rugido, sus faros nos cegaron unos segundos. Subimos. Me senté junto a la ventana. Jackson se quedó de pie, como si quisiera asegurarse de que no intentara saltar en la próxima parada.

Es un tonto, no lo haría.

Apoyé la frente contra el vidrio frío, pensé en Joshua. ¿Dónde estaría ahora? ¿Pensaría en mí como yo pensaba en él? ¿Le dolía el golpe? ¿Le importaba?

La parada final no tardó en llegar. Bajamos. El aire nocturno me golpeó de lleno, temblé; Jackson caminaba un paso delante de mí, esta vez no me tomó del brazo. La casa estaba oscura, salvo por la luz tenue que salía de la cocina. Mamá estaba sentada en la mesa, con una taza entre las manos, no levantó la vista cuando entramos.

—¿Y bien? —preguntó, con voz seca.

—Aquí está. —respondió Jackson.

Mamá asintió, solo eso, ni un “¿estás bien?”, ni un “¿dónde estabas?”. Solo un movimiento casi imperceptible de cabeza y la mirada perdida en algún punto de la mesa. Me quedé parada en la entrada, sin saber qué hacer; Jackson subió las escaleras y el silencio volvió a llenarlo todo.

—¿Quieres decirme algo? —preguntó mamá, sin mirarme.

—No. —contesté.

—Sube. —ordenó. —Tu padre no tardará en llegar.

—¿Enserio no pararan con esto? —pregunté antes de subir las escaleras.

—Hanna, todo lo que estás haciendo solo hace que tu padre y yo nos decepcioemos.

—Ustedes no me entienden, solo me tratan como una niña.

—Con tu comportamiento ¿en verdad crees que mereces ser tratada de otra forma?

Sus palabras me golpearon fuerte, me quedé ahí, de pie en las escaleras.

—¿Y tú crees que ser madre es solo decirme qué hacer y juzgarme cuando no encajo en lo que tú esperas? —repliqué.

Mamá levantó la mirada por primera vez, sus ojos estaban cansados. Movió su mano para que subiera a mi habitación. Subí las escaleras sin decir nada más, cerré la puerta con un portazo que retumbó por toda la casa.

Me senté en la cama, temblando. Me abracé las piernas. Si ser fuerte era aguantar todo esto sin romperse, entonces no quería ser fuerte.

Saqué el teléfono que había logrado esconder antes de que Jackson lo notara. La pantalla estaba rota, pero aún servía. Lo encendí y esperé que cargara. Tenía mensajes sin leer, llamadas perdidas. Todos de Joshua.

Mis dedos temblaban, aún así escribí un mensaje.

“¿Estás bien?”

Presioné “enviar” y luego dejé el teléfono a un lado.

Me recosté en la cama, sin cambiarme, sin lavarme la cara, sin ganas de nada.

Estoy cansada.




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