Capitulo Dos. 2020, 25 de noviembre.
Eros Morón.
Tormenta uno.
— ¡Atrápala idiota! — la pelota de baloncesto choca contra mi cara tirando mis lentes al suelo, las risas no se hacen esperar por parte de la manada de imbéciles que juegan en la cancha.
Recojo los lentes y detallo una raya en uno de los vidrios, ¡Mamá va a matarme!, solo pienso en el enojo de mi madre al ver, lo que tanto le costó comprarme roto, y por eso, su enojo se vuelve el mio. Unas manos toman el balón y me empujan quedando sentado en el suelo, la sangre me hierve en ese instante lo que me lleva a otro mundo y me deja preso en mi propia realidad, una donde soy mucho más fuerte.
Llegue hace cinco días y ya tengo problemas, la escuela de Estados Unidos se dio por vencida de mi conducta y según mi padre, esto es lo mejor o me mandara a la milicia, lo que daría mucho asco.
Me levanto del suelo y lo empujo, dándole un golpe en la cara que lo hace retroceder algunos pasos tocándose la nariz partida, esta aturdido y no deja de mirar la sangre en sus manos, todos sus amigos están de la misma forma y yo sonrío con cierta felicidad al observar lo que acabo de hacer, levanto mi mochila y tomo mis lentes largándome del sitio donde queda golpeado Zeus Grey.
Camino alegre por las calles que me llevan a mi hogar, escondo mis lentes antes de entrar a la humilde casa de mis padres, que tiene tres pisos, dos chimeneas, y muchas cosas que no me interesan, cierro la puerta en total silencio y observo que no hay nadie así que relajo los hombros y suelto el aire que no había notado tenía acumulado en los pulmones.
Camino tratando de no hacer ruido y subo las escaleras entrando a mi habitación, el único lugar seguro después de la casa de mi abuelo, aunque técnicamente no es su casa, es de todos los abuelitos que viven en ella; mi abuelo Artemis Morón vive en una casa hogar desde que mi padre así lo decidió.
Me quito la ropa y me meto debajo del agua fría que en cuestión de segundos endurece mis músculos, las lágrimas salen sin parar cuando el agua me hace arder las heridas causadas por la última golpiza que me dio mi padre, duelen y arden tanto que no puedo dejar de llorar, aunque lo intente y lo desee, no puedo.
Pego la frente de la cerámica y golpeo con el puño cerrado la pared intentando controlar todo lo que siento en este momento, respiro, me repito lo fuerte que soy y salgo con una sonrisa del baño a vestirme. Una sonrisa mal fingida, una pésima sonrisa que se esfuma cuando mi padre entra furioso al cuarto, su mirada lo dice todo. Se lo que quiere y a lo que viene, agarro duro la toalla que envuelve mi cintura y cierro los ojos sintiendo como su mano impacta con mi mejilla derecha.
— ¿Qué mierda fue lo que hiciste? — Otro golpe que me desestabiliza y me manda al suelo —Me acaban de llamar los señores Grey, maldito imbécil— uno de sus pies impacta contra mis costillas doblándome en el suelo.
— ¡Basta papá! — Siento otro golpe impactar contras mis costillas, mientras el ardor se hace presente y mi saliva se seca dándome la sensación de falta de aire.
—Tú no decides aquí, soy yo el que decide cuando parar— Me hace girar dejándome boca arriba y me pega un golpe en la boca del estómago dejándome sin aire —Tu momento de sentirte más que un Grey nos dejó con una suma de dinero muy alta que pagar— Me aprieta la cabeza y eso me produce un dolor que me deja aturdido. Cierro los ojos rogando que pare ya.
Abro los ojos y todo sigue igual, las cosas tiradas en el suelo y yo desnudo sobre el piso sin poder moverme, sujeto la parte de abajo de la cama para impulsarme, pero tal movimiento me hace retorcer en el suelo.
—Levántate que ya debes ir al instituto— Me niego a levantarme, pero decir media palabra duele como la verga —Párate del maldito piso Eros, que por tu culpa tu padre casi me golpea y no estoy dispuesta a sacrificarme por ti.
—Pero soy tu hijo— logro decir entre lágrimas.
—Lo eres, pero él es mi marido. Ahora párate y vete al instituto.
Me muevo dolorosamente por el piso hasta llegar al baño y tomar el retrete con ambas manos para soltar todo el vómito que sale de mi garganta, me levanto torpemente y la imagen que refleja mi espejo es traumática, y como cada día salgo con la frente en alto.
Aunque hoy algo cambió, hoy todo es diferente, hoy demostraré que nadie será un impedimento para mí, ese momento de valentía en la cancha me bastó para entender que soy fuerte y puedo defenderme solo, lavo mi boca y aseo nuevamente mi cuerpo. Salgo de la habitación a paso lento pero decidido.
Tomo mi chaqueta de cuero negro y tiro la puerta al salir
Maldigo unos instantes a Zeus Grey, pero luego no porque no fue él quien me golpeó y eso me duele más, porque por más que deseo odiar a mi padre no lo consigo.
Después de todo, el abuelo tenía razón, mi casa es un huracán que poco a poco está arrasando conmigo, y es asqueroso.
— ¡Tengo algo que te ayudara con ese pésimo genio! — un moreno se me acerca con pinta de ser gánster y por primera vez lo acepto, me dejo llevar y soy libre luego de unas cuantas voladas.
Siento que mi alma vuela, que soy libre de sentir asco de mí y de mis padres, mi madre es la persona que más debería defenderme, pero solo piensa en sí misma. Una línea blanca más y mi alma lo agradece porque se libera de la tensión, por fin siento que la adrenalina viene de otra parte y no de los golpes de mi padre...
Editado: 11.02.2022