Solo Un Latido MÁs

Capitulo Cuatro

Capítulo Cuatro, 05-11-2021

 

Capítulo Cuatro, 05-11-2021

Atenea

El cementerio

Puedes planear un futuro, puedes inventar diferentes planes que más adelante podrás hacer realidad, pero ¿se cumplen en verdad? ¿Qué te hace llegar al punto exacto de decir, esto planeo hoy y esto realizaré mañana?

Desde que cumplí mis siete años me propuse la meta de crecer unos centímetros más, y ahora que tengo 16 es un hecho aceptar que es un plan muy patético. ¿Cómo se supone que ganaré centímetros? Odio ser pequeña.

Veo a Eros de perfil, y si antes tenía dudas, ya es un hecho, su rostro me da ternura, pero aún así no deja de verse muy masculino con sus facciones endurecidas y ese gesto pensativo.

— ¿Qué tanto piensas? — acomodo mi cabello de un solo lado cuando el viento empieza alborotarlo por todas partes metiéndolo en mi boca.

—Nada en específico, o quizás si— lo veo atenta esperando que continúe — ¿Qué opinas de las tormentas?

Me sorprende su pregunta, de los miles de temas que existen ¿por qué preguntar precisamente sobre las tormentas?, muerdo mi labio inferior en un gesto pensativo, lo hago siempre que estoy armando un concepto en mi cabeza.

—Pienso que da miedo. Cuando hablamos de una tormenta como fenómeno natural asusta al punto que sientes que puedes morir, pero si lo relacionas a otros términos como la tormenta de los problemas psicológicos por la adolescencia, es curioso — sonrío cuando me mira interesado en lo que digo, nadie jamás me prestó tanta atención como lo hace él justo ahora —Un pequeño problema puede volverse tu peor tormenta, se te oscurece la vida y sientes que el impacto de un rayo más podría destruirte por dentro.

—Me gusta tu forma de pensar, Atenea — se pasa la mano por el cabello y tal acto me resulta sexy — ¿Qué les dirías a tus fans al respecto?

¿A mis qué? ¿Cómo Eros sabe que tengo fans?, esto está muy raro.

—Les diría que no desfallezcan porque pese al mal tiempo, a los ruidos de los truenos, siempre existe un lugar seguro para refugiarse, bien sea de los ruidos que causan los problemas en la mente o en el corazón. Por más que se intenta algo, a veces no sale bien, sea una o dos o quince veces, pero eso no significa que dejes de intentarlo, porque cuando por fin salga el sol y salgas a disfrutar el arcoíris es cuando notas la diferencia de persistir por sobre una tormenta, para disfrutar del sol — ambos subimos la mirada conectando con el paisaje junto al lago.

Son casi las seis de la tarde y el sol empieza a descender creando esa mezcla de colores en el cielo, el ruido del timbre suena dando por fin la salida del instituto.

Eros me ayuda a bajar del árbol y en silencio camina conmigo de vuelta al instituto.

—Para mí fue un verdadero placer conocerte, Atenea.

—El gusto siempre será mío, Eros.

Lo veo caminar en dirección contraria a donde voy y por escasos segundos varios fragmentos de mi pesadilla vuelven a mi mente, él dándome la espalda caminando en dirección contraria y yo quedándome sin aire.

El chico de mi pesadilla tiene la misma espalda que Eros.

Como si mis pies se mandaran solos, caminan detrás de Eros, dobla la esquina y cruza la calle mientras yo lo sigo unos cuantos pasos detrás. Entra al cementerio y es espeluznante a esta hora, pero no se detiene en ese lugar sigue avanzando hasta llegar al otro extremo; se apoya de una pared y brinca saliendo del cementerio.

— ¿A dónde demonios va a esta hora? — Sigo los pasos de Eros brincando la pared ocasionándome un leve raspón en el brazo.

Saco la chaqueta que siempre llevo en mi bolso y me la coloco cuando la neblina del cementerio se vuelve espesa, erizándome la piel. Por más que ya salí de ese lugar la neblina no cesa.

La vista se me vuelve borrosa pero logro verlo cuando entra a un callejón, camino lento pero segura de mí, la respiración se me acelera cuando desde las sombras lo veo dar un par de billetes por un sobre que muy a mis ideas sé que es droga.

Me tapo la boca cuando veo que camina unos pasos y se agacha donde un chico moreno está inhalando varias líneas de un solo golpe, Eros lo saluda como si llevaran años conociéndose, baja la mirada e imita las acciones del otro chico.

Un grito ahogado me sale cuando una mano me tapa la boca, me cargan e intento zafarme dándole con los codos como me enseñó Zeus, tiro la cabeza hacia delante y con fuerza golpeo a la persona que me sostiene, de inmediato escucho como se queja.

— ¡¿Qué demonios, Atenea?! — Veo a Zeus tocarse la nariz, abre y cierra los ojos buscando ver mejor porque la niebla llega a este sitio dificultándonos la vista.

—Zeus ¿qué te pasa? ¿Por qué estas aquí? — me sobo la parte de la cabeza con la que golpeé a Zeus.

— ¿Qué crees? — Lo miro ansiosa de saber — vine a bailar el lago de los cisnes versión panteón Atenea— rueda los ojos sin dejar de apretarse la nariz.

— ¡Idiota! — golpeo su brazo caminando a buscar mi mochila que se cayó en medio del forcejeo.

—Sigo esperando que me digas que haces aquí— me acerco lo suficiente a él.

—Yo vine a verte bailar— me da un leve golpe en la frente y me toma del brazo para salir del sitio.

—Te estaba viendo desde el auto y vi cuando empezaste a caminar, así que te seguí—confiesa instantes después.

—Yo pensé que conocía a alguien y lo seguí, pero que gran error— muevo la cara en forma de negación.




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